Facebook: Psicoterapeuta Claudia Soriano Segoviano
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Pare de sufrir
“El dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional”.
Buda
Cada experiencia que tenemos en la vida tiene dos diferentes puntos de vista, uno, lo que nos sucede, y otro, la forma en la que lo vivimos, lo que hacemos con ello. En esta ocasión me referiré en particular al sufrimiento.
A lo largo de nuestra vida vivimos una gran cantidad de situaciones dolorosas, crisis existenciales, pérdidas, fracasos. Y al vivirlas en muchas ocasiones nos cuesta trabajo no quedarnos adheridos a ellas. Incluso hay personas que asocian el sufrimiento con la normalidad, a tal grado que cuando no lo sienten les parece que algo no anda bien, sospechan de ello y buscan maneras (conscientes e inconscientes) para volver a la “normalidad” de sentirse mal, pueden incluso sentirse culpables de sentirse bien, y con el sentimiento de culpa termina su bienestar.
Buda, después de años de aprendizaje y meditación, dijo: "El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional". ¿Es el sufrimiento realmente algo por lo que podemos optar o no? La palabra sufrir viene del latín "suffere" que literalmente significa sostener, por lo tanto sufrir es sostener el dolor.
Una cosa es el dolor y otra el sufrimiento. Se podría decir que el dolor viene del ser y el sufrimiento del ego. El dolor es un sentimiento, y como tal nos hace segregar una serie de hormonas. Querer prolongar el dolor más allá de su causa puede hacer que nos alejemos de la realidad, de las personas y de las experiencias. Esta intención de querer prolongarlo muchas veces es inconsciente.
Es difícil entender porqué con mucha frecuencia el ser humano elige el sufrimiento y lo alimenta de forma voluntaria, con otras emociones que no le permiten crecer y vivir plenamente.
¿Cuál sería entonces la diferencia entre dolor y sufrimiento? Aunque a veces los utilizamos como sinónimos, son cosas distintas. El dolor es genuino, natural, legítimo y necesario para vivir y seguir aprendiendo y arriesgando cada día un poco. Cuando nos abrimos a la vida, nos puede llegar el dolor en cualquier momento. Al amar, al tener hijos, al elegir una forma de vivir determinada, al hacer amistades, al perder a alguien… en todas estas situaciones nos exponemos al dolor, y estará presente en nuestra vida lo queramos o no. Tendemos a asociar el dolor con una pérdida. Es un sentimiento que puede llegar a ser de corta duración si nos permitimos sentirlo en su justa dimensión. El dolor es proporcional a la pérdida que tuvimos, y puede comprender varias emociones, como por ejemplo, la tristeza o la rabia.
El sufrimiento, en cambio, es una elección, e incluso a veces una forma de posicionarnos ante la vida. Es una manera de mostrarnos ante los demás. El sufrimiento nos puede durar toda la vida, aunque lo que lo haya provocado esté en un pasado lejano. En el sufrimiento no sólo intervienen emociones, sino también pensamientos, que nos ayudan a alimentarlo, a mantenerlo y a hacerlo crecer.
El sufrimiento no tiene una temporalidad. Podemos sufrir no sólo por lo que pasó hace tiempo, sino también por lo que no ha pasado o no pasará, y puede también originarse por la creación de expectativas para alcanzar la felicidad. Esto ocupa nuestra atención y energía en algo que no está ocurriendo, que nos aleja de la realidad y nos produce un sufrimiento constante, ya que nos creamos ideas e imágenes de lo que “debería” ser y de todo eso que “necesitamos” para poder ser felices. Si alimentamos esas hipótesis e ideas como un escape, nos será imposible ver la felicidad real que puede estar en nuestro presente.
Sufrir es llevar un peso sobre nosotros y no plantearnos la opción de aligerar esta carga, poco a poco. Sufrir es no querer mirar el dolor, querer evitarlo a toda costa haciendo de ello una forma de vida.
Bert Hellinger, teólogo, pedagogo y filósofo alemán, dice que “Sufrir es más fácil que actuar”. Y es que actuar significa atrevernos a abrirnos al dolor, reconocerlo, aceptarlo y expresarlo, para que de esa manera podamos atravesarlo. Para dejar de sufrir necesitamos aceptar que estamos sufriendo, validar nuestro dolor y ver cuál es la ganancia secundaria que estamos obteniendo con ese sufrimiento.
Y aquí podrán preguntarse, ¿gano algo sufriendo? Sin duda se obtienen beneficios, como por ejemplo ser víctimas y manipular el entorno, buscar “salvadores” que nos resuelvan la vida, atraer la atención de las personas y de esa manera sentirnos queridos, quedarse anclados en el pasado y no avanzar al futuro, entre otros.
Victimizarnos nos permite manipular y sacar provecho de esto, incluso hasta podemos creer que sufrir nos coloca en un estado de privilegio y nos concede atención y derechos especiales.
Por otro lado, también nos han enseñado que para que algo valga la PENA tiene que costarnos, que aprendemos a base de golpes, de sufrimiento. Una cosa es que el dolor que se nos presenta podamos vivirlo como una oportunidad de aprender o crecer, desde una actitud positiva, y otra bien distinta es pensar que para aprender o crecer el sufrimiento es una condición.
Equilibrar nuestros estados emocionales nos permite comprender la vida de forma más rica y no ser esclavos de determinados estados, sino los protagonistas de lo que vivimos.
Si te identificas con lo que leíste en este artículo, te invito a venir a terapia e iniciar un proceso de transformación de tu sufrimiento. Si te animas, puedes llamarme o mandarme un whatsapp al 5522558651.