Oratoria, EUA, México y Latinoamérica

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Federico Anaya Gallardo

 

La semana pasada, lectora, te conté cómo las fuerzas progresistas latinoamericanas de hoy están más y mejor conectadas que la brillante generación de los criollos indianos a la que perteneció el ecuatoriano Rocafuerte. Hoy quiero concentrarme en el otro lado de nuestro espectro político, las Derechas de hoy. Empezaré por México con excusa de una conversación whatsappera que tuve con un grupo de compañeras y compañeros que –hace ya varias decenas de abriles– participábamos en concursos de oratoria. Me interesa explicarte, lectora, cómo es que nos formamos ideológicamente esa generación y cómo esa formación nos predispone a cierto tipo de narraciones de la política contemporánea.

 

Todos los miembros de ese chat WhatsApp recibimos lecciones de oratoria de José Muñoz Cota (1907-1923) quien, en los últimos años de su adolescencia (tenía apenas 19 años) ganó en 1926 el primer concurso nacional de oratoria convocado por el periódico El Universal. (Esos concursos han seguido por ya casi un siglo y merecen en sí mismos una reflexión  seria.) En 1926 Muñoz Cota era un estudiante de Derecho en la Universidad Nacional y era admirado por compañeros y profesores.

 

Ahora bien, la idea del concurso no era original de El Universal. ¿De dónde le venía a “El gran diario de México” la inquietud de organizar un concurso de oratoria? Muñoz Cota nos ofreció una primera pista en la entrevista que concedió, en los 1960s a James W. Wilkie y Edna Monzón –los Wilkies. (Frente a la Revolución Mexicana: 17 protagonistas de la etapa constructiva, UAM, 1995.) El concurso nacional mexicano era un proyecto propuesto por Randolph Leigh del diario Washington Evening Star de Washington, D.C.

 

En aquél 1926 Randolph Leigh llevaba ya varios años organizando concursos de oratoria regionales y nacionales en los EUA. Su población target eran los adolescentes en los últimos años de highschool ó preparatoria –que cursaran los años 11 y 12 de la educación básica moderna (edades entre 16 y 19 años). La idea había ganado prestigio en las muy activas primeras décadas del siglo XX estadounidense. La lucha contra los monopolios del primer Roosevelt, la Revolución Mexicana, la Gran Guerra en Europa y –a partir de 1917– la sombra del Octubre Rojo desgarraban a la intelectualidad universitaria en la gran república angloamericana. En 1922 Leigh escribió un libro titulado The Citadel of Freedom: A brief study of the Constitution and its builders, and of the movement to destroy it (La Fortaleza de la Libertad: Breve estudio de la Constitución, sus creadores y el movimiento para destruirla). Lo publicó en Los Angeles con el apoyo de The Times-Mirror Press, editorial del diario californiano de ese nombre (Los Angeles Times).

 

A los organizadores de concursos de oratoria en EUA les interesaba mucho el problema de la relación entre élites y masas. En The Citadel, Randolph Leigh reconocía el legado de la Ilustración europea en la constitución de su país, pero aclaraba enfático que eso fue antes de que “la escalofriante experiencia del Reino del Terror [1792-1794] rompiese el embrujo de aquélla religión de la igualdad, de la fraternidad y del gobierno de las masas” (p.12). Puedes consultar el libro completo en HathiTrust en la Liga 1.

 

Para Randolph Leigh, los ideales de Rousseau son “ultra-democráticos” e “inflaman la imaginación de los hombres impulsándoles a destruir no sólo lo que es intolerable en los sistemas de gobierno, sino el tejido mismo de cualquier gobierno, poniendo en su lugar un reino de arcoiris, música suave y lejanos días de hadas (far-off fairy-days)” (p.8). Para Leigh, Voltaire es un cínico “apostador en el mercado de valores y negociante en contratos del ejército, [a quien] no le preocupó sacar su raja del viejo orden mientras avanzaba en su proyecto de destruir el régimen” (p.9). Sólo Montesquieu merece su elogio, pues “mientras Rousseau llama a los hombres esperar lo imposible y Voltaire los hace cuestionar todo, [Montesquieu] los invita a mirar críticamente el vasto problema del gobierno y acompañarle en la búsqueda de una filosofía de la Historia que no sólo satisfaga la mente pero que tenga también valor práctico” (pp.10-11).

 

Tengo para mí que el objetivo político de Randolph Leigh y el Washington Evening Star era reclutar jóvenes promesas para defender a los Estados burgueses del “peligro rojo” que en aquéllos días representaba la Revolución Soviética. Invitaron a los mexicanos para entender mejor lo que estaba ocurriendo al sur del Río Bravo y en la esperanza de que eso elevaría el prestigio de los elementos moderados y conservadores en el nuevo Estado Mexicano. Esto explica que la convocatoria mexicana la hiciera un diario conservador como El Universal y que entre los jueces del concurso mexicano de 1926 estuviesen Manuel Gómez Morín (1897-1972) quien entonces aún era colaborador del presidente Calles y José María Lozano (1878-1933) quien siendo diputado había denunciado a los zapatistas como jinetes del apocalipsis y que en 1913-14 fue secretario de Instrucción Pública del Usurpador Huerta.

 

Nada de eso afectó a los muchachos concursantes. El jurado les dio tres horas para preparar un discurso sobre “El Balance Moral de la Revolución Mexicana” y prácticamente todos presentaron cuentas revolucionarias, radicales y muy zapatistas. (En esto sigo a Guillermo Tardiff en su libro El Verbo de la Juventud Mexicana a través de los Concursos de Oratoria de “El Universal” primera y segunda épocas, de 1961.) Y el mejor entre ellos fue Muñoz Cota –quien luego fue secretario particular de Lázaro Cárdenas, embajador en varios países de Latinoamérica y, por décadas, profesor de preparatoria enamorado del legado de los Flores Magón.

 

Lleno de loas a Zapata, el Nuevo Espartaco, José Muñoz Cota viajó a EUA. Y quedó en un muy elogiado segundo lugar. Su profesor de oratoria en la Escuela Nacional Preparatoria, Horacio Zúñiga Anaya (1897-1956), lo recibió a su regreso a México con un discurso en el que narró la victoria retórica de Muñoz Cota como “La venganza de Ariel”. Se puede consultar el elogio de Zúñiga vía electrónica en las páginas 53-58 del Tomo VI de una colección de sus obras (Liga 2).

 

Es decir, Muñoz Cota no cumplió las expectativas de Leigh ni las del el Washington Evening Star. Pero ni él ni su generación de intelectuales lograron tampoco una conexión profunda con los movimientos populares latinoamericanos. Cuando Zúñiga elogió su triunfo oratorio de 1926 en el Potomac como “La venganza de Ariel” en su verbo hay mucho más nacionalismo de élite criolla (José Enrique Rodó, 1871-1917) que solidaridad entre los nacionalismos populares que estaban apareciendo en toda Nuestra América (José Carlos Mariátegui, 1894-1930). De hecho, entre las citas que mis amigos oradores luego soltaban a la mitad de un discurso, aparecía de vez en vez José Ingenieros (1877-1925) –a quien Eduardo Galeano y otros han denunciado como racista. (Liga 3.)

 

Permanezcamos un poco más en 1926 y los años que siguieron. Si volteamos a ver alrededor de Muñoz Cota y Zúñiga, encontraremos no sólo a Gómez Morín y a Lozano sentados en el mismo jurado, sino a José Vasconcelos enfilándose a Derechas –hasta convertirse en candidato presidencial de las élites urbanas y criollas en 1929. Y al llegar a este último año, deberemos recordar que el hoy muy sacramentado Movimiento de la Autonomía Universitaria era… un movimiento de Derechas. Porque los pasillos de la educación superior eran los únicos espacios que la revolución de masas había dejado a las viejas y nuevas élites urbanas. Recordemos que para 1940 Vasconcelos editaba la revista Timón con dinero nazi y explicaba en Excélsior por qué los Aliados estaban condenados a ser derrotados por los fascistas.

 

Debo aclarar, en su defensa que para 1940, José Muñoz Cota era diputado federal del bloque rojo del cardenista Partido de la Revolución Mexicana, pero bajo Ávila Camacho lo enviaron de embajador para alejarle de la política diaria. Y a su regreso, por apoyar al Henriquismo en 1952, el priísmo lo condenó a ser solamente profesor de la Preparatoria Nacional. Una jaula pintada de rojo nacionalista, sin contacto con bases populares y con relaciones latinoamericanas meramente culturales.

 

Así se templó el acero de nuestro querido maestro de oratoria. Yo le agradezco a Muñoz Cota la sabiduría cardenista vieja, la sed de cultura y la exigencia de argumentos serios. Pero también recuerdo su incapacidad para comprender el movimiento campesino-indígena que ocurría alrededor del Comitán de 1983-1987 –adonde se realizaba uno de los más famosos concursos de oratoria de nuestra generación. En 1983, decenas de jóvenes oradores vimos las pintas de los campesinos denunciando la represión del general-gobernador Absalón Castellanos y ninguno dijimos nada en la palestra… ¡y eso que el lema del concurso era “Libre por la Palabra Libre”. Pero la palabra libre necesitaba conocer a los campesinos tojolabales –algo que no teníamos entonces.

 

Por todo lo anterior no me extrañó leer comentarios ligeros cuando mis compañeros oradores opinaron sobre el Incidente de Quito del pasado 5 de Abril de 2024. En nuestro chat WhatsApp de “Discípulos Muñozcotistas”, escribieron que “hay una serie de errores en la política exterior por parte del gobierno de México y no es el único” (orador 1). Ó que “todo [ocurrió] porque AMLO hizo enojar a la clase política ecuatoriana: el intervencionismo de Obrador pone en riesgo al cuerpo diplomático” (orador 2). Ó esto: “¿saben que uno de los principales socios del cartel de los chapitos es precisamente el ex vicepresidente a quien se pretendió rescatar y que por eso está siendo condenado?” (oradora 3). Ó, respondiendo a la anterior: “de que [el expresidente Glas] es una ficha lo es, es Odebrecht, es como si hubiera pedido asilo político Lozoya” (orador 1). Para terminar, olímpicamente, conque “además [Glas] es un narco político” (contrarréplica de oradora 3).

 

Ante eso, les comenté que esa narrativa es lo que dicen las últimas tres administraciones presidenciales del Ecuador. El problema es que tanto las acusaciones por Odebrecht (que ya tienen sentencia firme contra Glas) como las imputaciones de narco (que no han terminado de enfilarse en su contra) están metidas en una trama que implica no sólo al ex-vicepresidente sino a varios otros personajes de la Izquierda ecuatoriana. En el caso del ex-presidente Correa, esas acusaciones no han tenido éxito pese a que Ecuador mandó a Bélgica sus probanzas judiciales. Pese a ello, Bruselas le dio asilo a Correa (quien allá reside). Cuando Ecuador pidió que Interpol detuviese a Correa, la agencia se negó señalando que la acusación estaba manipulada políticamente. Sobre Glas, habría que recordar que él fue uno de los precandidatos a la presidencia en la elección extraordinaria de 2023. En fin, les dije a mis amigos oradores que este es el contexto complejo de las acusaciones penales contra Glas.

 

Y agregué que por eso, con base en el Artículo III primer párrafo in fine de la Convención sobre Asilo Diplomático, México le concedió asilo a Glas. Ó dicho más directamente: Glas es un perseguido político, igual que otros miembros de la Izquierda correísta en el Ecuador.

 

Por supuesto, mis argumentos no pesaron en el corrillo de oradores que te cuento, querida lectora. Allí seguimos como en 1926, aplaudiendo venganzas poéticas de Ariel mientras ignoramos todo de la geopolítica real-material de Nuestra América. Ó como en Comitán 1983, ignorantes del movimiento campesino tojolabal reprimido por el gobernador priísta.

 

Ligas usadas en este texto:

 

Liga 1:

https://babel.hathitrust.org/cgi/pt?id=uc1.$b273872&view=1up&seq=9

 

Liga 2:

http://ri.uaemex.mx/bitstream/handle/20.500.11799/58692/TOMO%20VI%20VERBO%20PEREGRINANTE%20Y%20HOMENAJE%20A%20LA%20BANDERA.pdf?sequence=3&isAllowed=y

 

Liga 3:

https://lavanguardiadigital.com.ar/index.php/2018/12/21/el-lado-oscuro-de-jose-ingenieros/

 

 

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