El Huerto (18-Junio-2015)

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Herramientas para el debate

Por Víctor García Zapata

@victorgzapata

 

 

Recientemente fue presentado el libro “Resistencias locales, utopías globales”, coordinado por Raúl Romero y Octavio Solís. Se trata de un excelente volumen que compila experiencias de activistas de Brasil, España, Estados Unidos, Chile, Colombia y México, que participaron en el último ciclo de movilizaciones en el que con formas, códigos y dispositivos de nueva generación desplazaron demandas específicas (alto a la violencia, gratuidad en la educación, subsidio al transporte, democratización de los medios) hacia el cuestionamiento integral, no sólo de la democracia sino de la política en su conjunto.

El libro es trascendente por que equilibra la palabra militante con la densidad analítica y reflexiva, pero, también, porque es editado por el Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Sería deseable que editar este tipo de materiales fuera una práctica permanente y consolidada en el marco de los esfuerzos por fortalecer la organización sindical. Que el STUNAM destinara recursos a la difusión, distribución y discusión del libro entre sus agremiados. Lamentablemente, da la impresión de que muchas de las organizaciones populares en México, igual que los partidos políticos, han perdido la tradición de la divulgación, de la formación y, con ello, del debate estratégico de largo plazo.

El 14 de marzo del año 2000, Marco Rascón denunció en La Jornada que el PRD había desmantelado su imprenta y acusó lo que en estos tiempos es evidente:

“El efecto fue paulatino, pero devastador, pues al cambiar la concepción de la propaganda y la comunicación, se cambió también la idea de activismo y de militancia, degradándose las formas de participación a grupos de interés y posiciones. Los recursos electorales usados a través de medios ajenos aislaron a la izquierda, la sacaron de la calle, los centros de trabajo y deshicieron estructuras de base”

“para la izquierda - dice en el mismo artículo -, la difusión con medios propios era considerada una tarea estratégica, un ejercicio de independencia política frente al Estado y los gobiernos. Desde la época del Machete, la política de izquierda y sus instrumentos de propaganda siempre se concibieron como una tarea educativa, formativa y de información. La relación de la política con la propaganda y el activismo forjaban cuadros para el debate y la defensa de las ideas elaboradas colectivamente. Por ello la izquierda forma editoriales, funda revistas y periódicos hoy en su mayoría desaparecidos” (Rascón, La Jornada, 2000).

En el caso del PRD, es evidente que la formación de cuadros fue sustituida por la negociación de pesos específicos con respecto a la capacidad clientelar de las corrientes. Los grupos perdieron su carácter de formadores de opinión y se volvieron promotores de incondicionalidades a cambio de dádivas políticas o, en su más cruda expresión, a cambio de solventar necesidades básicas de sectores populares. Esta práctica “del Partido” tuvo su reflejo en decenas o centenas de organizaciones populares que aceptaron la lógica de negociar beneficios económicos o políticos a cambio de “músculo social”. Todo ello fue volviendo “innecesaria” la práctica de fomentar el debate de ideas estratégicas sobre proyecto político, acumulación de fuerzas, política de alianzas, formas de movilización y, en general, sobre todo aquello que pusiera en cuestión el sentido político y ético de la demanda. La lógica electorera, inmediatista y de “grupos de interés” volvió obsoletas las herramientas de divulgación y formación política.

Hoy, no puede decirse que sean pocas las plataformas de información e incluso de divulgación creadas por organizaciones, o activistas de izquierda: La Zurda, de Alejandro Encinas; Rompeviento TV, La Izquierda Diario del Movimiento de Trabajadores Socialistas, Más de 131, Revista Hashtag, entre muchos otros. En todo caso, lo que corresponde para fortalecer la visión estratégica es equilibrar la información noticiosa, la denuncia de violaciones a derechos humanos con el debate ideológico que, sin escozores panfletarios, sin dogmatismos ni demagogias pone en el centro del debate las cuestiones de proyecto, de táctica y de estrategia, así como la necesidad de fortalecer las capacidades militantes.

Hay organizaciones sociales que implementan espacios de diálogo, de encuentro, y que retomando las experiencias de la educación popular, configuran espacios pedagógicos y formativos. Pueden ser muchos los formatos y dispositivos, lo cierto es que: combatir el estancamiento programático propuesto por el liberalismo (en donde el debate se estrecha en: transparencia, derechos humanos vistos como casos individuales, combate a la corrupción o políticas sociales que aumenten poder consumo en la base de la pirámide); ser capaces de imaginar proyectos de sociedad y órdenes sociales distintos basados en el fortalecimiento de la noción de lo público, lo colectivo, lo comunitario, la autogestión y los mecanismos de producción y de redistribución de la riqueza y bienestar social; pensar en torno a cómo lograr esos proyectos y en cómo agruparnos mejor, sólo será posible reproduciendo las herramientas para el debate.

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