El rechazo al "suicidio de Estado"

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 J. Jesús Esquivel

Corresponsal de la revista Proceso en Washington

@JJesusEsquivel

El rechazo al "suicidio de Estado"

Washington – Por cordura, lógica, sensatez y razonamiento, se podría decir que los electores del estado de Iowa comenzaron a desinflar al multimillonario racista y lenguaraz de Donald Trump.

La experiencia electoral en los Estados Unidos nos puede llevar a la conclusión de que los electores de este país, aunque cansados de los políticos tradicionales, tampoco están tan desesperados como para un “suicidio de Estado”.

La primera derrota de Trump, justo en el arranque de los comicios primarios para elegir al candidato/a presidencial republicano y demócrata, es una gran lección de que los electores de cualquier país a la verdadera hora de sufragar no se dejan manipular o influir por los medios de comunicación ni por la banalidad.

Trump, quien desde junio del año pasado cuando anunció su candidatura a la nominación presidencial republicana, fue de manera instantánea la celebridad que buscaban los medios de comunicación (sobre todo las televisoras) para hacer menos aburrida una larguísima cobertura hacia las elecciones presidenciales del martes 1 de noviembre de este año.

Nadie en su sano juicio puede dedicar más de un año a seguir a una figura para convertirla en su candidato. ¿Quién lo puede aguantar?

A pulso, Trump se ganó la derrota en el caucus o asamblea electoral del 1 de febrero en el estado de Iowa. Su racismo, su desprecio por las mujeres, sus bravuconerías, pero sobre todo su ignorancia política, hicieron razonar a los electores y lo vomitaron. Y no es que el senador por el estado de Texas, Ted Cruz, quien ganó Iowa, sea la mejor opción, pero por lo menos Cruz es un político profesional con mayor conocimiento de lo que ocurre en los Estados Unidos.

El caso Trump creo que es uno de los episodios más lamentables en los procesos electorales de Estados Unidos. Con la de noviembre, llevaré ya ocho elecciones presidenciales que cubro como corresponsal mexicano. No soy ni me considero un erudito en el análisis electoral estadunidense. Sin embargo, considero que por los años de cobertura de eventos de esta naturaleza, puedo concluir que siempre, a la hora de votar, los estadunidenses son demasiado conservadores y su sufragio va para el candidato que les ofrece la mejor opción económicamente hablando.

El fanfarrón de Trump presume su riqueza y promete a los estadunidenses hacerlos ricos como él. Por más desinterés político que tenga un carpintero sajón de Iowa, no creo que sea tan inocente como para pensar que nada más votando por Trump dejará las filas de la clase media para convertirse en millonario.

Ya frente a las urnas, los estadunidenses reconocen el riesgo de colocar a un payaso como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas.

Los procesos de elección presidencial en Estados Unidos son extremadamente caros. Cada cuatro años se gastan miles de millones de dólares en eso. En esta elección en particular, los medios de comunicación, por falta de información de interés nacional, exageraron en darle tanta cobertura a un ignorante político pero millonario.

Trump, con sus promesas de expulsar a los mexicanos y a los musulmanes de Estados Unidos, de construir un muro en la frontera sur a cargo del erario mexicano, y, casi casi, de lanzar una tercera guerra mundial para acabar con el terrorismo internacional, fue como la joya más codiciada para cubrir los espacios informativos de las cadenas de televisión, en especial las de noticias por cable.

Los medios de comunicación subestimaron a los electores. Iowa fue una buena lección y confirmación de ello.

“El rey ha muerto, viva el rey”, dice uno de los dichos más famosos de la política internacional. Este adagio se cumplió cabalmente en Estados Unidos después de la asamblea electoral de Iowa.

Si este martes 9 de febrero en las elecciones primarias del estado de New Hampshire se profundiza el declive de Trump, es posible que este personaje y político de oropel ya sea cosa del pasado.

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