Margensur (Veracruz: el horror que no termina)

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Alejandro Saldaña Rosas

Sociólogo. Profesor Investigador de la Universidad Veracruzana

Twitter: @alesal3

Veracruz: el horror que no termina

 

El día 11 de enero cinco jóvenes fueron víctimas de desaparición forzada por policías de la corporación dirigida por Arturo Bermúdez Zurita, secretario de Seguridad Pública (SSP). A más de trece días de su desaparición, aún no se localiza a José Benítez de la O, Mario Arturo Orozco, Alfredo González Díaz, Bernardo Benítez Arroniz y Susana Tapia Garibo.

            Dos personas han sido consignadas por este delito: Marcos Conde Hernández, delegado de la SSP, y el policía Otoniel Cruz Linares. Según la Fiscalía del estado, los policías habían entregado a los jóvenes a un grupo delincuencial, sin especificar de qué organización se trata, el móvil del delito ni el destino de los muchachos. Antes de haber sido comisionado a Tierra Blanca, Conde Hernández fue jefe policiaco entre 2012 y 2014 en la ciudad de Cardel. Por esos años era bien sabido que por Cardel mejor ni pasar porque los levantones y desaparecidos estaban a la orden del día. Inclusive jóvenes del movimiento #YoSoy132 debieron tomar medidas de seguridad extremas para ir a volantear a esa ciudad.

            La desaparición forzada ocurrida en Tierra Blanca recuerda dolorosamente a los 43 normalistas de Ayotzinapa, lo que nos deja ver que estamos ante un delito que se practica sistemáticamente por las “fuerzas de seguridad” del país, no ante eventualidades. Si policías municipales, estatales, federales, soldados, marinos o integrantes de cualquier otra corporación desaparecen y “entregan” a ciudadanos al crimen organizado es porque están al servicio de éste. Y si las “fuerzas de seguridad” operan en contubernio, o de plano a las órdenes de la delincuencia, es porque sus mandos superiores no sólo lo toleran, sino que inclusive lo exigen. Entre delincuentes y “fuerzas de seguridad” la distancia es mínima, imperceptible, quizás acaso solamente marcada por el uniforme, y eso quién sabe.           

            En Veracruz la relación entre las “fuerzas de seguridad” y el crimen organizado no es nueva, si bien durante el duartismo se ha estrechado. Aquí los policías estatales levantan chavos para golpearlos y torturarlos, “a ver si aguantan para trabajar” (como me dijo un chico con el que platiqué luego de que policías le reventaran las nalgas a tablazos).

            No olvidemos que uno de los represores más brutales del régimen priista era veracruzano: Fernando Gutiérrez Barrios. El llamado “súper policía del sistema” fue el responsable de que miles de mexicanos fueran espiados, perseguidos, torturados, desplazados, asesinados. Gobernó la entidad hace treinta años por un breve periodo de dos años para posteriormente encargarse de la Secretaria de Gobernación durante casi todo el aciago sexenio de Carlos Salinas. Apodado “El Pollo”, Gutiérrez Barrios construyó durante cuatro décadas el aparato de seguridad del régimen político en el que la delincuencia (organizada y no) ha cumplido un papel central como ejecutora de crímenes, formadora de cuadros, proveedora de armas y pertrechos, abastecedora de información, entre otros servicios. De igual forma, el aparato de seguridad institucional ha nutrido de cuadros, recursos, información e impunidad a los grupos delincuenciales.

            La lista de los vasos comunicantes entre las “fuerzas de seguridad” y los cárteles es enorme e inacabada: Nazar Haro, Acosta Chaparro, Arturo Guzmán, Gutiérrez Rebollo, Heriberto Lazcano, González Calderoni, Salinas de Gortari, Mario Villanueva, Humberto Moreira, Marcos Conde Hernández y un larguísimo etcétera. Sabemos de algunos que han caído, los que permanecen tras bambalinas son los más peligrosos porque siguen operando en la impunidad.

            En este contexto no sorprende, pero sí indigna, que el 19 de enero pasado se haya descubierto una fosa clandestina, otra más en Veracruz, en el municipio de Emiliano Zapata. Según las autoridades, había “solo” 3 cuerpos; de acuerdo a otras fuentes había entre 12 y 22 cuerpos con huellas de tortura, mutilados y con tiro de gracia (http://aristeguinoticias.com/2001/mexico/hallan-fosa-en-basurero-de-veracruz/). Sin que el dato del número de cuerpos sea irrelevante, llama poderosamente la atención el lugar donde se encontraron: en la colonia Aquiles Córdova Morán del municipio de Emiliano Zapata, a menos de 500 metros del Centro de Estudios e Investigación en Seguridad, mejor conocido como Academia de Policía de El Lencero. Como se sabe, Aquiles Córdova es el fundador del Movimiento Antorchista, grupo de choque del PRI. Es decir, estamos hablando de una fosa clandestina ubicada en una colonia fundada por priistas del movimiento antorchista, a pocos metros de la “academia” de policía. Demasiadas coincidencias para no provocar sospechas.

            Es inverosímil que ni colonos antorchistas ni discípulos de la academia de policías no estuvieran enterados de que en sus terrenos había una fosa con decenas de restos humanos. Si no lo denunciaron es porque sus líderes y sus jefes les ordenaron callar. Eso los hace cómplices.

            Una fosa clandestina al lado de la “academia” de policía es muy simbólica de los tiempos que corren en Veracruz. Del horror que no termina. De los vasos comunicantes entre policías, delincuentes, funcionarios y gente de empresa ante los que los ciudadanos estamos completamente inermes. Solo así puede entenderse que en lo que va del sexenio del vacuo y pernicioso Javier Duarte, las denuncias por mujeres desaparecidas en la entidad se hayan incrementado en ¡5,000%! (datos oficiales. Aquí la nota: http://www.reforma.com/aplicacioneslibre/articulo/default.aspx?id=748934&md5=a8e7a3ff608bd60869df53b8582c794b&ta=0dfdbac11765226904c16cb9ad1b2efe)

            Fosas clandestinas, feminicidios, desapariciones, enorme deuda pública, golpizas a maestros, estudiantes, campesinos, jubilados, depredación ambiental, robo de combustible, extorsiones, robos, asesinatos, cero crecimiento económico: este es el verdadero legado de Duarte. En Veracruz el horror no tiene fin.

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