Margensur (José Cruz: blues y luz)

  • 1

Alejandro Saldaña Rosas

Sociólogo. Profesor Investigador de la Universidad Veracruzana

Twitter: @alesal3

José Cruz: blues y luz

Para José Cruz

Diagnóstico actual: Trombo embolia pulmonar; no hay camas en Nutrición; necesaria hospitalización. Bendiciones.

(Del muro de Facebook de José Cruz: https://www.facebook.com/José-Cruz-750160538378065/?fref=ts)

 

 

Querido José: tu post del 15 de enero me enfureció mucho, me dio una enorme rabia saberte tan vivo y saberte tan perdido en los pliegues secos de la criminal burocracia que “gobierna” este país. En realidad me dieron dos rabias: una por la falta de atención médica y la otra por los muchos comentarios que suscitó tu publicación: deseos de recuperación, buenas vibras, ánimos y oraciones que cientos de tus amigos y admiradores enviaron. Qué bueno que fluyan las buenas intenciones, pero se requiere también convicción y voluntad política para exigir lo que es un derecho de todos. Tú, como cualquier otro mexicano, merece una cama en un hospital. Y como muchos mexicanos, ese derecho se te ha negado.

            No quiero hablar de cualquier mexicano, sino de ti, de tu música, tu poesía, de tu coraje para vivir, que es más fuerte que tu gusto por el infierno: sobreviviente en una ciudad que mata a besos de ginebra, has salido redivivo del peor de los abismos, el que te habita.

            Debo decirte que desde los tiempos del Real de Catorce me acompañaste en muchas ocasiones en el recorrido a mis infiernos. A veces salí bien, otras no me acuerdo, pero si ando aquí es quizás porque la luz de tu armónica me mostró el camino de regreso. Si Hamelín tiene a su flautista, la ciudad de México tiene al más grande músico de blues que han parido sus banquetas: a los primeros acordes, miles, millones de ratas y más de una mujer sucia, salimos convocados al rojo de la tarde.

            La primera vez que me atrapó tu música fue en 1985, año del terremoto que se llevó al Rockdrigo y a miles de personas más, pero también el año en que de una grieta abierta en el asfalto nació Real de Catorce, contigo mero al frente. Año de dolor y muerte, año de solidaridad y esperanza: si yo creyera en la suerte y el destino, pensaría que el sino de ese año de claroscuros marcaría de por vida y de por muerte a todos los artistas que brincaron a la escena. No creo en el destino, sí en la suerte de haber escuchado por vez primera en mi vida el mejor blues que nunca antes había oído: el que me gritaba en español los mismos aullidos que los negros del delta del Mississippi cantaban “no por ser negros, sino por ser humanos” (como bien lo escribiste hace pocos días). “La reconstrucción social del blues mexicano”:

https://www.facebook.com/permalink.php?story_fbid=1015445145182935&id=750160538378065).

            En aquella época creo que México fue invadido por una ola de esperanza. El terremoto nos dio la posibilidad de darnos cuenta de que teníamos una enorme capacidad de autogestión; además las coordinadoras democráticas: CNTE, CNPA, CONAMUP, COSINA, abrían nuevas posibilidades de construcción de lazo social y de proyectos ciudadanos de autonomía política; las calles hervían al calor del debate y la utopía. El rock y el blues aportaron una buena dosis de entusiasmo, con Rockdrigo en otro barrio, otros compas siguieron abriendo brecha en el asfalto: Jaime López, los Botellos, Rafa Catana, Guillermo Briseño, Cecilia Toussaint, Roberto González, la Maldita y muchos más que se me escapan de la memoria y quizás del gusto. Y al frente de esta gran generación de músicos, poetas y locos: Real de Catorce y su chamán mayor, José Cruz Camargo.

            En los años noventa tomé una decisión radical: me fui de la ciudad de México. Cuando los amores son profundos y recios, a veces no queda más remedio que tomar distancia, así me pasó con la ciudad. Salvaje amante que dejó arañazos por todo lo que de mí quedaba, tuve que separarme para –literalmente- salvar el pellejo. Iluso de mí, la distancia fue más tóxica que el reventón diario porque cada vez que iba al chilango, llegaba con excesos de deseo, con deseo de excesos. Y la ciudad cumplió, sin duda alguna, siempre con música de fondo, de frente y de perfil, de cámara y recámara, música de cilindrero en esquina, de tibiri tabara y de aullido prolongado. Real de Catorce estuvo cada madrugada que se hizo día, cada día que se hizo humo.

            Para finales de esa década mi hijo Daniel probó el dulce veneno del blues, nomás que él lo bebió por partida doble: un concierto del Real y un par de semanas después, una suerte de milagro: te vio, José, caminando tranquilamente por la colonia Educación. Y Daniel, fresco a sus apenas 15 o 16 años, se aproximó a ti para decirte que acababa de verte en un concierto y que él tocaba la guitarra. Lo invitaste a tu casa y tocaron juntos por un par de horas. Para mi hijo ese momento fue decisivo en su carrera: se dio cuenta de que su porvenir musical era de corto aliento, no así su gusto y su destreza para jugar con las palabras. Por la época recitaba extasiado Un Mediodía Triste: tu poesía fue clave para hacer de él un muy buen poeta, mejor narrador, trasnochado irredento, blusero de cepa, chilango por derecho y por dolor propio.

            Te perdí la huella unos años, no porque no supiera dónde andabas sino porque yo seguía mis pasos en reversa. Ironías de la vida ¿o de la muerte? Mientras tu alineabas con el escuadrón de la muerte, yo te tenía como primera figura en mi escuadrón de la vida, junto a Henry Miller, Dylan Thomas, Joaquín Sabina, Miles Davis… ¡puro destacado inquilino de los patios de cristal! Acunado por tan bellas bestias, los demonios que me atenazaban se fueron haciendo chiquitos, o al menos mansitos. Poco a poco pasé de escuchar tu música con el alma borracha a oírla con una sonrisa de nostalgia. Y una carcajada de alegría.

            Por todo lo anterior, por todo lo que viene y por todo lo que me queda por decirte, quiero gritar desde este espacio que exijo te atiendan en Nutrición o en el hospital que decidas. José, tú como cualquier otro mexicano merece atención médica adecuada, profesional, ética. Es un derecho y los derechos no se tuercen, nomás se exigen. Has pagado con un mucho de blues la renta, la escuela, la calle, el metro, el museo, la cantina, el parque y el hospital. Y si no cumplen, tú nomás has sonar la armónica de nuevo: millones de ratas saldremos a luchar por ti.

            Con una razón para vivir tarareada en tarde de domingo, va un fuerte abrazo.

Atrás El público se inclina por Sanders en debate demócrata rumbo a elecciones en EUA
Siguiente Ayotzinapa y la campaña de desprestigio contra el GIEI
Entradas Relacionadas
Comentario 1
  • Robert Ru

    El texto del maestro José Cruz "La reconstrucción social del blues mexicano", es un análisis con bases firmes y apoyado en un contexto histórico social, excelentemente fundamentado. Es un texto con conocimiento y causa de la sociedad mexicana.
    Por su contenido es un documento valioso y digno de publicarse y difundirse en medios serios de comunicación.
    Un abrazo, una felicitación al maestro José Cruz, mis mejores deseos en su pronta recuperación y Bendiciones de Luz y Blues.

    Responder
    31 enero, 2016

Escribir comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *