Margensur (Dos presidentes)

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Alejandro Saldaña Rosas

Sociólogo. Profesor Investigador de la Universidad Veracruzana

Twitter: @alesal3

Dos presidentes

 

El México de hoy tiene, en efecto, dos presidentes. Y entre los dos presidentes no es a Peña Nieto al que “Espinoza” y yo planeamos ver.

Sean Penn

(http://www.rollingstone.com/culture/features/el-chapo-speaks-20160109?page=3)

 

 

Imperdible el texto publicado por Sean Penn en la revista Rolling Stone. Es un documento de enorme relevancia, tanto por lo que dice como por lo que enuncia, por lo que deja entrever. Se ha difundido ampliamente el pequeño video de aproximadamente dos minutos de duración que acompaña al texto, pero es necesario leer el documento para entender las circunstancias que rodean la entrevista que el actor estadunidense y la actriz mexicana Kate del Castillo realizaron al Chapo Guzmán, presumiblemente en algún lugar del llamado Triangulo Dorado, esa agreste región en el entrecruzamiento de los estados de Sinaloa, Durango y Chihuahua.

            El affaire Kate-Chapo se remonta al año 2012 cuando ella publicó en redes sociales una carta en la que expresa emociones, convicciones, creencias y descreencias. En una parte de su carta, Kate dice: “Hoy creo más en el Chapo Guzmán que en los gobiernos que me esconden verdades aunque sean dolorosas, quienes esconden la cura para el cáncer, el sida, etc. para su propio beneficio y riqueza”. Enseguida, conmina al capo a “traficar con el bien”. Ese pequeño guiño –exagerado y fuera de lugar quizás- de la protagonista de La Reyna del Sur fue suficiente para ganarse un cierto aprecio del narcotraficante, lo que años después allanaría el camino para la entrevista de Sean Penn.

            Difícil coincidir con Kate en eso de que “hoy creo más en el Chapo”, pero no en cuanto al descrédito de los gobiernos “que me esconden verdades”. Como muchos mexicanos, yo no creo ni tengo confianza en el Chapo ni en Peña, los dos presidentes a los que alude Sean Penn en su artículo.

            Es claro que en rigurosos términos jurídicos no hay dos presidentes, pero como recurso de análisis para comprender al país es factible usar la figura. Aún más, en realidad en México hay dos poderes: el de Peña, quien preside al México “institucional”, y el del Chapo, quien preside al México de la “ilegalidad”. El problema es que cada vez resulta más difícil establecer con precisión cuál es la diferencia entre uno y otro. Y aún más: entre ambos hay una serie muy compleja de vasos comunicantes que los hacen mutuamente dependientes. Esto significa que la presidencia de Peña es incomprensible sin la presidencia del Chapo, y viceversa.

            En efecto, el dinero del narco (no importa de qué cártel se trate) en las campañas políticas es decisivo para la definición del “ganador” en la contienda. Con dados más que cargados, el juego electoral tiene más de simulación que de ejercicio democrático, salvo en contextos y coyunturas específicas donde a veces ocurren ciertos sobresaltos (por otra parte necesarios para legitimar al sistema). Asimismo, los recursos que inyectan los negocios ilegales: narcotráfico, trata de personas, extorsiones, secuestros, tala clandestina, robo de gasolina, etc. en la economía legal seguramente son ingentes, pero ante la falta de información confiable solo queda hacer conjeturas. ¿Cuánto dinero proveniente de negocios ilegales circula en los circuitos financieros mexicanos? No lo sé y probablemente ni el mismo gobierno lo sepa.

            Por otra parte, como ha sido demostrado por especialistas en el tema, el narcotráfico crece a la sombra de las instituciones del Estado. En la nómina de los cárteles están policías, ministerios públicos, jueces, alcaldes, soldados, jefes militares, diputados, senadores, gobernadores, empleados públicos de baja, media y alta ralea. Esta estructura permite que recursos públicos destinados al desarrollo de estados y municipios terminen en manos de grupos de la delincuencia, por ejemplo, a través del ramo 33.

            En su periplo para acudir a la cita con Joaquín Guzmán, Sean Penn relata que el convoy debió pasar un retén militar. Y lo cruzaron, sin ningún problema. Según relata el ganador de dos premios Oscar, en el vehículo viajaban, además de él, Kate del Castillo, “Espinoza” (enigmático personaje de origen latino amigo de Sean) y Alfredo Guzmán, hijo del Chapo. Imagine usted la escena: en una carretera serrana viajan en el mismo vehículo un actor gringo, una reconocida actriz de telenovelas mexicana y el hijo del narcotraficante más buscado del mundo. Y a los militares no les llama la atención el bonito combo, seguramente porque es frecuente que pasen por esa carretera actores gringos, actrices mexicanas e hijos de capos. La corrupción del Ejército mexicano evidenciada a los ojos del mundo. Hasta el momento la Sedena no ha emitido comunicado alguno.

            Dos presidentes, dos delincuentes. La diferencia es que el Chapo ha sido procesado y encarcelado varias veces, al punto que ya tiene tarjeta cliente frecuente y puntos premier, mientras Peña permanece impune. Las dos “fugas” del Chapo nos han dejado varias lecciones, entre otras, que si está preso o está libre no se modifica absolutamente en nada ni el tráfico de drogas ni los índices de violencia en el país. Por eso resulta ridículo que Peña se enorgullezca a través de un infame tuit de haber recapturado a su némesis: “Misión cumplida: lo tenemos. Quiero informar a los mexicanos que Joaquín Guzmán Loera ha sido detenido”. Sinvergüenza y petulante, Peña se congratula de cumplir con su obligación. No, nadie le aplaude, no tenemos porqué. Menos aún cuando da exactamente lo mismo que el Chapo o cualquier otro capo esté en prisión. El tráfico de drogas y su larga cola de sangre y muerte permanece impávido. Como lo dice Guzmán Loera en la entrevista: "El día que yo no exista no va a mermar el tráfico de drogas".

            Es factible suponer que la recaptura del Chapo haya sido precedida de los acuerdos y amarres necesarios para que el sistema político no se cimbre, menos aún que se derrumbe. Y si no se han logrado los acuerdos para asegurar que el pacto de impunidad (como lo califica Edgardo Buscaglia) permanezca, seguramente se están construyendo en estos momentos. Hay que preservar a toda costa la presidencia de Peña y los intereses tejidos en torno a ella, para eso, el sistema debe ungir al sucesor del Chapo: el presidente de la ilegalidad que es muy probable que ya esté en funciones.

            Si usted no ha leído el artículo de Sean Penn, no se preocupe, ya saldrá la película.

"El Chapo" es cartucho quemado
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