Margensur (México paralelo)

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Alejandro Saldaña Rosas

Sociólogo. Profesor Investigador de la Universidad Veracruzana

Twitter: @alesal3

México paralelo

 

Debemos imaginar el pasado para que el futuro, cuando llegue, también pueda ser recordado, evitando así la muerte de los eternamente olvidados

Carlos Fuentes

 

Los buenos deseos de año se agradecen como guiños de buena voluntad, aunque muchas veces sean meras formalidades que la etiqueta de la temporada obliga. Sin embargo, cuando se trata de la vida en común, de la colectividad a la que irremisiblemente pertenecemos, al país en su conjunto, los buenos deseos quedan cortos y no tan fáciles de expresar como decir “que tengas salud y prosperidad”. Porque lo que se avizora para México no tiene nada que ver ni con la salud, ni con la prosperidad, ni con la paz: el año que inicia no tiene nada de halagüeño.

            Nubarrones en la economía, subasta de los territorios habitados por campesinos e indígenas, parálisis del mercado interno, opacidad en la administración pública, venalidad en la impartición de justicia, precios del petróleo por los suelos, dólar por las nubes y un larguísimo etcétera hacen que este 2016 pinte más bien en tonos lóbregos. Y por favor, dejemos las consejas del manual de autoayuda para el próximo 28 de diciembre porque es una falacia –y hasta una ofensa- decir que a uno le va en la feria como uno quiere que le vaya.

            Pero bueno, alguna ilusión hay que tener para iniciar el año, para levantarse este 4 de enero a trabajar o para seguir en búsqueda de empleo, para seguir tirando pa’lante en un país que se hunde cada día más. Lejos de fundar ilusiones en promesas vanas, propongo un ejercicio más divertido, creativo y quizás más fructífero: imaginemos el pasado, para poder recordar el futuro, tal como lo dice Carlos Fuentes en el epígrafe que da inicio a esta columna.

            La vía que sugiero es imaginar que mientras este país se desangra a fuerza de balas, impunidad y estupidez, otro(s) México corre en paralelo: un México en el que todos cabemos y tenemos trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz…exactamente los mismos puntos de las demandas del EZLN, que estos días festeja 22 años de insurrección visible. Ese país existe: es el México paralelo.

            Imagine usted un punto de quiebre cualquiera en la historia del país. Imagine que las cosas son diferentes. A mi me parece que un buen punto de inflexión es México en 1968, en el mes de septiembre, cuando el movimiento estudiantil crece con el apoyo popular y el presidente Díaz Ordaz en su informe del día 1º admite que las demandas de los jóvenes y la población son legítimas. En su informe el presidente no amenaza, sino acepta y flexibiliza su posición. A esto le sigue un proceso de diálogo, no sin problemas ni reticencias de los sectores más reaccionarios de la sociedad mexicana y del gobierno gringo. La Universidad, encabezada por el Barros Sierra, juega un papel fundamental puesto que el diálogo entre el gobierno y los estudiantes, trabajadores, campesinos, indígenas e intelectuales sucede justamente en las aulas y auditorios de Ciudad Universitaria. Hay una negociación en la que el gobierno solicita que no haya boicot a los juegos olímpicos. El movimiento estudiantil y popular acepta, a condición de que todos los presos políticos sean liberados y los medios de comunicación oficiales y oficiosos dejen de estar al servicio del gobierno. A regañadientes, el gobierno y los dueños de los medios de comunicación aceptan, pero no liberan a los presos políticos.

            El 2 de octubre es un día soleado. El diálogo en CU es muy complicado, entrampado, violento, jodido. Los representantes del gobierno no ceden un ápice en la demanda de libertad a los presos políticos y que se incorporen a las mesas representantes de todas las etnias del país porque “han sido presos durante más de 400 años”, argumentamos. “Para eso está el Instituto Nacional Indigenista” arguyen y amenazan con echarnos a los granaderos de Cueto. Los estudiantes, profesores, sindicalistas y empleados de gobierno insistimos, presionamos y el día 5 marchamos por los 476 años de silencio en el país. Sabemos que México no es tal sin los más de 12 millones de indígenas que pueblan y nutren el país. A la marcha se suman tres millones de mexicanos en todo el país y unos trescientos mil en los Estados Unidos. Hay huelga general a pocos días de las olimpiadas. Cerramos carreteras, puentes internacionales, fábricas, escuelas, aeropuertos. La consigna es una, con dos vertientes: “presos políticos libertad: por un México donde todos quepamos”. Presionado por todos lados, el gobierno de Díaz Ordaz termina por aceptar las mesas de diálogo que proponemos.

            El 12 de octubre se inauguran los juegos olímpicos, a la par que las mesas de diálogo son presididas por choles, tzteltales, rarámuris, yaquis, nahuas, popolucas. El mundo entero gira su vista a las olimpiadas y a los “diálogos por la imaginación” (nombre cursi con el que nos sentimos bien universales pero que a la larga fue el mejor que pudimos elegir). México está en el corazón del mundo. El “Tibio Muñoz” logra un magnifico tercer lugar en natación, el “Sargento Pedraza” obtiene medalla de oro en caminata (pese a escurrir sangre por los pies) y México logra la mayor cosecha de medallas olímpicas de su historia, impulsado por la energía de miles de estudiantes, trabajadores, empleados, campesinos y empresarios que empujan al equipo nacional con desbordado entusiasmo. Desde entonces, nuestro país es una de las mayores potencias deportivas, artísticas, científicas y lúdicas del mundo. En 1982 ganamos la copa mundial de futbol, en España.

            Desde 1968 México es un país ejemplar a nivel mundial. Incluyente, democrático, pacífico, seguro, vital. El 10 de julio de 1971 es declarado el país más alegre del mundo y a partir de allí somos referente mundial. Suecia quiere aprender de nuestro sistema de impartición de justicia; Finlandia, de nuestra educación; Japón de nuestros sistema comunitario de innovación; Brasil de las escuelas indígenas deportivas; Canadá del servicio de salud ancestral. En 2016 somos un gran país no exento de problemas, pero con los mecanismos e instancias para resolverlos.

            No tengo espacio suficiente para describir cómo el México paralelo es posible y existe. Basta comentar que todo inició cuando en agosto de 1968 una mujer persuadió a su esposo de ir a la marcha en apoyo de “los muchachos”, como entonces se les llamaba. Luego persuadió a una vecina, ella a su papá, él a otro amigo, luego al barrio entero. Ella inició todo. A esa mujer debemos que exista un México paralelo, un México donde todos cabemos, sonrientes y seguros.

            Hoy tenemos aún una posibilidad: salgamos a las calles a recordar nuestro futuro.

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