Transformar el terror

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Ricardo González Bernal

Coordinador del Programa Global de Protección de Article 19

@R1card0G0nzalez

Transformar el terror

 

Los actos terroristas, más allá de la definición logocentrista de la academia occidental/estadounidense que se ha repetido hasta la saciedad en los medios de comunicación y que pretende reducir a las sociedades a un receptáculo de “terror” pasivo, tienen como objetivo último obligar a la opinión pública a tomar partido.

 

En esta ocasión, el mensaje de los terroristas y la respuesta de sus enemigos no fue a favor o en contra de la libertad de expresión, como cuando en enero pasado fue atacada la redacción del periódico satírico Charlie Hebdo. El viernes pasado, el mensaje y la respuesta estuvieron centradas en la crisis de refugiados sirios que experimenta Europa desde hace algunos meses.

 

El guión parecería ir de la siguiente manera: Primer acto: ataques simultáneos en París. Segundo acto: gobiernos y facciones conservadoras y nacionalistas señalan como culpables a refugiados que han llegado a Europa y claman por el cierre de fronteras. Tercer acto: miles de familias desplazadas no tienen otra opción más que volver a Siria, colaborar con sus victimarios o enfrentar las consecuencias.

 

Como lo explicó recientemente Slavoj ZIzek, la contraparte natural de ISIS en tanto expresión islamo-fascista son los grupos europeos racistas y anti-inmigrantes. Ahí precisamente hay que ubicar los actos terroristas en París, en una conjunción casi simbiótica de dos expresiones políticas producto de la más decadente sofisticación de la modernidad-capitalista.

 

No olvidemos que, hasta el momento, ninguno de los más de 20 detenidos bajo sospecha de haber participado en las acciones terroristas proviene de Siria o de algún país de esa región. Todos, tanto los sospechosos como las voces belicosas que promueven la islamofobia y el cierre de fronteras en Europa, tienen pasaporte de la Unión Europea, nacieron y fueron criados en ese continente.

 

Ciertamente, todos los detenidos son musulmanes, pero eso es algo adicional. El perfil religioso es más bien un vehículo de las causas políticas y económicas que impulsan el conflicto. Pensar que su origen tiene como base la intolerancia religiosa o un supuesto choque entre civilizaciones, constituye ceder a esas explicaciones simplistas y maniqueas, usualmente promovidas por voces conservadoras educadas en universidades occidentales, en muchos casos impulsadas por visiones orientalistas y belicistas, que nos alejan de la paz como alternativa viable y la concordia como eje central de la interacción entre naciones y civilizaciones.

 

Sin embargo, las voces eurocentristas no son las únicas que hoy intentan darle sentido a lo que ha pasado en París, las cuales han sido marginadas y estigmatizadas por considerarlas mezquinas. Muchas de estas voces han buscado contrastar la atención internacional y la solidaridad con Francia respecto a otros actos terroristas como los que tuvieron lugar en Líbano. En Estados Unidos, el movimiento Black Lives Matter ha sido fuertemente atacado por destacar esta contradicción. En México ha sucedido lo mismo en contra de quienes han cuestionado que se haya iluminado el Ángel de la Independencia con los colores de la bandera francesa y nada se haya hecho para recordar a los 43 de Ayotzinapa o a las más de 25,000 personas desaparecidas en México.

 

En una muestra clara de pensamiento poscolonial, Juan Pablo Becerra-Acosta no tuvo empacho en explicar esta controversia como parte de la “imbecilidad en México”. Nada más lejano a la verdad, si bien la solidaridad e indignación genuinas no se pueden negociar, hay varios estudios científicos que explican estos procesos a nivel neurológico, es justamente en estos momentos cuando más discusión y deliberación debe haber.

 

Y es que más allá de la discusión sobre qué nos debe importar más, si Francia o Líbano, en realidad lo que estaríamos haciendo es reflexionar sobre esa caracterización tajante que ha hecho Judith Butler sobre cómo es que existen vidas humanas más importantes que otras.

 

Hoy más que nunca, en México y todo el mundo, debemos estar atentos a lo que pasa en el planeta, entender los conflictos para poder crear condiciones para transformarlos. Lo que ha sucedido en París, otra vez, nos obliga a tomar partido, asumir una postura ante el tipo de globalización que enfrentamos.  

 

Resulta sumamente peligroso ceder a esas explicaciones orientalistas-belicistas que sólo sirven para alejarnos de la realidad y justificar las acciones de las grandes potencias de Occidente. De ahí que resulta alarmante que especialistas en asuntos internacionales y construcción de paz, como Mauricio Meschoulam, que se ha dado a la importantísima tarea de promover los estudios de paz y la compresión de los conflictos internacionales en México, simplemente decidan ignorar el impacto desestabilizador de la presencia de Estados Unidos y sus aliados en Oriente Medio (Arabia Saudita e Israel) y, a cambio, nos vendan un galimatías de grupos y subgrupos esencialmente religiosos que surgen y operan casi por generación autopoiética. (Aquí pueden leer sus dos últimos textos 1 y 2). Vamos, el Dr. Meschoulam ni siquiera ha podido sacudirse la retórica belicista al publicitar otro de sus textos: “¿Cómo se COMBATE el terrorismo?”

 

Es momento de deliberar y discutir, es momento de romper con los sesgos eurocentristas, logocentristas y belicistas que rigen nuestro consumo de información para poder transformar los conflictos que nos aquejan, es decir, para construir la paz en Oriente Medio y aquí, en nuestro propio país.

 

No hay tal cosa como una guerra justa o una paz imposible.

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