Viviendo con el miedo al terrorismo

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J. Jesús Esquivel

Corresponsal de la revista Proceso en Washington

@JJesusEsquivel

Viviendo con el miedo al terrorismo

 

Washington – Los ataques terroristas en París del pasado viernes 13 de noviembre, demostraron una vez más las consecuencias mortales de la política unilateral e intervencionista que practicó Estados Unidos bajo la presidencia de George W. Bush, con las invasiones ilegales a Irak y Afganistán, naciones que se transformaron en laboratorios del terrorismo islámico.

La masacre en Francia, perpetrada por el Estado Islámico (EI), es una llamada de atención y una alerta roja para los países occidentales y especialmente para Estados Unidos, de que los atentados terroristas siguen vigentes y son un arma letal de grupos radicales islámicos contra la intervención en el mundo árabe.

Lo ocurrido en París no fue un golpe de terrorismo externo, los asesinos actuaron dentro de la capital francesa donde vivían. Sus actos exhibieron la vulnerabilidad de la seguridad nacional de una potencia global y la ineficacia de sus servicios de inteligencia.

En Turquía, durante la Cumbre del G-20, el presidente estadunidense Barack Obama admitió que los servicios de inteligencia (espionaje) de su país no tenían información de lo que planeaba hacer el EI en París.

La admisión de Obama expone el éxito de los terroristas para imponer el horror y el miedo como herramienta de su lucha, porque, como ocurrió el 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, actuaron desde dentro, en la clandestinidad y cuando dormían los más sofisticados sistemas de espionaje del mundo.

La reacción del gobierno francés con bombardeos aéreos contra presuntos centros de operación del EI en la ciudad de Raca, Siria, país donde se presume que este grupo radical tiene su sede, podría más adelante traer consecuencias aun más negativas y letales.

El EI es una escisión que nació del seno de Al-Qaeda, grupo terrorista que atacó a Estados Unidos el martes 11 de septiembre de 2001, en reacción a la invasión lanzada por Bush contra Irak, que no solo resquebrajó sus bases sociales sino que tiene a esa nación hundida en una guerra civil que no termina.

Con el asesinato de Osama bin Laden, líder de Al-Qaeda, el EI se deslindó de sus líderes espirituales del odio, creando un Califato en Siria desde donde lanza su cruzada mortal contra Occidente.

En esa guerra civil, Estados Unidos, Francia y Alemania, por mencionar algunos, apoyan a los grupos rebeldes y enemigos del presidente sirio Bashar al-Assad, mientras Rusia e Irán respaldan al mandatario árabe. Este escenario y realidad de Siria es por ello el refugio y centro de operaciones perfecto para el EI.

Mientras no se le dé una solución política a la crisis en Siria, intervenciones militares como la de Estados Unidos, Francia y Rusia, generan, como en Irak, una radicalización mayor de grupos extremistas que como el EI echan mano del terrorismo para profesar y materializar su cruzada.

Los 28 países que integran a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) invocarían en estos días la instrumentación de su artículo 5, bajo el cual se formaría una coalición militar para destruir al enemigo, el EI, como se hizo en el 2001 con Al-Qaeda y Bin Laden.

Más guerras preventivas, acciones unilaterales y militares de Estados Unidos generarían más radicalismo y odio hacia Occidente.

La crisis de refugiados en Europa tiene ya otro contexto por lo ocurrido en París. En Estados Unidos, 10 estados no aceptarán a esos seres humanos en necesidad; temen que sean terroristas potenciales.

En el Capitolio de Washington los tambores de la guerra suenan con más fuerza, claman el despliegue de tropas a Siria y detonar una batalla campal para arrasar con el EI y todas sus células en el mundo.

El terrorismo es el enemigo cauteloso que ataca cuando considera que su presa está más confiada. Contra estos asesinos desalmados no hay una fórmula efectiva, su intimidación con la muerte ha sido efectiva.

El mundo tiene miedo, pero no por ello se debe perder la cordura. Las soluciones políticas y diplomáticas son clave para solucionar la crisis siria; de lo contrario, no podemos hacer otra cosa más que seguir viviendo con miedo a lo que no sabemos, pero de lo que tenemos certeza que tarde o temprano ocurrirá en cualquier lugar.

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