Sus guerras, nuestr@s muert@s

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Raúl Romero Gallardo

Sociólogo y Latinoamericanista. Miembro de la Red de Artistas, Intelectuales y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad.

@cancerbero_mx

 

Sus guerras, nuestr@s muert@s

 

Aylan Kurdi tenía tres años y vivía con su padre, su madre y sus dos hermanos en Kobane, ciudad ubicada al norte de Siria. Huyendo de la guerra, la familia Kurdi se embarcó en septiembre pasado rumbo a la isla griega de Kos. Kurdi no llegó con vida. La imagen de su cuerpo sin vida en la playa turca de Bodrum dio la vuelta al mundo y provocó la indignación de miles de personas.

Aurélie de Peretti era francesa y tenía 33 años. Los últimos seis meses había estado trabajando en el ramo de la hostelería. El viernes 13 de noviembre, junto a muchas otras personas, Aurélie acudió a escuchar a la banda Eagles of Death Metal, en el centro de espectáculos Bataclan. Aurélie fue asesinada al interior del recinto por una célula terrorista del Estado Islámico.

Nepomuceno Moreno tenía 56 años y vivía en Sonora, México. En julio de 2010, Jorge Mario Moreno León, hijo de Nepomuceno, fue víctima de desaparición forzada. Desde entonces, Nepomuceno lo buscó por todos los medios posibles, inclusive se entrevistó con el entonces presidente de México, Felipe Calderón. El 28 de noviembre de 2011, Nepomuceno fue asesinado en las calles de Sonora. Tanto Nepomuceno como su hijo Jorge Mario, fueron víctimas del terrorismo de Estado que impera en México.

Las historias de Aylan, Aurélie y Nepomuceno tienen algo en común: son víctimas de una guerra que ellos no eligieron pelear, víctimas de una guerra atroz y despiadada que, según la geografía, se disfraza para enfrentar al enemigo de moda.

La guerra actual, nos ha dicho don Pablo González Casanova, es un guerra que es total (política, económica, social, informática, ideológica, cultural) y global. Una guerra que está hecha de muchas guerras: contra el “terrorismo”, contra el “narcotráfico”, por “reinstaurar la democracia” y los “derechos humanos”; pero que en realidad es una guerra de despojo y exterminio contra los pueblos, contra los explotados y oprimidos del mundo.

Por su parte, Ana Esther Ceceña plantea que uno de los aspectos nuevos del capitalismo en el siglo XXI es “el cambio en la idea de la guerra y sus propósitos. Si hasta ahora hemos estado acostumbrados a medir las guerras por sus ganadores y perdedores, hoy tendremos que adecuarnos a las guerras infinitas. Esas guerras indefinidas que buscan mantener los territorios en situación de guerra porque ya no son el medio sino el fin. Es la situación de guerra la que proporciona los beneficios: da paso al saqueo, estimula una variedad de negocios (armas, drogas, alimentos, trata de personas, mercenarismo y muchos otros) y permite un control sobre las poblaciones no legitimado porque se ejerce en condiciones de excepción”.

            Así, los señores del dinero y de la muerte se han encargado de expandir su negocio por todo  el mundo. Cual si fuese sucursal de supermercado, la guerra, esa vieja conocida de los pobres, es hoy parte de la cotidianidad en el planeta entero. Claro, algunos la viven de lejos, otros de más cerca, algunos más no sólo la viven sino que mueren a consecuencia de ella; pero en realidad son unos cuantos, muy pocos, los que se benefician de ella.

            Entre los muchos problemas que vienen con la guerra están la degradación moral y la pérdida del sentido de la vida, al punto inclusive de, cual emperador romano, llevar a alguien a decidir qué vidas valen y cuáles no; a juzgar qué vidas valen más y qué vidas valen poco más que nada. Cual “medidor de estándares de calidad”, el sujeto que ha normalizado la guerra y la barbarie puede decidir de acuerdo al color, al origen o a la “ideología” que suscribe, por qué causa indignarse y por cuál no, por cuál indignarse más y por cuál menos. La deshumanización ha triunfado en ellos. Así es como se encarna, legitima y reproduce la guerra.

La guerra es pues un negocio bastante redituable, un negocio que fomenta muchos otros negocios; producción, distribución y venta de armas los más visibles, pero están también la construcción de infraestructura, el saqueo, la trata de mujeres y de niños, entre un largo etcétera. La guerra es quizá el negocio por excelencia del capitalismo y el medio por el que mejor se ha expandido. Recordemos, como dijo el Subcomandante Insurgente Marcos antes de desaparecer, la guerra actual tiene como objetivo imponer la voluntad del capitalismo: “la de destruir/despoblar y reconstruir/reordenar el territorio conquistado”.

            Si la guerra es capitalista, la paz es anticapitalista.

Así, en medio de la barbarie -esa que Rosa Luxemburgo previó hace casi un siglo-, luchar por la paz y en defensa de la vida humana y no humana es el gran reto que tenemos. Parar esta guerra es tarea urgente. El rechazo y la condena al terrorismo y el imperialismo son un primer paso. Pero, parar la guerra pasa también por volver a ser capaces de sentir, de humanizarnos, de tender lazos de solidaridad más allá de las fronteras. Recordemos esa hermosa frase en la carta que Ernesto Che Guevara escribiera a sus hijos: “sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario”.

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Comentarios2
  • María

    Muy buenos los artículos de Romero, me gusta rompevientotv, los encontré hace poco y me encantan los programas, cubren un espacio de opinión y denuncia que difícilmente se encuentra en nuestros países, reciban desde Uruguay saludos fraternos

    Responder
    17 noviembre, 2015
    • Rompeviento TV

      Hola María, muchas gracias por tus palabras, te enviamos un fraterno abrazo hasta la hermosa República Oriental de Uruguay. Rompeviento TV

      Responder
      18 noviembre, 2015

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