La gasolina y el cerillo (Margensur)

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Alejandro Saldaña Rosas

Académico. Director de Desarrollo Económico del H. Ayuntamiento de Xalapa, Ver.

Twitter: @alesal3 / Facebook: Alejandro Saldaña

 

 

 

La gasolina y el cerillo 

 

Al iniciar el sexenio de Peña Nieto el litro de gasolina Magna costaba $9.82 y la Premium $10.36. En la zona metropolitana de la Ciudad de México los precios promedio de las gasolinas al día de hoy son de $17.75 la Magna y $19.47 la Premium. La expectativa es que en este año la gasolina Magna rebase los 20 pesos por litro e inclusive hay analistas que señalan que podría llegar a los 23. Inaceptable. Absolutamente inaceptable que en un país con petróleo la gasolina sea tan cara, sobre todo porque los ingresos obtenidos por la venta del combustible no se utilizan estratégicamente, como en otras naciones. En Noruega (país petrolero) por ejemplo, los altos aranceles a la gasolina buscan desincentivar el uso del automóvil y se destinan a un inmenso fondo para la diversificación energética; esto es, Noruega se prepara para cuando el petróleo se acabe. En México la gasolina cara no responde a un proyecto estratégico, sino a la usura gubernamental que hinca los colmillos en los bolsillos de las clases medias y populares.  

Los “gasolinazos” mensuales son la palmaria expresión del fracaso de la llamada reforma energética. Resultó totalmente falso que la tal reforma se tradujera en menores precios y mayor calidad, por el contrario, ahora pagamos mucho más por gasolinas más dañinas para los motores de los autos y sobre todo, para el medio ambiente. Un incremento cercano al 80% en seis años es la evidencia de que la política energética ha sido totalmente errada, no sólo por el incremento desmesurado de los precios sino también por el desmantelamiento de Pemex y por la venta de garage del petróleo nacional. Por desgracia, los efectos del fracaso de la reforma energética repercutirán en las próximas generaciones, a menos que haya un golpe de timón y se reoriente estratégicamente la política en la materia.  

Ni la gasolina ni la energía eléctrica son más baratas. La reforma energética es un rotundo fracaso para la mayoría de las y los mexicanos, no así para las firmas extranjeras que se han apropiado de los recursos energéticos del país. La pérdida de la soberanía y el control de los sectores estratégicos por parte del Estado mexicano ha sido sumamente perjudicial para el país. La devastación de Pemex a través de la corrupción de sus directivos y sus dirigente sindicales más  la falta de inversión ha dado lugar al ingreso de firmas igualmente corruptas e ineficientes, como Odebrecht o Shell. En este escenario, la independencia energética del país es imposible.  

Los altos precios de la gasolina han provocado que la inflación acumulada se dispare hasta casi 7%. Este dato debe considerarse a la luz del mísero crecimiento de la economía nacional: apenas 1.5%. Inflación más estancamiento económico significa mayor pobreza. A los pobres de siempre se incorporan enormes contingentes de nuevos pobres provenientes del deslizamiento hacia abajo de las clases medias. Estamos en presencia de un fenómeno socioeconómico muy grave y de consecuencias imprevisibles: no se trata de la reproducción de la pobreza de siempre, sino de la incorporación de millones de personas a las franjas de pobreza. Las protestas en contra de los gasolinazos fueron relativamente sofocadas, pero la indignación social está latente. Esta situación configura un escenario de estallido social al que sólo le falta un cerillo para incendiar al país. 

El cerillo es Ricardo Anaya. Ese es uno de sus apodos (el otro es El Pollo). Ricardo “El Cerillo” Anaya es la apuesta más firme para preservar la impunidad, la corrupción, la violencia y el despojo, esto es, la reproducción del sistema acunado por el PRI y el PAN a lo largo de los sexenios que han gobernado en contubernio.  

Toda vez que José Antonio Meade no levanta en las preferencias electorales (y es muy probable que no lo haga por la lápida que representa el PRI), “El Cerillo” Anaya es la opción para fraguar -vía encuestas amañadas- su posición de segundo en las encuestas para a la postre operar el fraude electoral que impida –ilegalmente- el triunfo de Andrés Manuel López Obrador.  Ricardo Anaya, “El Cerillo”, es la segunda (primera) opción electoral para preservar el régimen de privilegios y exclusión. 

Para el régimen es lo mismo que sea Meade o Anaya quien encabece el gobierno, ambos están alineados en la misma perspectiva: preservar los intereses de las firmas internacionales, los del gran capital nacional, los del crimen organizado y los de sus administradores: la burocracia gubernamental y sus alfiles en las legislaturas. Inclusive es posible conjeturar que Anaya siempre ha sido la primera opción de Peña Nieto y que Meade ha servido como parapeto para canalizar el malestar –y la indignación- social. No se explica de otra forma la patética precampaña del precandidato tricolor: un fusible para quemar en las próximas semanas.  

Ricardo Anaya, “El Cerillo”, con habilidad digna de manual de Maquiavelo logró convertirse en el candidato del frente (frío) integrado por las ascuas del PAN, las astillas de MC y lo que aún se arrastra en el PRD. Es un candidato con endeble base social, carisma de pollo o de cerillo, cierta estructura política por los partidos postulantes, sólidas alianzas con los hombres y las mujeres del dinero y sobre todo es una figura inflada a fuerza de editorialistas en boga (chayote en mano), bots “independientes”, spots inmisericordes, spots ridículos, spots inverosímiles, spots indignantes. Sin la parafernalia de los medios y las redes, el “Cerillo Anaya” sería un tizoncito en agonía. 

El “Cerillo Anaya” no necesita mucha fricción para encender (es mecha corta, dice quién lo conoce) pero su fuego (fatuo) no prende, no calienta, no entusiasma, vamos, ni siquiera entibia el agua. No obstante, en su escasa temperatura radica su mayor peligro: es la mecha que puede prender la gasolina.  

La gasolina del descontento social puede incendiarse con Ricardo Anaya, “El Cerillo”. Y lo puede hacer no por convocar a la insurrección, a la rebeldía o a la huelga de párpados caídos, sino por ser parte de la estructura del fraude electoral. El cerillo de llama tímida, timorata, escuálida y apenitas, puede incendiar a México. Porque Ricardo “El Cerillo” Anaya es la apuesta más firme del régimen de oprobio para reproducirse mediante el fraude electoral en curso.  

El fraude electoral ya tiene ganador: Ricardo “Cerillo” Anaya. Solamente faltan los votos que ratifiquen los resultados de las actas. 

México puede arder. 

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Comentarios2
  • Jorge Aguirre Hervis

    Así o más concreto. La nueva Historia sobre el inicio del cambio verdadero la inician los ciudadanos empoderados y que a su vez empoderan al Pueblo para que todos juntos, unidos, organizados y empoderados, con una Política-Electoral integral que incida en las decisiones más relevantes que toman el Gobierno a los distintos niveles, el Estado en la Plantación del Desarrollo Nacional, pueda actuar de como una auténtica fiscalía social y al mismo tiempo pasar con absoluta garantía la prueba de las urnas y llevar a los Poderes Soberanos representantes auténticos.Necesitamos consolidar un Gobierno desde abajo, ganar las Autoridades auxiliares: Agentes y Sub-agentes Municipales, Jueces de Barrio y Jefes de Manzana, ganarlo todo para poder servir al Pueblo y construir una nueva Sociedad, con un Régimen que llegue para quedarse por siempre para el progreso y desarrollo pleno de los mexicanos, solo así somos invencibles.

    Responder
    5 febrero, 2018
  • oranshe

    Estado Alterado de Conciencia. Aplausos!!!

    Responder
    7 febrero, 2018

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