Edward Snowden, el hombre que puso el dedo en la llaga

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Edward Snowden, el hombre que puso el dedo en la llaga

Ricardo González

Apenas hace algunos días se cumplieron dos años de las primeras publicaciones hechas por Edward Snowden, un joven subcontratista de la Agencia de Seguridad Nacional, sobre el ecosistema global de vigilancia masiva que había sido construido a nuestras espaldas de manera paralela al auge y expansión del ciberespacio. Los documentos hasta ahora filtrados dan cuenta de un sombrío panorama, en donde la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de los Estados Unidos en complicidad con otros servicios de inteligencia de gobiernos aliados a Washington y las grandes corporaciones de servicios de internet, opera un complejo sistema de recolección masiva e indiscriminada de todas (sí todas) las comunicaciones hechas por medios digitales a nivel mundial.

Su objetivo, explicó días después Snowden en una entrevista, era el de provocar un discusión entre “las ciudadanía de todo el mundo sobre el mundo en el que quiere vivir.”

Así, sabemos hoy con certeza que Estados Unidos y sus aliados nos espían a casi todos, sin que haya necesidad de justificar o fundamentar la sospecha de alguna actividad criminal. Sabemos también, que la información en manos de compañías como Google, Facebook, Yahoo, Skype, Apple, PalTalk y AOL de nuestros correos electrónicos privados, chats, fotos, videos y transferencias de archivos son recolectados de manera rutinaria por la NSA.

Snowden logró confrontar al mundo entero con la cruda realidad, en donde el derecho a la privacidad ha sido diezmado de manera sistemática, tanto por las tentaciones   autoritarias de los gobiernos como por los intereses de lucro de las empresas que han comercializado y monetizado el internet.

La dolorosa realidad

Durante estos dos años, no sólo nos han recordado la persistencia de ese impulso totalitario en los servicios de inteligencia y gobiernos supuestamente democráticos por querer saber todo, sino también de la codicia mercantilista de las grandes corporaciones, en ambos casos, operando bajo un halo de perfecta opacidad e impunidad.

Hoy más que nunca los gobiernos defienden su facultad de interceptar comunicaciones privadas, por el simple hecho que la tecnología disponible ofrece la posibilidad de hacerlo de manera masiva y a un costo relativamente bajo. Lo hacen, vendiéndole al público la falsa disyuntiva de tener que escoger entre la seguridad y el respeto a los derechos humanos, como si ambos conceptos fueran mutuamente excluyentes.

Nada más falso y peligroso.

Como lo señala Tom Engelhardt, la omnisciencia (capacidad de saberlo todo) no significa omnipotencia (capacidad de poderlo todo). Estados Unidos, seguido por sus aliados, suponen que al recolectar todo, serán capaces de controlar todo, pero la realidad es otra. La burocracia de los servicios de inteligencia se encuentra inundada de información que no puede procesar o evaluar dado su enorme volumen. Ejemplos de ello son el ataque terrorista en el Maratón de Boston y el ataque a la redacción del Charlie Hedbo, en ambos casos los perpetradores se encontraban en las listas de alerta terrorista en los respectivos servicios de inteligencia de Estados Unidos y Francia. Sin embargo, nadie fue capaz de detectar los complots. ¿Porqué? Porque ambas burocracias estaban inundadas de información inútil e inconexa.

Al parecer estos sistemas de vigilancia masiva son más efectivos para el control político de las voces disidentes y para el espionaje industrial y diplomático, que para garantizar la seguridad nacional (cualquiera que sea la definición de ésta).

Las batallas que apenas comenzaron

Las revelaciones de Snowden ya han rendido fruto, primero al iniciar una discusión a nivel internacional sobre la privacidad al interior de entornos digitales, la cual ya ha llegado a instancias como Naciones Unidas. La relatoría de libertad de expresión de ese organismo reconoció recientemente en su último informe que la privacidad y el anonimato son parte fundamental del derecho a libre expresión, manifestación y asociación. Son precisamente esos dos temas, privacidad y capacidad de cifrado, en donde habrán de librarse las batallas que vienen para revertir los efectos de la perversa maquinaria de espionaje que se ha incrustado en el ciberespacio.

La vigilancia masiva no sólo afecta a las personas que tienen acceso a internet. Estados Unidos ha utilizado este sistema para interferir procesos de negociaciones diplomáticas importantes como Cumbre sobre Cambio Climático de 2009, la 5º Cumbre de las Américas y varias sesiones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

El desmantelamiento de los aparatos de vigilancia masiva por parte de gobiernos y empresas, es al final de cuentas, un acto a favor de los derechos humanos y las libertades que requiere un escrutinio más eficaz y activo de gobiernos y empresas.

La decisión de Snowden de presentarnos al monstruo de vigilancia y espionaje que nos acecha, es admirable y no merece ser castigado ni perseguido judicialmente. Filtrar información de interés público no es un delito sino una obligación ética; aunque eso signifique incomodar o avergonzar a quienes detentan el poder.

Atrás Cero Decibeles - 03 de junio 2015 - Eurídice
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