Artistas por la paz

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ARTISTAS POR LA PAZ                                                                                                               Argelia Guerrero

Argelia Guerrero Rentería

“Quien dijo que todo está perdido,

yo vengo a ofrecer mi corazón”

Fito Páez

“Han lastimado a la humanidad”, expresó un padre de familia en los días recientes a la desaparición forzada de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa. Nada más cierto y contundente que esta expresión para definir lo que ha ocurrido. No se trata de una expresión metafórica o de la explicable angustia de un padre con un hijo desaparecido; se trata de un profundo agravio que ataca muchas dimensiones de lo que consideramos humanidad.

Lo que vimos fue, y sigue siendo en tanto que sigue sin conocerse su paradero, una agresión directa, planeada y dolosa hacia jóvenes estudiantes, pobres, futuros maestros rurales que irían a zonas igualmente o más pobres que las de su propia procedencia. Esta combinación de características no es un asunto menor y menos casual, pues en estos muchachos se conjugan las características que el Estado ha criminalizado históricamente y sobre la que ha agudizado una campaña de difamación. Hablamos de una afrenta contra jóvenes militantes de un movimiento estudiantil de larga trayectoria en nuestro país así como de una absoluta falta de respeto a la profesión docente, sobre la que también se han lanzado ofensivas racistas, violentas y clasistas. Esto evidencia entonces una amenaza concreta enviada desde los organismos estatales sobre la capacidad de represión violenta e impune que se puede desatar contra cualquiera que se oponga a las políticas económicas y sociales implementadas desde el gobierno. Es una advertencia para todos los luchadores sociales sobre el grado de criminalidad que puede alcanzar el Estado para acallar la disidencia.

Ante este terrible panorama, los creadores de arte debemos observar con la sensibilidad propia de nuestra profesión esta afrenta a la humanidad.

El arte como reflejo de lo que ocupa y preocupa a la sociedad en que nos desenvolvemos los artistas, tiene en lo ocurrido en Iguala una de sus pulsiones más dolorosas y dramáticas de nuestra historia, el crimen de Estado contra los jóvenes estudiantes alerta al gremio artístico sobre la urgente necesidad de plantearse con un sentido crítico frente a lo que acontece día con día, a confrontarnos nosotros y confrontar a la sociedad con el terrible grado de violencia que la indiferencia y banalidad colectiva han permitido. No me refiero con ello a reducir nuestro quehacer al panfleto, o sólo abordar temas de actualidad social, no; pero sí es necesario cuestionar constantemente la relación de nuestro hacer artístico con la realidad social a la que no podemos ni debemos evadir.

Este dolor llamado Ayotzinapa nos debe mover a pensar en el arte como rearticulador de una sociedad cada vez más aislada y acrítica. Nos exige el reto de sanar, mediante nuestros diversos lenguajes y recursos estéticos, un tejido social que ha reventado casi la totalidad de sus hilos.

El rol del arte y del artista no se reduce al consumo frívolo y sin sentido, tampoco al de un proceso narcisista de autoalabanza y autoconsumo; el artista debe retomar su esencia dialéctica para cuestionarse y cuestionar a su comunidad ¿qué es lo que hemos permitido? ¿en qué momento nuestra naturaleza humana torció su camino? Para los artistas es fundamental recobrar estas preguntas y lanzarlas desde los propios procesos creativos hacia nuestra sociedad.

Ayotzinapa es un dolor no sólo para los padres de los 43 desparecidos, Ayotzinapa significa la imposibilidad de continuar nuestras vidas y nuestras obras en normalidad, sin empatía ni solidaridad; no debemos seguir sin hacer un llamado urgente a reflexionar y detener la sinrazón y la barbarie; es una herida profunda que marca nuestro ser artistas y ser humanos.

Los artistas queremos y debemos buscar la justicia para éste y los demás casos que nos lastiman; de no ser así, ¿cómo vamos a comunicar y transmitir belleza cuando ésta se encuentra cada vez más ausente, y la sustituye el dolor y la barbarie?

No puede ni debe ser posible aislar nuestro quehacer estético de nuestras motivaciones y principios éticos. Nuestro arte debe ser siempre humano y desde un posicionamiento ético.

Si nos negamos a mirar las dimensiones de este horror, nuestro quehacer artístico estará cada vez más vacío de esencia, más solo, más ausente de humanidad.

Defender Ayotzinapa es defender a la humanidad.

Los artistas que aún creemos en la humanidad y la queremos, estamos y estaremos con la causa de Ayotzinapa hasta que nos sean devueltos nuestros 43 hermanos.

Que nuestro arte los reclame con vida.

Que la danza, la música, la pintura y las letras; que la belleza abrace a los padres, madres y familiares.

Que la vida se imponga sobre esta política de muerte.

Que la humanidad grite para impedir la destrucción.

Que los artistas reclamemos siempre la paz con justicia y dignidad.

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