A bote pronto (28 de septiembre 2015)

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Alejandro Mosqueda Guadarrama

Camarógrafo y documentalista

Facebook: Moga Aleko

De Ciudad Madera a Iguala

 

Las fechas pueden marcar momentos por alcanzar o, simplemente –a veces-, planes que nunca pudieron ser realizados totalmente; sueños frustrados y que en algunas ocasiones generan nuevos sueños por construir. Las fechas nos pueden llevar a enterrar la memoria y llevarnos de la mano a la conformidad y al olvido, pero también a darle vida y forma, y así alimentar –a veces-, a la rebeldía y la indignación ante atrocidades que nos quieren imponer como norma.

La historia oficial manipula o borra acontecimientos que le son incómodos y que exponen claramente las aspiraciones de cambio y, por otra parte, acontecimientos que nos retratan situaciones que aún siguen vigentes. Hace 50 años, en la década del 60, el Estado imponía su fuerza, su orden y su “razón” a golpe de manipulación y represión. La radio, prensa escrita y televisión se ponían a su servicio alabando el llamado “desarrollo estabilizador”, ocultando la realidad de miseria, carencia, despojo y violencia de la cual eran objeto miles de mujeres y hombres mexicanos. La justicia social no tenía un futuro alentador.

El esplendor del llamado “milagro mexicano” beneficiaba básicamente al sector privado y ponía en bandeja de oro diferentes sectores a la inversión extranjera (¿le suena a algo conocido actualmente?). Se aceleró el endeudamiento y la dependencia del exterior. El desequilibrio económico ganó y no se atendieron las necesidades crecientes de la población, mucha de la cual emigraba del campo a la ciudad. Corría la década del 60 y los movimientos sociales se asomaban por diferentes partes de la geografía nacional.

La isla de Cuba era la noticia en esos primeros años de la década de los sesenta. Las noticias de la Revolución Cubana inspiraron a decenas de personas que buscaban cambiar la situación de desigualdad en sus países; la gesta revolucionaria cubana se fue haciendo ejemplo a seguir y en esa década y la siguiente surgieron núcleos guerrilleros en muchas partes de Latinoamérica. México no fue la excepción. Escuelas y organizaciones sociales, de rebeldes, fueron semilleros.

El movimiento campesino en Chihuahua se nutrió no solo de campesinos, sino también de jóvenes normalistas. Entre 1959 y 1964 las comunidades padecieron el acoso, la violencia y el asesinato por parte de los caciques y el total silencio cómplice de las autoridades. Las Normales Rurales fueron consideradas peligrosas para el “orden” impuesto, y fueron cerradas. En 1964 nace en Chihuahua el Grupo Popular Guerrillero (GPG), integrado por jóvenes, en su mayoría, y encabezado por el maestro rural Arturo Gámiz García, Salomón Gaytán y el doctor Pablo Gómez Ramírez. Cansados de la complaciente y subordinada acción política de la izquierda mexicana de ese momento y de la situación que se padecía en el país, se dan a la tarea de realizar reuniones y hacer un balance de la situación nacional. El constante asedio y violencia a la que fueron sujetos, los lleva a emprender la lucha por el socialismo a través de la vía armada. Fue el primer grupo rebelde, armado, con un planteamiento teórico y análisis basado en el marxismo. En algunas partes de su documento Resoluciones 5 del Segundo Encuentro en la Sierra “Heraclio Bernal”, podemos leer:“Desde el punto de vista formal, las masas populares no disponen de organizaciones unidas, eficaces y combativas. Hay en cambio una multitud de organizaciones dispersas, divididas, pacifistas e inoperantes que no están a la altura de las masas…” ... “Las Cámaras son un juguete de la oligarquía, en las cámaras se discuten cuestiones de rutina y sin trascendencia para que se entretengan los diputados y para dar la apariencia de vida democrática”. … “El cuento de la transición pacífica es sólo una doctrina oportunista para encubrir el propósito de hacer carrera política y colarse en la burguesía de ciertos políticos seudorevolucionarios”. El documento cierra con la siguiente frase: “Por nuestra cuenta no daremos ya marcha atrás en el camino de la revolución, sabemos que sin el apoyo de las masas no podremos triunfar, ganar su confianza y su apoyo es nuestra principal preocupación y nos proponemos lograrlo mediante los hechos”.

Las luchas de ferrocarrileros y del magisterio a finales de los 50 y las luchas agrarias a inicios de los 60 tuvieron como saldo varios líderes presos y asesinados. Se definían claramente las respuestas gubernamentales a los legítimos reclamos de justicia. La Revolución mexicana cada vez tomaba mayor distancia de las clases populares y de la llamada “justicia social”, y se hacía evidente quiénes habían ganado esa revolución y los intereses de clase que defendían.

En el estado de Morelos, un luchador social, ex guerrillero y reconocido líder político es asesinado por el ejército mexicano en la “Operación Xochicalco”: Rubén Jaramillo, junto con su esposa, Epifania Zúñiga (con varios meses de embarazo), y sus hijos Enrique, Filemón y Ricardo. Todos son sacados de su casa y asesinados en Xochicalco. El calendario marcaba 23 de mayo de 1962.

Jaramillo había recorrido un largo camino que iba desde luchador social hasta candidato a gobernador por el partido que él mismo fundó (Partido Agrario Obrero Morelense), pasando por una etapa de guerrillero con acciones más locales. Para defender y exigir sus derechos, Jaramillo intentó todos los caminos y fue asesinado por el Estado mexicano, que así respondía a los reclamos sociales.

El 23 de septiembre de 1965, siendo de madrugada, con total sigilo y a tientas abriéndose paso en la obscuridad, un comando de 13 hombres del Grupo Popular Guerrillero tomó posiciones, de acuerdo a su plan, para realizar el asalto al cuartel Madera. Fue un amanecer largo para varias familias en Ciudad Madera, Chihuahua. Al pasar las horas de aquel jueves 23 de septiembre, las noticias empezaron a correr y con ellas se esfumaba el sueño de una victoria espectacular. Fueron 8 guerrilleros los que murieron en la acción; algunos presentaban el tiro de gracia.

El 23 de septiembre de 1965 se frustra una acción guerrillera y es la fecha que marca el inicio de las guerrillas en México, con una clara definición filosófica y política que se plantea la lucha por el socialismo. La represión y el autoritarismo del Estado tuvieron como respuesta más movilizaciones y protestas, mayor rebeldía en el campo y la ciudad y, finalmente, el surgimiento de grupos guerrilleros en muchas partes del territorio nacional.

En los primeros años de la década de los 70 surge gran cantidad de grupos de izquierda revolucionaria, algunos con un número considerable de militantes; unos se plantean primordialmente como línea de acción la lucha armada; otros, el trabajo organizativo en diferentes sectores, y unos más se centran en el crecimiento interno, “acumulación de fuerzas” y acciones de difusión.

Nombres de algunos de grupos que surgen en aquellos años: Liga Comunista Espartaco, Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR), Partido de los Pobres, Los Guajiros, Comando Lacandones, Frente Revolucionario de Acción Socialista (FRAS), Unión del Pueblo (UP), Liga Comunista 23 de Septiembre, Frente Urbano Zapatista (FUZ), Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR), los Comandos Armados del Pueblo (CAP), las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo (FRAP), y el Partido Proletario Unido de América, entre otros.

El brutal periodo de la Guerra Sucia marcó la década de los 70 e inicios de los 80, y por otra parte se fortaleció una izquierda cada vez más cercana al poder, acomodándose en las reglas electorales y condenando –abierta o sutilmente- a la izquierda que buscó otros caminos para lograr el cambio del sistema. Nacía la izquierda electoral, sin ningún tipo de dilema (así de sencillo: el cambio se genera a partir de la obtención de votos, ¿acaso hay otra forma?... Digo, parecía que esa era su conclusión).

La verborrea de Luis Echeverría (responsable de la implementación de la “Guerra Sucia”) y su limitada “apertura democrática” surtió efecto en una gran parte de la izquierda: se aceptó y justificó la legalidad imperante, con todas las de perder, pero con financiamiento para poder “operar”. Los años pasaron y los autores materiales de la brutalidad de la Guerra Sucia nunca fueron investigados. La impunidad seguía siendo ley y norma de la acción gubernamental.

La promesa de vivir en la abundancia, por parte del gobierno de López Portillo, tuvo un despertar de pesadilla: crisis económica, desempleo; la tecnocracia tomó el poder y encabezó la administración de la pobreza y las promesas. Surgieron las “Coordinadoras sectoriales” (popular, obrera, magisterial y campesina), producto de los esfuerzos de la izquierda no electoral básicamente. Su vida fue relativamente corta.

En Iguala, Guerrero, el 26 de septiembre del 2014, jóvenes normalistas son atacados, asesinados y desaparecidos. Contestatarios como aquellos normalistas que dieron vida al movimiento que llevó al 23 de septiembre de 1965. Los normalistas de Ayotzinapa fueron objeto de la violencia de Estado, así lo indican las investigaciones del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI). Normalistas del norte, normalistas del sur, rebeldes y contestatarios, jóvenes todos ellos.

En uno de sus discursos más claros y emotivos, pronunciado en la Universidad de Guadalajara, el 2 de diciembre de 1972, Salvador Allende dijo: “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”. Los jóvenes normalistas de Ciudad Madera ya no lo pudieron escuchar y los de Ayotzinapa aún no nacían. Sin embargo, tal parece que unos y otros bien que lo sabían.

A los jóvenes del 23 de septiembre de 1965 del asalto al Cuartel Madera, la historia oficial los ha tratado de olvidar y de borrar o, en el mejor de los casos, han sido tratados como simples delincuentes; a los jóvenes del 26 de septiembre del 2014, víctimas de la sinrazón, a un año del suceso, no se les hace justicia: el Estado quiere borrar su responsabilidad con una absurda “verdad histórica”.

Se dice “Septiembre, mes de la Patria” y me pregunto: ¿con base en qué historias se hace la Patria? El viejo casete, con su cinta maltrecha, sigue sonando en la grabadora; pasan los años y canta cada vez mejor la Judith Reyes.

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