Lo innombrable de la situación mexicana

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Myriam Fracchia

Académica, integrante de SERPAJ-Morelos

 

 

 

Lo innombrable de la situación mexicana

 

La carencia de conceptualización del proceso social en curso en México

La pregunta acerca de qué sucede en México ronda en todos los ambientes y las interpretaciones acerca de ello son diversas. Ante el horror ininterrumpido y creciente que vivimos desde hace más de 10 años, buscamos nombrar lo que sucede. En el presente, buscamos nombrarlo por una necesidad de sobrevivencia, cognitiva-afectiva, que oriente nuestra acción lo mejor posible. Y dentro de las categorías existentes para ello, no hallamos alguna adecuada. Nadie podrá negar que estamos viviendo lo que dentro de no mucho será considerada como una de las etapas más trágicas de la historia mexicana.

El horror que opera en México, como todo proceso social, es dinámico, cambiante, complejo, y sus costos humanos y materiales, crecientes, es decir, es un proceso social constituyente, que causa efectos profundos en todo el entramado social. Desde el espacio de los estudios científicos es de tal manera inasible que pocos medios académicos se arriesgan a publicar los avances exploratorios que rebasen el conteo de muertos y que los consideren como un efecto o indicador de este proceso.

Algo se está constituyendo y sólo podremos nombrarlo a cabalidad, sin temor a equivocarnos, cuando haya avanzado mucho más… aún si ya han pasado más de 10 años inequívocos de su presencia. Aunque en su producción de costo humano como efecto inmediato, oficialmente es aceptada la existencia de 30 mil desaparecidos, más de 150 mil homicidios y más de 250 mil desplazados internos, y que para las diferentes organizaciones sociales estas cifras siguen estando por debajo de las realmente existentes, este proceso no puede nombrarse, por ejemplo, como en Argentina, que contó con cifras parecidas respecto a los desaparecidos durante la dictadura militar de 1976 a 1983: un genocidio. No puede nombrarse como en Siria, una guerra de confrontación abierta. ¿Qué es lo nuevo que estamos enfrentando?

Para avanzar en su comprensión, ¿no nos ayudaría desmontar algunas categorías que parecen inamovibles e incuestionables como lo son la existencia actual de una crisis o retroceso o incluso la muerte o agonía del capitalismo? ¿Y si pensáramos, en cambio, que nos encontramos ante un proceso de ampliación de una escala aún no imaginada del capitalismo, en donde no hay recurso ni ser viviente que se haya salvado de convertirse en objeto intercambiable o mercancía en movimiento y muy rentable? ¿Y si pensáramos que “… tiende a generalizarse con mayor profundidad las condiciones de guerra como instrumento esencial del crecimiento y desarrollo cualitativo de la formación social capitalista a la cual pertenecemos” (Marín, 2003: 27)? ¿Y que para ello este nuevo orden que parece desmoronarse (que algunos seguidores de Norbert Elias han nombrado como “proceso des-civilizatorio”) necesita seguir fundando nuevos modos planetarios de vinculaciones muchos más efectivas y rápidas? ¿Y que la relación entre el orden actual y el que está emergiendo se caracteriza porque el primero garantiza la simulación de la continuidad institucional, pero al mismo tiempo su normatividad es cada vez más un obstáculo para el desarrollo del segundo? ¿Y que a la prolongación del viejo orden contribuyen con su encubrimiento los discursos académicos y políticos del silencio, de la simulación de que es posible seguir haciendo lo mismo mientras el país se desangra desesperadamente? ¿Qué ya no bastan los usos de categorías teórico-históricas empleadas para comprender lo que se fragua? Nadie duda en este proceso, en donde el viejo orden no muere y el nuevo no se consolida como hegemónico aún, que una de sus transformaciones en operación sea el aparato en el poder como aparato criminal de poder.

¿Y si tomáramos en cuenta que este nuevo orden, que se va constituyendo desde hace mucho tiempo con ritmos desiguales y características específicas locales a nivel planetario, tiene como instrumento o elemento fundante el aniquilamiento de los otros, otorgando un nuevo carácter a la confrontación o a lo que hemos ido históricamente llamando guerra y dando una vuelta de tuerca a lo que también hemos denominado genocidio?

No podemos negar que en México existen condiciones de guerra ya que, siguiendo a Clausewitz, ante el ataque que busca tomar posesión de algo, los que lo impiden defendiéndose inician el combate (Marín,J.C. 2003:39 retoma de Clausewitz. De la guerra. Cap.VII Libro VI). Sin embargo, no es la guerra convencional en el sentido de que no existen solo dos ejércitos enfrentados, sino están en juego diferentes estrategias de combate como sucedió en Argentina durante la dictadura, siendo una de ellas “… la creación y generalización de condiciones de guerra [que] había sido un instrumento estratégico de la sociedad capitalista para lograr crear las precondiciones de ejecución de un genocidio que lograra eliminar los obstáculos humanos a la recomposición capitalista" (Marín, 2003: 27), en donde, según Marín (2003), el instrumento había sido ya entonces el crimen organizado.

De este modo tampoco podemos negar que en México existen condiciones de genocidio, pero que tampoco se trata de un genocidio convencional: no se trata del aniquilamiento de un grupo específico como tal (sólo los jóvenes, sólo las mujeres, sólo los periodistas, sólo los activistas, sólo los desconocidos), sino de aquella parte de la sociedad, sea quien sea quienes la constituyan y que atraviesa de manera transversal a todos los grupos que la conforman, que se caracteriza por afectar de alguna manera el proceso de ampliación de la esfera de poder, su consolidación y una más rápida y segura acumulación de la riqueza.

A su vez, cuando señalamos como uno de los efectos principales de este proceso a la “destrucción del tejido social”, hay que considerar los efectos presentes y futuros de la acumulación creciente de experiencias de deshumanización en el entramado social mexicano, de la destrucción de una gran cantidad de relaciones sociales cuya reconstitución nunca será igual y que requiere varias generaciones.

¿Cuántos muertos y desaparecidos más se necesitan para seguir ocultando lo ya inocultable, que, como dijo John Gibler, historiador y publicista de Texas (2017), “el aparato en el poder es el cártel”? Este aparato en el poder lucha con todas sus fuerzas materiales para imponer el monopolio del conjunto de mercancías ilegales de la droga y derivados sobre el resto, con sus tentáculos transnacionales. ¿Cuántas muertes y desapariciones más serán necesarias como fruto de la desesperación del aparato de poder y de sus extensiones criminales para que no quede al descubierto su entramado criminal que necesita el parapeto del funcionamiento de un estado de derecho y de todas las instituciones “democráticas” desde la cultura de la simulación y la transferencia de la responsabilidad a los ejecutores materiales? El vértigo que representa el ascenso del costo humano en lo que llevamos del año 2017 a medida que nos vamos acercando a las elecciones presidenciales de 2018 es un indicador del pánico de que ese telón de fondo termine de desgarrarse y veamos con claridad a sus gestores, telón que empezó a desgarrarse desde que los familiares de los ejecutados y de los desaparecidos empezaron a devolverles sus rostros a una inmensa masa de desconocidos, víctimas de la guerra y del genocidio, a pesar de que varios de ellos mismos también fueron ejecutados como Javier Valdéz (15 de mayo de 2017) y Miriam Rodríguez (10 de mayo de 2017) por nombrar a los más recientes…

Lo que va quedando en evidencia es que se mata y se desaparece a los que conocen una pequeña parte del entramado criminal que de ser conocido llevaría a descubrir más fácilmente de qué relaciones de poder proviene antes de las elecciones de 2018, lo que probablemente significaría la pérdida total del PRI. En este caso, no es de llamar la atención que antes de que los agarren con las manos en la masa, gran parte de los políticos del espectro partidista salgan en estampida, desde hace varios años, a afiliarse a MORENA, que es una de las fuerzas partidistas que aún no ha sido probada en altos puestos políticos. Aún si con todas estas alianzas vuelve a ser un espacio de representación del conjunto de la podredumbre de la clase política mexicana….

Referencias

Gibler, J. (2017). “México y drogas: ‘El Estado controla el negocio´” en http://www.dw.com/es/m%C3%A9xico-y-drogas-el-estado-controla-el-negocio/a-38759364 consultado el 17 de mayo de 2017

Marín, J.C.(1996). Los hechos armados. La acumulación primaria del genocidio. Ed. Rosa Blinda-da/P.I.CA.So., Buenos Aires. Segunda edición corregida y aumentada 2003.

 

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Comentarios2
  • Benjamin

    Me parece muy bien Rompeviento.tv porque se basa en bibliografía con excelentes argumentos...

    Responder
    26 mayo, 2017

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