México ante el espejo

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J. Jesús Esquivel

Corresponsal de la revista Proceso en Washington

@JJesusEsquivel

 

 

 

México ante el espejo

 

Washington – Hay una inmensidad de argumentos, teorías, quejas y cosas que decir sobre el tema de la corrupción que corroe a México y a su sociedad.

La captura en el extranjero de dos exgobernadores, ejemplos clásicos de los males políticos, criminales y sociales que nos aquejan, obliga a la reflexión. Javier Duarte en Veracruz, Tomas Yarrington en Tamaulipas, exgobernadores corruptos; apenas dos granos de todo el costal que cargamos desde hace décadas.

Nada más faltaría que no fuera así; queremos justicia, exigimos que a los dos pillos se les castigue con todo el peso de la ley.

Enrique Peña Nieto está obligado a ser implacable con las dos ratas, sus correligionarias de partido. Hemos vivido más de ocho décadas de dominio gubernamental por parte del PRI. Fueron muchos años de hegemonía política cuyos resultados siempre fueron los mismos: corrupción, impunidad, riqueza para unos pocos y pobreza y miseria para muchos, lo de siempre.

Con el caso de Arturo Montiel, el exgobernador priista del Estado de México, los escándalos de corrupción comenzaron a ser notorios gracias a la apertura y mayor libertad de los medios de comunicación y a las redes sociales que empezaban a ser la criba para la podredumbre de la clase política. Conocimos los abusos de Montiel, de su hijos y colaboradores, pero no pasó nada. El exgobernador mexiquense es otro grano del costal. La reflexión a la que nos vemos obligados exige revisar nuestro pasado inmediato.

El hubiese no existe. Si durante el imperio priista hubiésemos tenido redes sociales y medios de comunicación independientes, los Montiel, los Duarte, los Yarrington, los Bejarano, los Moreira, los Salinas de Gortari y todos los apellidos políticos corruptos que se les ocurran, juntos serían una tonelada de pillos encerrados en la cárcel de por vida. ¡Lógico!, eso en un México ideal donde se aplicase la justicia. La gran falacia es nuestra realidad. La corrupción está arraigada en México. Nuestros legisladores (con muy pocas excepciones), nuestros presidentes municipales, gobernadores y demás funcionarios presuntamente elegidos por el voto, buscan enriquecerse con el puesto. Es irónico, pero la carrera política en México no es para servir a la sociedad, es para atiborrarse los bolsillos con dinero del erario. Esa es la doctrina priista, quien no lo crea que revise los nombres de los líderes en el Congreso, de los integrantes del gabinete presidencial, de los gobernadores, de los presidentes municipales y demás autoridades. Casi todos son descendientes de la estirpe de corruptos y rateros del pasado. Emilio Gamboa Patrón es un ejemplo. ¿Se acuerdan de sus conversaciones telefónicas grabadas que fueron todo un escándalo cuando se divulgaron? ¿Dónde está este personaje representante nato del salinismo y el descaro? En el Congreso de la Unión como uno de sus líderes.

Es algarabía popular el arresto de Duarte y Yarrington. Ya pasará la fiesta cuando los metan a la cárcel. En otro lado la pachanga se alargara cuando los familiares de estas dos ratas priistas gocen del dinero que de seguro tienen en bancos en Europa y a nombre de sus testaferros. Nos conformamos con muy poquito. Es por ello que la captura de Duarte será noticia de varios días. La aplicación de la justicia es la excepción a la regla política tradicional.

En la política no hay casualidades. El PRI está en crisis de credibilidad como el resto de los partidos políticos. Peña Nieto quiere reivindicarse en el Estado de México haciendo gobernador a su primo Alfredo del Mazo Maza. La captura de Duarte es un aliciente para empujar la candidatura del pariente presidencial y decir que se combate la corrupción, pero sin tocar a Montiel, el otro pariente que apesta igual o más que los ex gobernadores de Veracruz y Tamaulipas.

México ante el espejo es la imagen de una caja vacía envuelta en papel celofán. Ya no hay memoria histórica, nadie se acuerda de lo que pasó ayer porque lo que cuenta es lo de hoy. Así somos y por eso así estamos y así seguiremos. Pronto, de entre los 32 gobernadores del país surgirá otro Duarte, Yarrington, Montiel o como se llame. Se los apuesto.

 

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