Alejandro Saldaña Rosas
Sociólogo. Profesor Investigador de la Universidad Veracruzana
Twitter: @alesal3 / Facebook: Compa Saldaña
Adiós a la ciencia
Foto:Carlos Ramos Mamahua (La Jornada)
En México la ciencia no es prioritaria. Salvo el gobierno de Lázaro Cárdenas, quien dio un impulso decisivo al desarrollo de las capacidades científicas del país con la creación del Instituto Politécnico Nacional, el resto de los gobernantes no han tenido ningún interés real y comprometido con el impulso de la ciencia en México, y si acaso han hecho algún guiño hacia la comunidad científica es con la intención de utilizar a los centros de investigación y las universidades como parte de alguna estrategia política. El discurso científico se considera políticamente correcto, pero de ahí al apoyo decidido a la ciencia como motor del desarrollo del país hay mucha distancia. El tema es de relevancia y ha sido debatido en el programa Jaque al Rey, de Rompeviento TV: https://www.rompeviento.tv/?p=21121
La amenaza de eliminar del padrón de becarios del CONACYT a cientos, quizás miles, de jóvenes que desean cursar una especialidad, una maestría o un doctorado, es el más reciente atentado contra la formación de los científicos que el país requiere. Al momento de escribir estas líneas (sábado 25 de marzo por la noche) leo que al parecer el CONACYT daría marcha atrás a su intención de exclusión y daría becas a todos los estudiantes inscritos en un programa del Padrón de Posgrados de Calidad. La presión de los becarios va en aumento y tal vez por eso la institución que conduce el Dr. Enrique Cabrero recule en su intención. Qué bueno si lo hace, pero la afrenta está allí como evidencia del nulo interés que despierta la ciencia para el analfabeta funcional que “gobierna” al país.
La investigación científica se hace en el posgrado: estudiantes y profesores trabajan en proyectos de investigación específicos, de acuerdo con las líneas de generación y aplicación del conocimiento definidas por los investigadores en sus instancias académicas y cuerpos colegiados. Dejar sin becas a los estudiantes significa tanto cancelar sus posibilidades de estudiar un posgrado, como también desmantelar la estructura básica de la investigación científica. En ciencias básicas los estudiantes de posgrado trabajan en los laboratorios como responsables de dar seguimiento y supervisar los experimentos diseñados por ellos y sus profesores, mientras que en ciencias sociales los estudiantes suelen ser los encargados de buena parte de los trabajos de campo. De esta manera, los futuros investigadores se forman durante sus maestrías y/o doctorados en el trabajo codo a codo con científicos con experiencia y trayectoria.
La base científica que tiene el país se ha construido pese al gobierno, no gracias a él. Los laboratorios, los centros e institutos de investigación han sido resultado de esfuerzos individuales o de pequeños grupos, no producto de decisiones estratégicas diseñadas por los diferentes gobiernos en México desde hace al menos sesenta años. Las evidencias así lo demuestran: este año el presupuesto de CONACYT se redujo 23% con lo que difícilmente se alcanza el .5% del PIB, porcentaje ridículo si lo comparamos con lo que invierten Corea (4.3%), Austria, Alemania, Suiza, Estados Unidos (3%), Japón (3.6%), Israel (4.1%) o Brasil (1.2%). El caso de China es particular debido al tamaño gigantesco de su economía: invierte el 2% de su PIB lo que en términos llanos significa que su sector de ciencia y tecnología recibe una inversión de casi 370 mil millones de dólares por año.
La inversión en ciencia y tecnología se expresa, entre otras formas, en el número de investigadores. Así, mientras que en el mundo el promedio es un investigador por cada mil habitantes, en México debería haber cerca de 150 mil investigadores (si tomamos en cuenta que somos 130 millones de habitantes) pero la cifra es de apenas 50 mil. El recorte a las becas del posgrado representa ahondar en el terrible atraso que tenemos en materia de ciencia y tecnología, en investigación y desarrollo, lo que en un mundo globalizado basado en la economía del conocimiento y la innovación significa condenar al país a la pobreza, la vulnerabilidad y la violencia. Si usted desea profundizar en los datos le invito a jugar con esta herramienta diseñada por la UNESCO: http://www.uis.unesco.org/_LAYOUTS/UNESCO/research-and-development-spending/?SPSLanguage=EN#!lang=es
Ahora bien, no toda la culpa la tiene el gobierno: el sector privado es corresponsable de la baja inversión en ciencia y tecnología. Para decirlo con claridad: el empresariado mexicano, salvo destacadas excepciones, ha crecido al cobijo del gobierno, protegido en gran parte a través de “contratos” (moches) de mutua conveniencia y sin una perspectiva hacia la innovación. Contribuye el hecho de que la mayoría de las empresas mexicanas son micro y pequeñas con escasez de capital, lo que las limita para destinar recursos a la investigación.
Un tercer actor decisivo para comprender el escaso desarrollo de la ciencia y la tecnología en México son las universidades, particularmente las públicas. Una buena parte de las instituciones de educación superior públicas fueron creadas fundamentalmente para formar profesionistas y en menor medida para hacer investigación. Se trata de universidades de docencia en las que la investigación científica suele hacerse, cuando se hace, en institutos y centros de investigación que no han logrado imprimir su sello, su orientación y su fuerza al conjunto de la institución. Transitar de los viejos modelos universitarios basados en la separación entre docencia (realizada en facultades) e investigación (realizada en institutos) a modelos reticulares donde ambas funciones se articulen en la vinculación con las empresas, las cooperativas, los pueblos, la sociedad, no es tarea sencilla, menos aun cuando las burocracias que gobiernan carecen de la voluntad para transformar a las universidades. Rancias burocracias universitarias a las que el discurso neoliberal les cayó del cielo puesto que les ha dotado de una retórica de relumbrón para introducir transformaciones que nada cambian: gatopardismo académico, podemos llamarle. Calidad, innovación, certificación, excelencia, vinculación, sostenibilidad, equidad, transparencia son algunas de las (huecas) palabras con las que las añejas burocracias universitarias perpetúan la reproducción de instituciones con impresionantes estadísticas de éxito, pero ínfimo impacto social, tecnológico, científico en la comunidad a la que se deben.
CONACYT está obligado a pagar las becas a todos los estudiantes de posgrado, pero no es suficiente. Se requiere crear los empleos para que esos jóvenes al egresar tengan diferentes opciones para elegir una plaza, ya sea en el sector privado o en el público. Y crear los empleos para los egresados tampoco es suficiente. Se necesita construir los ecosistemas de creatividad e innovación que permitan que empresas, comunidades, organizaciones de la sociedad civil, universidades y centros de investigación, gobierno en sus tres niveles, trabajen conjuntamente en la solución de los problemas que nos agobian: inseguridad, alimentación, salud, medio ambiente, energía, entre muchos otros. Mientras no creemos los ecosistemas de creatividad e innovación que México necesita para insertarse en la economía global del conocimiento, seguiremos siendo un país con enormes inequidades.
La disyuntiva es sencilla: o damos un giro de 180º a las políticas públicas en materia de educación y desarrollo económico o mejor, de una vez, decimos adiós a la ciencia.
Concluyo manifestando mi total apoyo y solidaridad con el movimiento de estudiantes de posgrado en todo el país. Su reclamo es justo, su indignación comprensible, su lucha admirable. Me uno a ustedes en sus manifestaciones y protestas y los invito a sumarnos a la marcha global por la ciencia, el día 22 de abril: https://www.scientificamerican.com/espanol/noticias/marcha-por-la-ciencia-fue-fijada-para-el-dia-de-la-tierra/