Desde un lugar privilegiado

  • 0
Tamaño de fuente:
Imprimir

J. Jesús Esquivel

Corresponsal de la revista Proceso en Washington

@JJesusEsquivel

 

 

Washington – Recuerdo con nostalgia los sueños al inicio del ejercicio del periodismo, que tenían que ver con una nación democrática y la rendición de cuentas por parte de los gobernantes.

La juventud es irreverente, sagaz, transparente y desafiante, como imaginaba debería ser el apostolado del servicio a la información.

Las letras, como el periodismo, son una pasión. Pero en México, y en especial en los últimos 15 años, son sinónimo de agresión, censura y muerte.

Duele, y mucho, que México sea considerado como uno de los lugares más peligrosos en el mundo para los periodistas.

El asesinato de Rubén Espinosa, el fotoreportero colaborador de Proceso y de Cuartoscuro, es una bofetada que nos lo recuerda en letras escritas con sangre.

 

Muchos periodistas que trabajan en México viven bajo la amenaza de los que ostentan el poder y del crimen organizado, que se sienten incómodos por los reportajes y fotografías que los exhiben.

Carezco de la autoridad moral para siquiera intentar compararme con mis colegas en México. Intento hacer periodismo desde un lugar privilegiado y seguro, casi totalmente libre de riesgos para esta labor. No obstante, me siento en la necesidad de lanzar mi grito de impotencia por lo que pasa en mi país.

 

Ya son demasiados los periodistas asesinados y desaparecidos cuyos casos no se investigan a fondo por parte de las autoridades.

Las conclusiones del sistema judicial de algunos de los homicidios de periodistas que se han investigado, crean en la sociedad más inconformidad con las autoridades. Huelen a complicidad gubernamental con quienes pudieron dar la orden para la ejecución o desaparición de la víctima.

Quiero y reclamo el fin de la violencia contra el periodismo en México. Desde mi trinchera privilegiada sueño con ello y todavía aderezado con los ideales de juventud, que tal vez compaginaban con los del fotoreportero asesinado.

 

¿A quién acusamos por la muerte de Rubén Espinosa? No lo sé.

De lo que tengo certeza es de que es al gobierno de Enrique Peña Nieto al que le tenemos que exigir el esclarecimiento del crimen.

Es a Peña Nieto, como presidente de este México donde la labor del periodismo está acompañada de una insignia de muerte, censura y agresiones, al que estamos obligados a recriminarle la falta de garantías para la prensa. Si no es a él, ¿a quién?

 

En una democracia auténtica y con gobernantes responsables, la reincidencia de asesinatos de periodistas en un mismo lugar le restaría credibilidad a su sistema judicial y ensuciaría con sangre su reputación en materia de derechos humanos.

 

¿Por qué si en el estado de Veracruz ha habido tantos casos de homicidios y desaparición de periodistas, el gobierno federal no exige al responsable, en este caso al gobernador Javier Duarte, que se esclarezcan todos los casos?

 

Las advertencias que hizo Duarte a los reporteros de su entidad el pasado 30 de junio en Poza Rica, en una nación y democracia normal, serían la línea de investigación del sistema judicial federal.

¿Que acaso Peña Nieto no presume de la democracia mexicana cuando está en el extranjero?

 

“Pórtense bien”, había dicho Duarte a los informadores jarochos.

Rubén dejó Veracruz por temor, se sentía amenazado y por eso se refugió en la capital del país. Están sus propios testimonios sobre el miedo que tenía a perder la vida por su pasión y trabajo periodístico, si se quedaba en Veracruz.

 

Desde mi puesto privilegiado y por lo que ni siquiera me atrevo a compararme con mis colegas que arriesgan su vida todos los días en México, solamente exijo justicia y coherencia a las autoridades federales.

 

Mientras existan las letras, quieran o no, los gobiernos tendrán que soportar este maridaje con nosotros los reporteros.

 

¿Que sería de mi país sin la prensa? Ni me lo quiero imaginar.

 

No sabríamos que hay una Casa Blanca en Lomas de Chapultepec; que una simple maestra de primaria, Elba Esther Gordillo, gusta de hacer compras en Neiman Marcus. Los narcotraficantes vivirían felices y los funcionarios públicos seguirían disfrutando los fines de semana en sus mansiones de Malinalco, o utilizando helicópteros gubernamentales con cargo al erario para asistir a fiestas de cumpleaños, bautizos, bodas y demás.

 

¡No más! Este es mi grito, que tal vez se ahogue solo porque sale desde un lugar privilegiado para ejercer el periodismo.

 

 

Cómo duele este país
Atrás Cómo duele este país
Siguiente Periodistas de a Pie - 30 de julio 2015 - Ostula: las detenciones de Cemeí Verdía
Entradas Relacionadas

Escribir comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *