Terminarán queriendo hablar español

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J. Jesús Esquivel

Corresponsal de la revista Proceso en Washington

@JJesusEsquivel

Washington – Faltan 17 largos meses para que se lleven a cabo las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos, lo que hace muy impropio hacer pronósticos respecto a las posibilidades de triunfo entre los actuales aspirantes a reemplazar a Barack Obama.

Son 16 los candidatos que aspiran a la nominación presidencial del Partido Republicano; cinco los que buscan la del Partido Demócrata. Nombrar a los 21 es una labor que la verdad me da flojera por la lejanía de los comicios presidenciales, y porque creo que al final los candidatos finalistas serán políticos y no fantoches.

Dice un viejo adagio que “hay tomar las cosas de quien viene”, el cual aplico al caso de las denostaciones que hizo contra nosotros, los mexicanos, el empresario Donald Trump, actual candidato a la nominación presidencial republicana y que en estos momentos encabeza las encuestas de preferencia electoral.

Como mexicano e inmigrante radicado en Estados Unidos, confieso que no me sentí agredido por las fanfarronas y descontextualizadas palabras de Trump. Como reportero, me sentí en la obligación de hacer una nota cuando Trump nos calificó de “violadores”. Era mi trabajo hacerlo, pero hubiese preferido ignorarlo, tomando en cuenta de “quien venían las agresiones”.

Dudo que Trump gane la nominación presidencial republicana, aunque en la política casi todo es posible.

La desmemoria de los medios de comunicación sobre los procesos electorales en Estados Unidos ha contribuido a que Trump crea que puede ser candidato presidencial. Insisto en que falta más de un año y medio para las elecciones. Es demasiado temprano colocar a Trump como finalista para ganar el banderín presidencial de su partido, pese a lo que indiquen las encuestas.

En mi experiencia como reportero y corresponsal mexicano en Washington, tengo en mi haber siete elecciones presidenciales; empezando desde noviembre de 1988. Por ello, no creo en los resultados de las “encuestas tempraneras”.

En la actualidad, son muy pocos los votantes estadunidenses que ponen atención a la batalla por la nominación de los partidos Republicano y Demócrata. Son los medios de comunicación los que parecería están obsesionados.

Entiendo porqué las cadenas de televisión por cable como CNN, que tienen que estar al aire las 24 horas del día, quieran llenar espacios con las denostaciones de Trump, las reacciones y las contrarreacciones. Molesta el sensacionalismo con que lo hacen, lo destacan como si ya fuera el candidato presidencial de los republicanos y obligan a gobiernos ineptos a meterse en el ajo.

La experiencia indica que los electores estadunidenses comienzan a poner atención a los candidatos casi siempre en los meses de febrero o marzo del año en que se celebran los comicios. Es en esos meses que arrancan las elecciones primarias de cada partido.

Para cuando los estadunidenses dirigen su atención a las opciones presidenciales que les presentan los republicanos y los demócratas, ya muchos candidatos llegan desinflados y comienzan a renunciar a sus aspiraciones. Para sobrevivir febrero, marzo y hasta abril, un candidato presidencial requiere de muchas decenas de millones de dólares y un respaldo electoral genuino. Trump tiene el dinero, dudo que para entonces tenga el apoyo que requiere de votantes.

Las encuestas que de verdad pueden denotar una tendencia entre los candidatos de los partidos, se llevarán a cabo en el primer trimestre de 2016, y falta mucho para eso.

Al arranque del próximo año, hasta los medios de comunicación olvidadizos de los procesos presidenciales del pasado comenzarán a hablar del “voto latino o hispano”, que en las elecciones del martes 8 de noviembre de 2016 tendría el potencial de definir al próximo huésped de la Casa Blanca.

Para esos momentos, los mismos medios que ahora han elevado a Trump como candidato con posibilidades de triunfo, con sus análisis y encuestas contribuirán a desinflar y apagar al millonario.

Donald Trump firmó su sentencia al insultar a los inmigrantes mexicanos. No se dio cuenta que con esto causó cohesión entre los votantes latinos que en solidaridad se “mexicanizaron”.

Trump no ganará el voto latino, ni lo hubiese ganado incluso si se hubiese abstenido de los insultos. ¡El hubiera es una falacia!

Con el arranque del 2016 y de la verdadera contienda presidencial en Estados Unidos, todos los candidatos querrán para entonces hablar español. “Vota por mí”, puede decir su eslogan de campana.

Los políticos de profesión -Trump no lo es- saben que deberán hacer todo lo necesario por ganar simpatías entre los votantes hispanos, primero para ganar la nominación de su partido y, después, para poder ocupar la silla del escritorio de la Oficina Oval.

No soy gitano para predecir el futuro, pero me suena a que serán Jeb Bush, por los republicanos; y Hillary Rodhman Clinton, por los demócratas, quienes al final se disputarán el voto hispano.

Reitero, en política nada está escrito, todo puede suceder.

Cierto, en noviembre de 1980 los estadunidenses eligieron como presidente a un actor: Ronald Reagan. Era ignorante de la política profesional, pero no un fanfarrón e ingenuo como Trump.

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