#WomensMarch, la paradoja con la Estatua de la libertad

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Érika Paz

Asesora parlamentaria en temas de comunicación. Co-conductora del programa Jaque Al Rey

@paz_eri

 

 

#WomensMarch, la paradoja con la Estatua de la libertad

 

Una de las primeras órdenes ejecutivas firmadas por el presidente estadounidense Donald Trump está dirigida a menoscabar los derechos de las mujeres, entre ellos, el acceso a la interrupción del embarazo y a la información que podría salvarles la vida en caso de abortar.

Trump concretó este hecho al firmar la “Ley Mordaza”, con la que se prohíbe que Estados Unidos asista a oenegés extranjeras y centros de salud involucrados con reformas legislativas, información, orientación y práctica del aborto en diferentes países. Ya en marzo del año pasado, Donald Trump había señalado que las mujeres que decidían abortar debían recibir algún tipo de castigo. Ahora lo hace realidad con esta ley que amenaza la vida y la decisión de millones de mujeres.[1]

Tomemos en cuenta que, a lo largo del siglo pasado, las mujeres tuvieron que luchar por la adquisición de los derechos formales, primero por el derecho al voto y posteriormente por el reconocimiento de una serie de derechos políticos que afectaban y siguen afectando nuestra vida y nuestras necesidades.

A finales de los años 60, y sobre todo en los 70, varias legislaciones europeas permitieron el aborto libremente. En pleno siglo XXI, la lucha por la maternidad voluntaria, la interrupción legal del embarazo y la decisión sobre el número de hijos a tener, en suma, por los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, continúa en diferentes países, incluido México, debido a la falta o ausencia de garantías plenas.

A la fecha, la lucha feminista no ha cesado en la promoción, defensa y reconocimiento de los derechos humanos de todas las mujeres y deberá continuar hasta que la igualdad sustantiva entre hombres y mujeres sea una realidad, y la violencia contra ellas sea simplemente impensable.

Toda vez que el reconocimiento de los derechos de las mujeres ocurre en el marco de instituciones de Estado, el interés central de las feministas sobre el mismo es conocer y develar la existencia de medidas en las que se defiende el poder de los hombres en perjuicio del bienestar de las mujeres.

Por un lado resulta contradictorio y particularmente peligroso para las mujeres el mítico discurso de Trump que refuerza la figura de una masculinidad dominante. Semejante discurso echa en saco roto la narrativa típicamente norteamericana que señala a la democracia como el resultado de unas instituciones que sirven como contrapesos para evitar el poder arbitrario de una persona.

Por otro, la demonización que hace Trump de la diferencia (no sólo en la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, sino entre nacionalidades y razas) implica un trato jerárquico, no equitativo y de inferioridad hacia las mujeres, el cual arrebata las conquistas del movimiento feminista que se han consolidado en derechos instrumentados en el marco de las funciones de un Estado-Nación.

Aunque en el marco de la democracia liberal el Estado se presenta como el garante de la igualdad de derechos para todos los individuos, paradójicamente, siempre se encuentra una justificación o un mecanismo para excluir a las mujeres de esta supuesta igualdad jurídica.

En los hechos, las mujeres no han visto reflejados en su vida cotidiana los grandes ideales de la modernidad política expresados en la famosa Estatua de la Libertad.[2] Ese colosal monumento obsequiado por el pueblo francés a los norteamericanos, símbolo de una institucionalidad garante de la igualdad y la libertad, de la no dependencia a los poderes paternalistas del Antigüo Régimen, contrasta radicalmente con la figura de Trump, ese pater familias que pretende gobernar arbitrariamente sin hacer caso a ninguna mediación institucional.

Es por ello que la pasada #WomensMarch y las futuras acciones del movimiento feminista que tendrán y tienen cabida año tras año, nos recuerdan que el reconocimiento de nuestros derechos como mujeres ha sido el resultado de luchas que han construido un marco institucional que debemos mantener y mejorar a través de nuestra incidencia plena.

 

[1] De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, “las complicaciones de un aborto mal practicado constituyen una de las principales causas de muerte materna tras provocar hemorragias o infecciones fatales.

[2] “Las mujeres, incluidas las adolescentes, con embarazos no deseados suelen recurrir a un aborto peligroso entre otras circunstancias, como consecuencia de una legislación restrictiva, la falta de servicios médicos gratuitos, estigmatización, entre otras. La OMS calcula que anualmente se realizan 22 millones de abortos peligrosos lo que ocasiona alrededor del 13 por ciento de las muertes maternas”.

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