Diciembre entre paréntesis (Margensur)

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Alejandro Saldaña Rosas
Sociólogo. Profesor Investigador de la Universidad Veracruzana
Twitter: @alesal3 / Facebook: Compa Saldaña

 

 

 

 

Diciembre entre paréntesis

 

Diciembre es memorable por el paréntesis que abre en el día a día, en el mes a mes, en la grisura de las semanas que no se dejan recordar de tan olvidables que son, de tan planas y sin chiste. Diciembre abre un paréntesis en la cotidianidad que abruma. Diciembre suele escribirse y recordarse entre paréntesis.

            Bienvenido el paréntesis decembrino, aunque solo sea para estirar la cuerda de lo inevitable: el regreso al día a día que casi siempre agobia. Los meses y los años los contamos más por los diciembres y sus cenas navideñas, sus pleitos de familia, sus alegrías de infancia y sus suicidios de temporada, que, pongamos por ejemplo, los agostos de relámpagos, o los abriles de canícula y recogimiento en días santos.

            Los temas pendientes en la agenda son tantos que apabullan: la verdadera noche de Iguala (que encueró en su libro hace pocos días Anabel Hernández) y la impunidad sin cortapisa a la sombra de Los Pinos. La “huida” de Javier Duarte y el cobijo que le protege a la sombra de Los Pinos. Los asesinatos cometidos por el Ejército en Tlatlaya y Tanhuato, que se cubren a la sombra de Los Pinos. Los crímenes en Nochixtlán que siguen impunes por la mano visible de Los Pinos. La Casa Blanca que ha sido pintada de tal color con brocha marca Los Pinos. La sumisión ante el neonazi Donald Trump encabezada por la primera cerviz doblegada de la nación y su telenovelera consorte habitantes de Los Pinos. La economía en plena debacle a ritmo de villancicos entonados en los bajos de Los Pinos. Las decenas de exgobernadores prófugos de la justicia que corretean felices en los jardines de Los Pinos: Javier Duarte, Guillermo Padrés, Tomás Yarrington, Roberto Borge, entre los más mencionados en la última semana (que no los únicos, más sus testaferros, prestanombres, familiares de improviso y abogados de ocasión).

            Podemos seguir enumerando la lista de agravios que hacen de este diciembre un mes de inmensa tristeza, de esperanzas yertas y nostalgias dolorosas, por la omisión y la ineficacia pero sobre todo por la complicidad de Peña Nieto y sus funcionarios que gobiernan –y masacran- a la sombra de Los Pinos. Que yo mismo cargo todos los dados hacia Los Pinos es más que elocuente, pero en verdad que no soy yo: es el sistema.

            Llegamos al paréntesis de diciembre con enormes adeudos en todos los rubros, tantos que mencionarlos sería injusto por dejar a tantos fuera. Y aún así es necesario hacer un paréntesis para tomar aliento, bríos, alcohol y/o lo que usted guste disfrutar en las fiestas de fin de año. Pero es necesario hacer una pausa, olvidar sin olvidar, simplemente hacerse a un lado sin irse nunca, mirar para otra parte sin quitar la vista, escuchar en blanco con oído alerta, sentir apenitas pero bien profundo.

            Quizás usted y yo no estemos tan necesitados de esta tregua, de este paréntesis, no lo sé, solo aventuro conjeturas. O tal vez sí, tampoco lo sé. Sé de muchas familias sin sus hijas, sin sus hijos, de búsquedas incansables a pleno sol y plena lluvia que no encuentran nada cierto porque la verdad está a la sombra de Los Pinos. Y ellas y ellos siguen buscando a sus hijas y sus hijos, a sabiendas de que la sombra de Los Pinos opaca su infatigable búsqueda. No le hace: siguen buscando entre el ramaje espinoso de Los Pinos. Las madres y los padres de los 43 de Ayotzinapa son la punta de la hebra de la gran madeja que se deshilvana en todo el territorio nacional en búsqueda de sus querencias más sentidas, las más profundas.

            El paréntesis de diciembre también es indispensable para el empleado que tiene su liquidación con fecha abierta: mañana, el 1º de enero o quién sabe cuándo: da igual, ahora es momento de vivir entre paréntesis. De igual forma es un paréntesis imprescindible para el estudiante que obtuvo su título por méritos propios y tiempos justos (como en la UV, donde la titulación demora solo ¡diez días!). Para el trabajador que llega a estas fechas con el afán de levantarse ni tarde ni temprano, sino justo cuando el cuerpo lo requiera. Paréntesis vacacional imprescindible para cada quien, cada cual a su forma y a su modo.

            Espero que usted, como yo, se encuentre en el impasse decembrino de las fiestas navideñas. Y si no lo está, no se apure: tampoco es para tanto, salvo que su convicción religiosa lo motive a que estos días sean mucho más que de asueto, de compras compulsivas y quizás de mala sangre familiar envuelta en abrazos efusivos. Pero si su fe es menor a su capacidad de endeudamiento y los abrazos los da y los recibe con estoicismo y sonrisa programada, usted y yo nos parecemos mucho: las fiestas de diciembre, este paréntesis en el calendario, es solamente una breve pausa con tentaciones al borde del camino.

            Porque no olvidamos, no perdonamos, simplemente hacemos de diciembre un paréntesis para poner en reposo los signos de admiración que más alarman, las interrogantes que más preocupan. No arriamos banderas, no claudicamos, no cejamos de luchar, solamente hacemos un paréntesis en diciembre para festejar que pese a todo (y todo en parte son Los Pinos), no solamente seguimos vivos, sino alegres, pensantes y rebeldes. El paréntesis es para enfatizar que alegría, pensamiento y rebeldía son términos juguetones que se intercambian entre sí.

 

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