Mentira sobre la "verdad histórica"

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J. Jesús Esquivel
Corresponsal de la revista Proceso en Washington
@JJesusEsquivel

Mentira sobre la "verdad histórica"

Washington – Son ya 26 meses de lo ocurrido aquella noche trágica del 26 de septiembre de 2014, en Iguala, Guerrero, con los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa, y de que el gobierno de Enrique Peña Nieto optó por vivir en la mentira histórica antes que esclarecer ese crimen atroz y multitudinario.

Es inaudito que México siga sometido al conformismo que impuso la PGR con sus versiones desmentidas por la CIDH por medio del GIEI, aun cuando la sociedad del país sabe que nada es cierto de lo que nos pueda decir Peña Nieto para encubrir la verdad detrás de una masacre de tal magnitud.

Versiones van, versiones vienen, sobre lo presuntamente ocurrido en Iguala y posteriormente en el basurero de Cocula, y nada está claro ni nada convincente proveen en sus averiguaciones las autoridades para decirnos exactamente que pasó con los 43.

En columnas periodísticas y en libros de investigación, nosotros los mexicanos tenemos que recoger datos e información para poder atar cabos y teorizar sobre lo que policías, militares o criminales pudieron hacer para desaparecer a 43 personas en una sola noche.

La falta de credibilidad de la sociedad mexicana en el gobierno de Peña Nieto es tan grande, que prefiere hacer conjeturas sobre aquello de lo que los periodistas e investigadores dan cuenta, porque sus trabajos tienen más lógica y están mejor fundamentados que los de la PGR.

“La verdadera noche de Iguala”, el nuevo libro de la colega Anabel Hernández, es altamente revelador al mostrar detalles recogidos en una investigación minuciosa, que matiza la truculencia gubernamental por ocultar la participación militar en el crimen masivo que marcó por siempre, a nivel nacional e internacional y para su desdicha, al tan golpeado y desprestigiado sexenio de Peña Nieto. Lo mismo hizo el documental, “Mirar Morir”, de Temoris Grecko. No obstante, frente a estos excelentes trabajos periodísticos, el gobierno federal en lugar de seguir las pistas que arrojan mete la cabeza en su caparazón para mantener su “verdad histórica”, que todo mundo sabe y asume que es una vulgar farsa.

La arrogancia de Peña Nieto es tan grande, que aceptar que el GIEI lo agarró en una mentira histórica o que trabajos periodísticos como el de Hernández son válidos, sería para él la claudicación ante las demandas de justicia de los familiares de los 43 normalistas desaparecidos y de toda una sociedad cansada de la impunidad y de tan descarada falsedad.

¿Por qué en lugar de desdeñar las investigaciones periodísticas el gobierno de Peña Nieto no les da seguimiento? Nadie lo entiende.

Héctor de Mauleon lleva dos semanas cronicando en su columna “En Tercera Persona”, publicada por el diario El Universal, las entrevistas que hicieron en la PGR a presuntos sicarios que presuntamente participaron en el levantamiento, ejecución y quema de cadáveres de algunos de los estudiantes de Ayotzinapa, sin que el gobierno federal diga una sola palabra al respecto.

Las presuntas confesiones de los sicarios de las que da cuenta De Mauleon en su columna, son escalofriantes. Son confesiones de asesinatos atroces y a sangre fría que en un país de leyes tendrían que ser obligatoriamente investigados a fondo por el sistema judicial, por demanda constitucional y por la rendición de cuentas que le debe a la sociedad y a los familiares de las víctimas.

Son 26 largos meses y a ciencia cierta nadie sabe qué pasó con los 43 normalistas. Pareciera, además, que en el gobierno de Peña Nieto ya dieron por cerrado el caso y ahora están más preocupados por la elecciones presidenciales de 2018. La indefensión e impotencia que han de sentir los familiares de los 43 normalistas, la vivimos todos los mexicanos que no aceptamos un país de impunidad.

México, la nación donde nunca pasa nada. Si 43 jóvenes desaparecidos en una misma noche, en una ciudad, y con tantas declaraciones y versiones de lo ocurrido, no pudieron generar la renuncia de Tomás Zerón de Lucio, quien plantó evidencias para sostener la “mentira histórica” y contaminar la escena del crimen, creo, lamentablemente, que estamos condenados a esperar que sea la presidencia que reemplace a la de Peña Nieto la que nos informe dónde están, o por lo menos, dónde quedaron los 43 normalistas de Ayotzinapa.

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