Despertó el nativismo en EU

J. Jesús Esquivel

Corresponsal de la revista Proceso en Washington

@JJesusEsquivel

Despertó el nativismo en EU

Washington – En noviembre de 2008, cuando Barack Obama se convirtió en el primer presidente de los Estados Unidos de raza negra, pensé que los ideales del reverendo Martin Luther King Jr. habían creado conciencia en la sociedad estadunidense y que el sueño que tuvo ese líder de los derechos civiles se hacía realidad.

Ironías de la vida y de la democracia. Nadie pudo imaginar que a Obama lo reemplazaría un hombre blanco como Donald Trump, que con un populismo clasista reviviría al racismo y al fascismo que mantenía guardados una sociedad nativista.

Los anhelos de libertad y de equidad racial fueron un chispazo de 8 años, abolidos en una elección presidencial atípica de la que resalta el desprecio arraigado de los anglosajones a las minorías étnicas.

No hay que buscar responsables de la elección de Trump. Hay muchos y de toda índole, reflejados en su apatía electoral.

Dirigirse a Trump como “presidente electo” es tan difícil y suena tan falso, como si los mexicanos calificáramos a Carlos Salinas de Gortari de haber sido un presidente honesto.

El daño ya está hecho, el riesgo es lo que sigue. Tampoco hay que prender las luces y sirenas de alarma. Más que reactiva, la sociedad internacional que teme lo peor con la presidencia de Trump, está obligada a ser proactiva. La comunidad internacional, y en especial el gobierno de México, debe adelantarse a preparar el terreno ante cualquier eventualidad o barbaridad que se le pueda ocurrir al actual presidente electo de los estadunidenses.

La nación que gobernará Trump en los próximos 4 años está en un estado de shock. Pedirle que explique porqué permitió que Trump llegara a la Casa Blanca, sería como exigirle un nuevo autoflagelo. Su historia a corto y mediano plazo lo explicará y le exigirá la rendición de cuentas.

Ante el mundo, Estados Unidos tiene la cara de un país racista y misógino. Hablo de esos estadunidenses que votaron por Trump, cuyo rostro no veíamos pero sospechábamos que seguía ahí, dormido en su odio.

Como reportero, y posiblemente por mis ideales y deseos pacifistas, me equivoqué. Admito que en este espacio que Rompeviento TV me concede para publicar mis artículos de opinión, afirmé que Trump perdería las elecciones del 8 de noviembre.

Presumí, como ignorante que soy, perdiendo la objetividad a la que estoy obligado, que en mis casi 29 años como corresponsal mexicano acreditado en Estados Unidos conocía a su sociedad.

Hablé, como si hubiese tenido autoridad moral o científica para hacerlo, de que siempre los estadunidenses a la hora de votar optaban por la mejor opción para los intereses de su bolsillo. No fue así, me lo grito queriendo excusar mi ignorancia y recordando lo ocurrido en las 7 elecciones presidenciales anteriores que cubrí.

Amo esta noble profesión del periodismo y creía que, como tal, los emblemáticos e históricos gigantes de esta asignatura en Estados Unidos, como los diarios The New York Times, The Washington Post, The Wall Street Journal, y sus multimillonarias cadenas de televisión, con sus encuestas de la tendencia del voto, me ayudaban a predecir la derrota de un candidato narcisista e ignorante.

Me arrastró la vorágine de la inmediatez de la información, la vaguedad de esta y la tendencia en las redes sociales.

¡Fracasé, y de qué manera! Pido una disculpa a todos.

Esta elección de Estados Unidos es histórica, sin duda. Despertó a la bestia que por décadas se comió las libertades civiles y a la democracia.

Los reporteros que trabajamos como corresponsales mexicanos en Estados Unidos dejamos mucho qué decir de lo que hacemos. Me equivoqué y no tengo defensa. Me olvidé de la objetividad que debe ser el timón de mi barco que navega sobre las olas de las teclas.

De lo único que sí estoy seguro, y que me atrevo a decir, es de que desconozco a esta sociedad de Estados Unidos, que con la elección de Trump retrocedió por lo menos 50 años en su lucha por la defensa de los derechos civiles, la democracia y la libertad.