La ultraderecha y su doble moral (A bote pronto)

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Alejandro Mosqueda Guadarrama

Camarógrafo, editor y documentalista

Facebook: Moga Aleko

 

 

La ultraderecha y su doble moral

Entre algunos políticos, empresarios y la jerarquía de la iglesia católica, se fue fraguando la estrategia de movilizar a las “personas de bien y buena moral”, para defender lo que suponen son los valores que dan sustento y ayudan al bienestar de la sociedad. Tomaron como bandera y consigna defender la estructura de la familia, pero de “la familia” que ellos consideran la única, verdadera, sana y “natural”, y que nos quieren imponer. Pregonan que esta familia es: madre, padre, hijas e hijos. Esto les ha llevado a tratar de detener el ejercicio de un derecho (el del matrimonio) de una parte de la población, y por otra parte levantan su dictamen: quienes no contemplan la conformación familiar que defienden, simplemente no pueden considerarse una familia. En todo caso, son familias a medias, o como dicen estas personas de la buena moral y conciencia: son familias con accidentes.

Si la Iglesia católica decide no realizar ceremonias matrimoniales para personas del mismo sexo, está en su derecho, y las personas homosexuales que son católicas se quedarán con las ganas de una boda en iglesia, pero por las leyes civiles sí lo podrán hacer, y es aquí donde la ultraderecha no podrá imponer sus creencias.

Las actitudes y sueños fascistoides vuelan sobre las cabezas de muchas personas que han salido a marchar en defensa de “la familia natural”; la ultraderecha trata de imponerse con argumentos endebles para una realidad que es aplastante: alrededor del 19 % de las familias en México son monoparentales (sólo la madre o en otros casos el padre, con hijas e hijos o algún otro familiar). Las mujeres dirigen el 84 % de las familias monoparentales.

Del total de familias en la Ciudad de México, el 24 % son monoparentales y en su mayoría son encabezadas por mujeres jóvenes que son madres solteras, en muchos casos por embarazos no deseados. ¿Dar educación sexual en las escuelas y otros espacios provocaría el aumento de la cifra de madres solteras, como dicen las voces de la “buena moral”? Van unos datos que pueden llevar a pensar que estas mujeres son unas “libertinas”, un mal ejemplo para sus hijas e hijos: casi el 30 % de las familias, a nivel nacional, está encabezado por una mujer, sea o no madre soltera, viuda, divorciada o separada; en la Ciudad de México es el 36 %. (1)

Desde la derecha sueñan que se haga una “primavera mexicana”, con sus mensajes no tan sutiles en los contenidos de medios de comunicación, con sus marchas, desde el púlpito e incluso con la “acción” política directa de algunos personajes -ya sea diputados, senadores, funcionarios o algún gobernador-, todo con el propósito de regresar a un orden basado en creencias religiosas y en mitos que vayan conformando una especie de estado teocrático medieval, pero moderno, contemporáneo, con acceso a Dios vía la tecnología y claro que sin perder las buenas tradiciones, valores y ética cristiana.

Según dice la ley del Código Civil para el Distrito Federal (2), el matrimonio es la unión libre de dos personas para realizar la comunidad de vida, en donde ambos se procuran respeto, igualdad y ayuda mutua. No se estipula que estas personas tengan que ser de sexos opuestos. Por lo tanto, la negativa a realizar un matrimonio entre dos personas del mismo sexo por parte de los funcionarios responsables, es más que nada obediencia a sus creencias y valores religiosos, y estarían -en caso dado- cometiendo un delito al negar el ejercicio de un derecho claramente estipulado, incluso mencionado como un derecho humano (Artículo 16 de la Declaración de los Derechos Humanos, el cual puede prestarse a interpretaciones para imponer la visión conservadora) (3).

La homofobia tiene muchas caras: las organizaciones pro “familia natural”, por medio de los mensajes de sus voceros y sus textos (supuestamente científicos y no basados en sus creencias), promueven el odio e intentan generar miedo (y desinformación). Va un botón de muestra: dicen que con el reconocimiento del matrimonio igualitario (y por lo tanto de las familias constituidas por personas del mismo sexo y su derecho a la adopción) se va a crear un proceso de ¡despoblamiento del país! “La ideología de género nos la están imponiendo las grandes corporaciones mundiales: la ONU, el Banco Interamericano, el Banco Mundial, la están imponiendo a México y a otros países; quieren despoblar a los países del tercer mundo para quedarse con las materias primas de los países del tercer mundo…”, esto declaró Carlos García Villanueva, dirigente en Aguascalientes del Frente Nacional por la Familia (La Jornada, 7 de septiembre, 2016).

Con gran influencia en medios de comunicación, así como en las cúpulas políticas, empresariales y en amplios sectores de la población, se mueve la ultraderecha a través de organizaciones como la Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF), A Favor de lo Mejor, Coordinadora Ciudadana, Consejo Nacional de la Familia (ConFamilia), Mejor Sociedad, Mejor Gobierno, Centro de Liderazgo y Desarrollo Humano, Coparmex, Canacintra, muchas de éstas agrupadas en el Frente Nacional por la Familia, que ha tomado el liderazgo ya que “No respetar la institución del matrimonio conformado por un hombre y una mujer es sinónimo de miopía severa y no querer el progreso real de nuestra sociedad”, según establece en su página web.

Desde la sombra, el Yunque mueve hilos para presionar a Peña, que, dicho sea de paso, no es el artífice de nada nuevo: su declaración “a favor” del matrimonio igualitario estaba fuera de tiempo y obedeció más a una intención de levantar imagen, lo cual no logró, pero sí propició una especie de “vuelta a la arena” de la Organización Nacional de El Yunque que había mantenido silencio y cierta pasividad ante matrimonios igualitarios que ya se venían realizando en varias partes del país.

Una cruzada (sí, así como los “cruzados” de la Edad Media) está en marcha liderada por el Frente Nacional por la Familia, que nació el 25 mayo pasado para combatir la iniciativa de reformas al artículo 4 de la Constitución y el Código Civil, enviadas al Congreso por Peña. El fanatismo y la intolerancia están en sus discursos, a pesar de sus concesiones al declarar que el Frente “… no busca discriminar a nadie, respetamos las preferencias de cada persona…”. Es lo mismo que sucede con declaraciones que escuchamos o leemos una y otra vez: “Yo los respeto, pero que no se exhiban… Yo hasta tengo conocidos gay, pero no es natural su rollo…”. La homofobia -así como el clasismo o la misoginia- se disfraza de “apertura y tolerancia”, aunque finalmente contribuye a la violación de derechos y a la reproducción de ideas y actitudes discriminatorias.

La doble moral, desde la casa del vecino hasta la jerarquía católica, es la que hace iguales a unos y a otros, a religiosos y ateos. La doble moral, que tanto se esconde, sale a relucir con nombres y apellidos de jerarcas católicos que han mantenido relaciones “igualitarias” -obviamente muy en lo oscurito-, según la lista y declaraciones realizadas por el Frente Orgullo Nacional, el cual no condena la homosexualidad, sino la doble moral. Y sí, es esa jerarquía la que condena y se moviliza contra los matrimonios igualitarios.

Esas organizaciones que se cuentan por cientos y que forman parte del Frente Nacional por la Familia, no consideran importante manifestarse contra la corrupción, la violencia del Estado, la desaparición de los 43 jóvenes normalistas de Ayotzinapa, la acción depredadora de las mineras, y mucho menos se suman a la denuncia y exigencia de castigo para sacerdotes pederastas. Pero como dicen por ahí, nada es casual.

Habrá que mencionar que no todos los sacerdotes y monjas coinciden con esa visión de condena a la homosexualidad y de “familia natural”. Hay todavía personas, dentro de esa milenaria institución, que, desde su fe, sus creencias y trabajo pastoral, tienen otra postura y dan la lucha contra esa arcaica visión de su jerarquía.

La nuestra es una sociedad muy tradicionalista, que se permite cerrar calles para hacer su festejo del Santo, la Virgen u otro ser con aires de santidad o divinidad, que sea venerado por algún sector de la población en una zona determinada, ya sea una colonia o un barrio. Los demás nos tenemos que aguantar por horas (o días) la “fiesta”, llena de ruido, vendimias, calles cerradas y borrachos a la vuelta de la esquina. De acuerdo con algunas encuestas realizadas por el INEGI, se podría deducir que México es un país con un alto grado de conservadurismo y racismo, sin lugar a dudas. Y es aquí donde brilla la nulidad del Estado laico, en aras de darle al pueblo “respeto” a sus creencias. Entre el conservadurismo y la laicidad como mera etiqueta, se debaten leyes y derechos, se regatean y se violan otros más. El caldo de cultivo para iniciativas de la ultraderecha está, por lo tanto, siempre en su punto y es cosa de moverle a la olla para que salgan los apóstoles de la decencia, la moral y las costumbres “edificantes” y defensoras de “lo que debe de ser”… según las creencias que dicta su mitología religiosa.

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(1) Fuente: INEGI. Encuesta Intercensal 2015

(2) Sesiones del 1 de julio, 3,5,9,10, 12 y 16 de agosto de 2010, del Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Constitucionalidad de los artículos 146 y 391 del Código Civil para el Distrito Federal, en el primero de los cuales, se redefine el concepto de matrimonio para establecer que es la unión de dos personas, con lo que comprende no sólo a las parejas heterosexuales sino también a las del mismo sexo, mientras que en el segundo, a raíz de esta redefinición del matrimonio, implícitamente se establece la posibilidad de que los matrimonios celebrados entre personas del mismo sexo, puedan acceder a la adopción de menores.

Fuente: https://www.scjn.gob.mx/Cronicas/Sinopsis%20Pleno/TP-160810-SAVH-02.pdf

(3) Artículo 16 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

  1. Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia, y disfrutarán de iguales derechos en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del matrimonio.
  2. Sólo mediante libre y pleno consentimiento de los futuros esposos podrá contraerse el matrimonio.
  3. La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado.

 

 

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