¿Dónde están? (Margensur)

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Alejandro Saldaña Rosas

Sociólogo. Profesor Investigador de la Universidad Veracruzana

Twitter: @alesal3 / Facebook: Compa Saldaña

¿Dónde están?

 

Durante este año han desaparecido 211 mujeres en el estado de Veracruz. Un día salieron de su casa y no regresaron. Iban de viaje, al trabajo, a la escuela o a disfrutar de su tiempo libre y no se les volvió a ver.

Estela Casados González

Artículo publicado en AVC Noticias el 21/09/2016: http://www.avcnoticias.com.mx/columna.php?id=5371

 

 El dato es atroz: 211 mujeres desaparecidas en el estado de Veracruz en lo que va de este triste año. Y como dice Estela Casados, colega investigadora del Centro de Estudios de Género de la Universidad Veracruzana e integrante del Consejo Consultivo del Instituto Veracruzano de las Mujeres, “no son números. Son personas. Son niñas y adolescentes. Del total de desaparecidas, 97 tienen entre 12 y 18 años”.

            Niñas y adolescentes que un día salieron de sus casas, sus trabajos o de casa de una amiga rumbo a la escuela, al trabajo, a una reunión, al cine, a un paseo a solas y no volvieron con sus familias. ¿Dónde están? ¿Quién las “desapareció”? ¿Por qué? No acepto (ni los familiares) la respuesta fácil e inmediata de las “autoridades” en el sentido de que “debe haberse ido con el novio, ya aparecerá”, porque ha sido suficientemente demostrado que esos casos son los menos y que la intención de la falsedad es dar tiempo para encubrir a los culpables.

            En un intento por dar continuidad a la pregunta de Estela Casados (espero y me afano en no tergiversar) y con la intención de encontrar algunas aristas a la inquietud que encoge el espíritu, hago mío el cuestionamiento: ¿dónde están?

            La contundencia de la pregunta permite atisbar el horror que azota a las familias de las mujeres, sin que jamás pueda “entenderse” del todo porque el horror no tiene posibilidad alguna de comprensión: su brutalidad ahoga al pensamiento, atenaza a la razón, oprime el alma. ¿Dónde están las mujeres desparecidas en Xalapa, Coatzacoalcos, Minatitlán, Córdoba, Veracruz, Poza Rica? ¿Quién se las llevó? ¿Por qué?

            ¿Dónde están? Es una pregunta con destinatario: va dirigida tanto al gobierno del estado como al gobierno federal porque ellos son los responsables de la seguridad de nuestras hijas, de nuestras hermanas, de todos nosotros. Es una pregunta irrenunciable porque mientras haya una o un desaparecido, la exigencia no puede claudicar. Y no es una pregunta ingenua: sabemos que funcionarios de los tres niveles de gobierno y de los tres poderes del Estado, policías, militares y marinos están implicados en el crimen organizado, si no es que son los principales operadores de las mafias de trata de personas. Hay suficientes evidencias que apuntan a que en las desapariciones de mujeres en Veracruz hay funcionarios de bajo, medio y alto rango implicados: por omisión contubernio o, peor aún, por acción directa.

            ¿Dónde están? Pregunta que tiene eco pues reverbera en las gargantas de las madres y los padres de los cuarenta y tres estudiantes de la normal “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, que fueron víctimas del delito de desaparición forzada el 26 de septiembre de 2014 en Iguala. Delito que sigue impune y que las evidencias acumuladas, los testigos y los estudios científicos apuntan a que #FueElEstado el culpable, a través de la mentira histórica de Murillo Karam construida a base de tortura y “pruebas” sembradas por Tomás Zerón, delincuente consejero de seguridad de Peña Nieto. La mentira histórica no sólo ha sido revelada, también han quedado expuestos sus ejecutantes y sus encubridores.

            ¿Dónde están? Es una pregunta que interroga por las chicas desaparecidas e interpela al país entero: cuestionamiento sin geografía precisa ni tiempo definido, sin asomo de duda ni medias tintas, pregunta gritada por una madre que recorre hospitales, ministerios públicos y morgues sin encontrar a su hija o a su esposo, por un padre que escarba fosas clandestinas en un paraje bien conocido en Veracruz, Chihuahua, Sinaloa o Tamaulipas. ¿Dónde están? Es una pregunta que se interroga a fosa abierta.

            ¿Dónde están? Pregunta que reverbera en las voces y los reclamos de los familiares de más de 27 mil “desaparecidos” que hay en el país, mujeres y hombres que tienen nombre, edad, un trabajo, una escuela, un buscar, un parque para reposar, una soledad mojada en lágrimas, un hotel húmedo en sudores, una calle solo para caminar. Biografías con nombre, apellido, saliva e historia que el régimen autoritario pretende ocultar en una cifra, un indicador, una estadística obscena de tan mal compuesta y peor interpretada.

            ¿Dónde están? Pregunta que tiene memoria: es la misma que se sigue haciendo la admirable Rosario Ibarra de Piedra, quien no ha cesado en la búsqueda de su hijo Jesús, un hijo más de los desaparecidos de este país. ¿Dónde está Jesús? ¿Dónde están los desaparecidos de la guerra sucia? ¿Dónde están los Jesuses hijos nuestros de todos los tiempos?

            ¿Dónde están? Pregunta que tiene sombras. Sombra de duda por cuanto las “desaparecidas” y los “desaparecidos” dieron signos de vida en otras ciudades, en otros pueblos, en llamadas telefónicas inconclusas, en teléfonos celulares con señal en los cuarteles. Sombra, porque la pregunta se responde sola en la otra cara de la ausencia: en la anécdota de un cumpleaños a regañadientes pero con final feliz, en la risa inolvidable por los ojos chispas, en el sueño abrupto de una niña a sus trece años, en un paseo por el malecón comiendo helado, en una tarde de lluvia como tantas otras en Xalapa. Jamás las “desaparecidas” se van sin más, su huella es rastreable tanto en las grietas de las calles como sobre todo en los boquetes de las “investigaciones ministeriales”. Allí donde el MP ha dicho que “está trabajando en la investigación” y que irá “hasta las últimas consecuencias, caiga quien caiga”, hay que buscar el mensaje que encubre, la palabra falaz, el símbolo impune.

            ¿Dónde están? Pregunta que tiene luz: la luz de la memoria y la esperanza. La luz que anima la búsqueda en fosas que guardan decenas, cientos de preguntas, de historias y de huesos. Pregunta que incita rebeldía en la medida de su reiterada exigencia de justicia. Pregunta que exige organización para dar con el paradero de nuestras desaparecidas y con la huella de nosotros mismos: si nuestras mujeres “desaparecen” por centenas, o decenas, o una sola, es que como sociedad estamos perdidos.

            ¿Dónde están? No lo sé, pero no quiero quedarme cruzado de brazos: seguiré preguntando, junto con Estela y muchos familiares, amigas y colegas más, porque tal vez el dolor más agudo de la ausencia es la memoria, pero sin memoria la ausencia es vacío.

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