Nosotros los conscientes, ustedes los acarreados

  • 1

Ricardo Bernal*

Maestro y doctorante en filosofía moral y política (UAM-I). Profesor de filosofía social y filosofía de la historia (La Salle)

@FPmagonista

 

 

 

Nosotros los conscientes, ustedes los acarreados

Reflexiones en torno a Luis Buñuel

En 1950 Luis Buñuel asestaba un golpe frontal contra el mito nacionalista posrevolucionario. Más allá de sus indudables virtudes técnicas, Los Olvidados era una película que desmontaba los estereotipos creados por el cine mexicano de los años 40´s. La imagen presentada por Ismael Rodríguez en cintas como Nosotros los pobres idealizaba la figura de los más desfavorecidos al tiempo que ayudaba a forjar la narrativa de un “pueblo” humilde pero bondadoso, un pueblo capaz de soportar las peores desgracias con resignación y alegría. Buñuel ofrecía una mirada distinta. Sin echar mano de maniqueísmos simplificadores, el cineasta español mostraba los conflictos inherentes a esa vida marginal, olvidada por las instituciones del Estado Moderno mexicano, donde la carencia, el hambre y la ausencia de lazos de afecto estables favorecían la reproducción de estructuras de dependencia que afectaban a una amplia franja de la población citadina.

De ahí que ninguno de los personajes de Los Olvidados fuera presentado como un simple estereotipo: el humilde ciego, vejado por una pandilla de maleantes al iniciar la película, se revela finalmente como un viejo libidinoso y abusivo; la madre empobrecida y trabajadora no corresponde al ideal de la mujer casta y abnegada; el “ojitos”, ese niño ingenuo que ha sido abandonado por su padre en la ciudad, está dispuesto a acabar con la vida de su propio protector; hasta el mismo “Jairo”, que ha escapado del reclusorio y matado por la espalda a uno de sus compañeros, es presentado como un ser vulnerable cuya maldad es menos causa de su naturaleza que de sus propias circunstancias.

Aunque este desplazamiento de los referentes establecidos por la cultura nacionalista le costó la censura en México, Buñuel logró presentar el problema de la pobreza desde una dimensión privilegiada en términos cinematográficos. El procedimiento de Ismael Rodríguez en Nosotros los pobres consistía en homogeneizar a los humildes mediante un conjunto de figuras arquetípicas que permitían distinguir fácilmente a los buenos de los malos. Así, el universo de la pobreza podía ser analizado en términos maniqueos que en nada tocaban la dimensión estructural del problema.

El acercamiento de Buñuel, en cambio, muestra los efectos de un problema sistémico que no puede reducirse a su dimensión moral. Los personajes del cineasta no son ni enteramente buenos, ni enteramente malos, son, como todos los seres humanos, una mezcla ambivalente de acciones morales e inmorales. Esas acciones, sin embargo, ocurren en una circunstancia de olvido institucional y ausencia de oportunidades que termina acentuando los conflictos y las malas decisiones.

Hacia el final de la cinta, el encargado de la correccional –quien parece encarnar el punto de vista de Buñuel- profiere unas palabras que ayudan a comprender el sentido de la obra. Esas palabras, empero, no son un mar de elogios hacia la heroicidad de los pobres, ni una estigmatización de su irremediable inmoralidad: “Ojalá pudiéramos encerrar a la pobreza”.

La sentencia enfoca la raíz del problema en la pobreza y no en la moralidad o inmoralidad de los individuos. Una especie de giro copernicano en relación con la estructura del cine melodramático constantemente protagonizado por Pedro Infante.

Me pregunto hasta qué punto la mitología de buena parte de la izquierda mexicana opera mediante una renovación invertida del maniqueísmo que Buñuel intentaba desmontar. ¿Acaso no son recurrentes esas idealizaciones moralizantes cuya función es distinguir entre los buenos ciudadanos, los conscientes, los responsables, los que sí son del pueblo, los que resisten, y aquellos inconscientes, acarreados, desinteresados, ignorantes y alienados?

Me pregunto si no sería más fértil para un proyecto verdaderamente progresista entender las razones por las cuales buena parte de la gente sigue sumida en una dependencia tal que se ve obligada a vender su propia voluntad. Me pregunto si no tendría más sentido, desde la posición de privilegio que nos da el tener acceso a cierto capital cultural, saber por qué, en nuestro país, buena parte de la población sigue atada a mecanismos culturales que la alejan de nuestras demandas progresistas.

Me pregunto, además, si un proyecto democrático, como aquel que la izquierda reivindica, no tendría que hacerse cargo de esa mayoría que muchas veces despreciamos apelando a nuestra superioridad moral e intelectual. Me pregunto, en suma, si Buñuel no tendría algo que enseñarnos a nosotros.

*Ricardo Bernal es maestro y doctorante en filosofía moral y política por la UAM-I, realizó estudios doctorales en Paris VIII Saint Denis. Actualmente es profesor de filosofía social y filosofía de la historia en la Universidad La Salle y co-conductor del programa Jaque Al Rey.  

 

Atrás #Cápsula Santos Cómics - Entrevista al ilustrador Joe Azpeytia en el “Batman Day” - 22/09/2016
Siguiente Telesur - Noticiero Edición Central - En Rompeviento TV - 21/09/16
Entradas Relacionadas
Comentario 1
  • Jonás Luévano

    La representación maniquea buenos vs malos es antiquísima, precede por muchos siglos al cine nacional mexicano del siglo xx, inclusive precede al juicio final cristiano. Es por un lado una representación visual y una categoría filosófica ya cuestionada por Nietzsche. Esta representación apoya la legitimación y la visión del poder. No fue la protesta quien escindió al pueblo mexicano, fue el poder estatal quien reprimió la protesta y dividió al pueblo mexicano a fin de presentar ante los medios de comunicación una escición poderosa y desesperada ante el descrédito que tiene la administración en turno.

    Responder
    22 septiembre, 2016

Escribir comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *