El Huerto (2-Julio-2015)

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Mireles, el sujeto indignado

Por Víctor García Zapata

Director de la Fundación para la Democracia.

@victorgzapata

El 8 de marzo de 2014 Javier Sicilia publicó en la revista Proceso una carta abierta al Doctor Mireles y a Hipólito Mora en la que les escribe que: “la lucha de ustedes es la consecuencia de una ausencia atroz del estado de derecho, de un vasto deterioro de la cultura política y de serias complicidades de funcionarios públicos y de partidos con el crimen organizado.”

Aquel escrito fue la confirmación de que Sicilia se encuadra a sí mismo y a sus acciones por la paz en el ámbito de la ciudadanía agraviada por la violencia y la degradación de la vida pública y política del país. Por eso aquella carta no fue dirigida a quienes desde la iglesia asumen una posición cercana al pueblo y coadyuvan a su organización y tampoco fue dirigida a las policías comunitarias organizadas con base en una lógica de autonomía y de libre autodeterminación. Sicilia escribió y apeló a los ciudadanos convencidos de que la lucha por la recuperación de la justicia y la dignidad tendrá que venir desde todos los flancos de indignación.

Lo anterior viene al caso al proyectarse con gran despliegue mediático la película “Cartel Land” del director estadounidense Mathew Heinneman. Se trata de un filme que demuestra grandes atrevimientos por parte del director que se adentra en Apatzingán y Tepalcatepec para demostrar la apocalíptica situación de la cotidianidad municipal de nuestro país.

La pieza es incisiva en mostrar las coherencias y contradicciones de Mireles como dirigente de las autodefensas pero fallida en tratar de poner a dialogar su experiencia de lucha con la de un grupo similar a los “minutemen” de la frontera entre Estados Unidos y México. No parece que la experiencia que cada grupo pueda aportar sirva para entender las realidades de auto-organización ciudadana ante la ausencia o la corrupción total del Estado.

Mireles no es asimilable a grupos racistas, Mireles hace uso de las armas y la organización popular con perspectiva de calidad de vida digna en las comunidades. Si bien tampoco es estrictamente asimilable a grupos que luchan por la autonomía en lógica anti-sistémica o por hacer valer usos y costumbres de los pueblos indígenas, su lucha es también por la justicia y en ello habría que converger. Por ahora, es un preso por indignación reprimido por la falta de disposición del gobierno -por subjetividad conservadora y protección de intereses inconfesables– de propiciar la lucha ciudadana como esencia de la democracia.

Más allá de su valentía como director, de su gran trabajo visual, de adentrarnos drásticamente en la realidad del México profundo y de diálogos fallidos entre las “autodefensas”, la película de Heinneman debiera servir no solo para lanzar, de manera urgente, un campaña nacional por la libertad de Mireles, sino para reconstruir los impulsos de lucha ciudadana por la paz, por el fin de la guerra contra el narco y por la recomposición de un piso mínimo de justicia y dignidad. Dichas demandas deben encontrarse en el camino con la necesaria continuidad de las exigencias por la aparición con vida de los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa reprimidos y desaparecidos la noche del 26 de septiembre del año pasado.

Hoy más que nunca, se hace indispensable pensar en cómo renovar la lucha ciudadana contra la violencia, retomar los diversos impulsos de integración de los sujetos: Las víctimas que, como Sicilia, Mireles y muchas madres y familiares agrupados en diversas organizaciones, desplazan su indignación hacia la exigencia de justicia, hacia el cambio de política de seguridad, hacia la democratización de los medios, hacia observar los flujos del dinero sucio –que necesariamente ha pasado por instituciones financieras–, hacia oportunidades de desarrollo para los jóvenes, hacia la transparencia y limpieza, en lo posible, del sistema de partidos. Es decir, hacia un horizonte determinado de medidas que den orientación a la lucha.

En ese horizonte tienen que converger las izquierdas tradicionales y no, pero el reto de todas y todos es proponernos entender, sin forzar ni moldear a nuestra conveniencia, a los sujetos ciudadanos agraviados e indignados.

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