El deporte también tiene cuerpo de mujer

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Por Érika Paz*

Asesora parlamentaria en temas de comunicación y co-conductora del programa Jaque Al Rey

@paz_eri

El deporte también tiene cuerpo de mujer

A las mujeres se les ha relacionado históricamente con lo frágil, lo débil, lo pasivo, estereotipos que se han opuesto a la configuración y a la apropiación de un cuerpo hábil, preparado para la competencia motriz y atlética. Los Juegos Olímpicos (JO) de Río 2016 nos dejan más de una lección en lo que respecta a la configuración de lo masculino y lo femenino bajo modelos binarios estereotipados.

En todas y cada una de las competencias en las que las mujeres participaron observamos en ellas fuerza, velocidad, agresividad, destreza, resistencia, vigorosidad, etcétera, desmantelando –una vez más– la idea de aquello que se considera femenino “por naturaleza”.

Aun cuando el feminismo ha planteado la necesidad de legislar sobre los derechos sexuales y reproductivos, poco se han abordado las capacidades de movimiento, ejercicio, fuerza y control corporal; en suma, la actividad física-deportiva como uno de los mecanismos de empoderamiento de las mujeres sobre sus propios cuerpos.

Esta situación no es gratuita. Como institución social, el deporte sigue siendo una de las rémoras de la desigualdad entre hombres y mujeres, por ser considerado un coto masculino del que históricamente las mujeres han sido excluidas.

Basta con analizar la prensa deportiva nacional e internacional del 3 al 21 de agosto, periodo en el que se celebraron los Juegos Olímpicos de Río 2016, para constatar esta circunstancia. Durante esos días las noticias sobre las victorias y competencias femeniles ocuparon –para no variar– un porcentaje mínimo (alrededor del 15 por ciento, pese a registrar un pequeño incremento durante la justa olímpica) respecto a la información destinada al deporte varonil, incluido el llamado “Deporte del Hombre”.

Pero no sólo eso, muchos comentaristas, cronistas, periodistas y medios de comunicación a nivel internacional, trasladaron las victorias de las atletas a sus entrenadores o novios y destacaron su apariencia física por encima de sus logros.

Al respecto, muchos “defensores de la igualdad” entre hombres y mujeres señalarán que lo mismo se hizo con los atletas.

Sin embargo, no es lo mismo. Para ellos los “top 10” de los más guapos son secundarios ya que su (buen o mal) desempeño en el deporte sigue ocupando diariamente más del 90 por ciento de la información deportiva. No cabe lugar a dudas que ellos son reconocidos por sus victorias, no por su aspecto físico.

No obstante, la información que objetualiza y sexualiza a las mujeres, así como las frases denigrantes, de odio y discriminación dirigidas en su contra, reflejan la realidad de un país en el que diariamente se asesina en promedio a siete mujeres. Es, asimismo, el reflejo de la normalización de la violencia que padece la mitad de la población a nivel mundial y que, de acuerdo con la ONU, alcanza dimensiones de epidemia.

Son evidentes los pasos agigantados que han dado las mujeres en el deporte. Londres 2012 fue la primera vez en que todos los países incluyeron al menos una mujer en sus delegaciones, y si en París 1900 (segunda edición de los JO modernos en la que por vez primera las mujeres participaron) representaban el 2 por ciento del total de atletas, actualmente (Río 2016) representan el 42.22 por ciento (con 5 mil 138, de 11 mil 360 atletas) y tienen presencia en todas las disciplinas, incluidas el futbol y el box, deportes hasta hace poco considerados exclusivos de los hombres.

No obstante, el deporte varonil continúa siendo el preferido por el Comité Olímpico Internacional, tan es así que en la ceremonia de clausura de Río 2016 se premió a los tres ganadores de la maratón masculina, cuando en un ejercicio de equidad y reconocimiento del esfuerzo de las mujeres en la máxima justa deportiva, Jemina Sumgon, de Kenia; Eunice Kirwa, de Baréin, así como Mare Dibaba, de Etiopía, ganadoras de la maratón (deporte ícono de los JO) femenil, debieron recibir las medallas de oro, plata y bronce, respectivamente, al lado de sus compañeros hombres.

Este desconocimiento de los triunfos y de la existencia de mujeres atletas es mucho más claro a lo largo de los cuatro años en que no hay justa olímpica. Valdría la pena preguntarnos, exceptuando a Guadalupe González o María del Rosario Espinoza, ¿a cuántas deportistas mexicanas podemos recordar con nombre y apellido?, ¿cuáles son sus trayectorias, logros y victorias con resultados y fechas?

Es necesario informar equitativamente sobre los desafíos, triunfos, derrotas, esfuerzo y contexto en el que se desenvuelven las deportistas, no sólo para acortar la brecha de desigualdad entre hombres y mujeres, sino también porque las generaciones de jóvenes y niñas deben saber que el deporte también tiene cuerpo de mujer.

Pese al esfuerzo depositado en los entrenamientos, encuentros y competencias, jugando, corriendo, saltando, nadando y ganando medallas, las atletas siguen siendo excluidas de la información deportiva en la que campean estereotipos de género que las colocan, además, en posiciones subordinadas a los hombres. No se trata de ser fatalista, sino de constatar una realidad.

*Érika Paz es periodista, Maestra en Estudios Políticos y Sociales por la UNAM, cuenta con estudios en la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en diferentes empresas periodísticas, actualmente es asesora parlamentaria en temas de comunicación y co-conductora del programa Jaque Al Rey.

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