Ceguera de Washington

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J. Jesús Esquivel

Corresponsal de la revista Proceso en Washington

@JJesusEsquivel

 

Ceguera de Washington

 

Washington – Hasta hace unos años, ante cualquier violación de derechos humanos en México, la Casa Blanca reaccionaba de inmediato condenando la situación y demandando justicia.

Ahora, cuando México atraviesa por una grave crisis y deterioro de derechos humanos, la pasividad del gobierno de Barack Obama con el de Enrique Peña Nieto en este sentido, puede interpretarse como tolerancia o llano desinterés.

Los casos de Ayotzinapa, Nochixtlán y la masacre en Tlatlaya, por ejemplo, han pasado desapercibidos para la Casa Blanca.

No es que necesitemos del juicio de Estados Unidos para condenar o reconocer una violación flagrante de derechos humanos, pero es de destacarse su pasividad con Peña Nieto, tomando en cuenta que el gobierno de ese país asume el papel de policía del mundo.

Desde la invasión ilegal a Irak y el caso de los abusos por parte de soldados estadunidenses a presos en la cárcel de Abu Ghraib, la Casa Blanca perdió autoridad moral en derechos humanos. No obstante, sería un error pensar que su gobierno se quedó sin influencia para denunciar violaciones de derechos humanos en México.

Obvio es que desde los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, la relación con México se relegó todavía más en los temas de menos interés para el gobierno de Estados Unidos.

La ceguera de Washington al acontecer diario de los mexicanos se percibió más esta semana en el preámbulo de la Cumbre de Líderes de América del Norte, que se llevó a cabo en Canadá.
La Casa Blanca, al hablar de la reunión bilateral entre Obama y Peña Nieto, citó al comercio, la energía, el cambio climático, la inmigración y los temas laborales como tópicos que abordarían los mandatarios. El tema de los derechos humanos se destacó por su ausencia en la lista de asuntos bilaterales.

Qué bien por Peña Nieto. Entre menos mención a la crisis de derechos humanos que priva en México, mejor para su gobierno. Más aún si se puede excluir el asunto de derechos humanos en una reunión con el presidente de los Estados Unidos.

El martes 28 de junio, solo por saber si Josh Earnest, el vocero de la Casa Blanca, estaba un poco enterado de lo que ocurre en México, lo cuestioné sobre la razón por la cual el asunto de los derechos humanos estaba ausente en la reunión con Peña Nieto.

“México es un país con el cual Estados Unidos tiene una crítica e importante relación”, comenzó diciendo Earnest en respuesta a mi pregunta. “Obviamente, los derechos humanos son un tema que el presidente (Obama) resalta en sus conversaciones con los líderes alrededor del mundo. Son una prioridad para este presidente”, agregó el vocero de la Casa Blanca.

La ambigüedad de la respuesta de Earnest para salirse por la tangente confirma el hecho de que a la Casa Blanca le importa un bledo lo que ocurre en México.

En otras épocas, el presidente de Estados Unidos aprovecharía cualquier foro bilateral con su homólogo de México para destacar casos de violación a los derechos humanos que sufrieran los mexicanos. Con ello hacía valer su papel de superioridad y de policía del mundo, y más tratándose del caso de su vecino pobre.

El radar de la política exterior de Estados Unidos gira alrededor de otros intereses económicos. Si quisiera hacerlo, Obama podría denunciar la crisis de México y con ello, por lo menos, exhibir la inoperancia y negligencia del gobierno de Peña Nieto para investigar violaciones de derechos humanos y castigar a los responsables.

Obama tiene puesta la mira muy lejos de México. La epidemia de consumo de heroína que corroe a la sociedad estadunidense, pero en especial a la población blanca o anglosajona, obliga a la Casa Blanca a exigirle a Peña Nieto que haga algo para contener la producción de amapola. En 2014, de acuerdo con las estadísticas oficiales de la DEA, murieron 10 mil 574 estadunidenses por una sobredosis de heroína, la mayoría blancos.

Es innegable que si a la Casa Blanca no le importan los más de 100 mil muertos mexicanos por la lucha militarizada contra el narcotráfico, como resultado de la indomable adicción de sus ciudadanos a las drogas, menos le van a interesar los 9 muertos de Nochixtlán, los 43 desaparecidos de Ayotzinapa y los 22 ejecutados en Tlatlaya, entre otros casos similares.

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