Margensur (Nochixtlán: el lugar de la grana)

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Alejandro Saldaña Rosas

Sociólogo. Profesor Investigador de la Universidad Veracruzana

Twitter: @alesal3 / Facebook: Compa Saldaña

Nochixtlán: el lugar de la grana

 

Si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio que no puede definirse ni como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico, definirá un no lugar.

Marc Augé

 

Nochixtlán: lugar de la grana (Wikipedia). La grana o cochinilla es un parásito que crece en los nopales, de ella se obtiene un pigmento de color rojo; en combinación con otros productos resultan diversas gamas del carmesí. La grana o cochinilla era muy apreciada antes de la conquista española, posteriormente, durante la colonia, fue un producto de alto valor comercial. En el lugar de la grana, Nochixtlán, el suelo se tiñó de rojo por la sangre de al menos 11 personas asesinadas y decenas, quizás cientos, de heridos.

           

Fuerzas policiacas federales y estatales atacaron con armas largas y cortas a población civil desarmada, en una flagrante violación de los derechos humanos. Como ha quedado demostrado con fotografías, videos y con las narraciones de los testigos, las ráfagas salieron de los agrupamientos policiacos, por lo que los muertos son, todos, de personas que acudieron a apoyar a los maestros o que solamente estaban de paso. Inverosímil la versión de que los maestros iniciaron el tiroteo, cuando no hay absolutamente ninguna evidencia de ello, ni tampoco policías muertos o heridos por arma de fuego; no obstante cabe la posibilidad de que paramilitares o “halcones” hayan iniciado el tiroteo, de cualquier forma es una agresión del gobierno hacia civiles. Por ende, es erróneo y perverso decir que se trató de un “enfrentamiento” cuando se trató de un ataque de policías armados y entrenados, en contra de población civil desarmada que ese domingo acudió al llamado de los maestros. Y si acudió masivamente fue no solo por simpatía hacia los maestros, sino también porque había cientos de personas: era domingo de tianguis.

 

            Supongo que el gobierno desconocía que había mercado, por eso ordenó el ataque, y si lo sabía, aún peor, significa que no le importó en lo absoluto. De cualquier forma, el asesinato de once personas y decenas de heridos en Nochixtlán el domingo 19 de junio pone en evidencia, otra vez, el carácter represor y asesino del gobierno de Peña Nieto y aún más: expresa que para el régimen el país carece de identidad, de vínculos y de historia. Para el régimen, México es un no-lugar.

            El epígrafe que da inicio a este texto es de un libro bien conocido por los antropólogos: Los no lugares. En este trabajo Marc Augé propone una tesis bien interesante: en la sobremodernidad (término acuñado por él) hay lugares carentes de significado, de valor histórico y de identidad, son los llamados no-lugares. Ejemplos típicos de no-lugares son los lugares de tránsito, como los aeropuertos, los hoteles o las autopistas. En tanto sitios de tránsito, los no-lugares no tienen para nosotros mayor significado que su funcionalidad inmediata y acaso el gesto efímero de algún otro visitante. Los no-lugares son espacios del anonimato, ahistóricos e impersonales en los que nuestros signos de identidad están perfectamente bien codificados e institucionalizados: el boleto de avión, el pase de abordar, el documento de identidad (IFE, pasaporte) o la licencia de manejo y la matrícula del auto. En la modernidad (o sobremodernidad, como dice Augé) la multiplicación de los no-lugares es un rasgo y un proceso incesante; son espacios anodinos en los que discurre la abulia de nuestra cotidianidad: el metro y su letargo, el periférico y su aburrimiento en doble piso, el hotel de comida plástica, la terminal de autobuses con su hastío de viajantes hacia ninguna parte.

            Los lugares y los no-lugares no existen de manera pura, sino dice Augé que “el primero no queda nunca completamente borrado y el segundo no se cumple nunca totalmente: son palimpsestos[1] donde se reinscribe sin cesar el juego intrincado de la identidad y de la relación”. En el ejemplo típico del aeropuerto diríamos que mientras para la mayoría de nosotros se trata de un no-lugar anónimo y rígidamente normado, para otra gente es su lugar de trabajo y por ende, un espacio de significado incluso vital.

            Para el régimen el país es un no-lugar: en vez de lazos sociales concibe contribuyentes y votantes, en lugar de la historia como una construcción social presente, admite sólo un pasado de lugares comunes y héroes vacíos, en la geografía y la variopinta identidad de nuestros pueblos, encuentra solamente nombres impronunciables y rezagos que deben “superarse” en aras del progreso. Así, para el gobierno de Peña Nieto, Nochixtlán es un no-lugar, por lo tanto es un espacio de no-derechos: allí se puede asesinar a esos “oaxacos revoltosos” que bloquean carreteras.

            Un régimen de dominación (económica, política, ideológica) que concibe a México como un no-lugar explica que sus gobernantes confundan los nombres de las capitales, como Peña Nieto quien dice que Boca del Río es la capital de Veracruz, o que la Comisionada Nacional para el desarrollo de los Pueblos Indígenas, Nuvia Mayorga, sea incapaz de pronunciar los nombres de pueblos y se justifique diciendo que “es que luego sus nombres son medio raros”, o bien que el Presidente del Instituto Nacional Electoral, Lorenzo Córdova, demuestre su infame racismo por la forma de hablar de una persona. Hay miles de ejemplos del desdén que se tiene hacia México en tanto país real, en tanto lugar de relaciones concretas, identidades varias, historias vigentes.

            Para el régimen, el país real, histórico, con identidad y vitalidad no existe, es acaso solamente un lugar de tránsito, un espacio anodino del que no vale la pena aprender los nombres de sus pueblos, ríos y montañas, ni estudiar su historia, ni reconocer sus derechos humanos, territoriales, comunitarios, mucho menos leer que es un lugar de tianguis, de relaciones, de habla, de deseos y expectativas. México es un no-lugar para esta caterva de funcionarios, militares, policías, sacerdotes, empresarios, líderes charros y politiquillos de quinta que están de paso por este país, rumbo a la conquista de sí mismos a través del poder, el dinero y la muerte.

            Nos corresponde restaurar la memoria, la palabra y la imaginación. Nos corresponde recordar que Nochixtlán significa “el lugar de la grana” porque allí se producía cochinilla carmesí para la alfarería, los textiles, la madera y los códices. Con grana de Nochixtlán se hizo arte, pensamiento y memoria. Con sangre de Nochixtlán y de Ayotzinapa y de Tlatlaya y de Acteal y de Tlatelolco, haremos un país que sea un lugar donde quepamos todos.

[1] Se llama palimpsesto al manuscrito que todavía conserva huellas de otra escritura anterior en la misma superficie, pero borrada expresamente para dar lugar a la que ahora existe.

 

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