Los países miembros de la OEA, como avestruces

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J. Jesús Esquivel

Corresponsal de la revista Proceso en Washington

@JJesusEsquivel

Los países miembros de la OEA, como avestruces

 

Washington – Es una lástima y una bofetada al sistema democrático del continente americano que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) esté sumida en una crisis financiera que la obliga a suspender el fundamento más valioso de la humanidad: VELAR POR EL RESPETO Y PROTECCION DE LAS GARANTIAS INDIVIDUALES.

Dependiente de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y de los 34 países miembros activos que la componen, la CIDH simplemente no tiene dinero, en lo que resta del año, para defender los derechos humanos y exponer la impunidad que hay en torno a ello en países como el nuestro, México.

En un histórico y vergonzoso comunicado de prensa, que emitió el lunes 23 de mayo por la tarde y que debería ser objeto de solución inmediata por parte de los países miembros de la OEA, la CIDH expuso una alarmante y estremecedora situación que se avecina.

“Resulta igualmente perturbador el estado de indefensión en que quedarán miles de víctimas de violaciones a los derechos humanos. Será inevitable que el retraso procesal que se estaba intentando reducir vuelva a aumentar y llegue a un punto incompatible con el derecho de acceso a la justicia”, advirtió la CIDH.

La crisis financiera extrema por la que atraviesa este órgano jurídico del Sistema Interamericano, lo estaría obligando a despedir al 40 por ciento de su personal, integrado por 78 personas, a partir del próximo 1 de agosto. Por falta de fondos suspendió las visitas “in loco” programadas para lo que resta de 2016 y canceló los Periodos de Sesiones 159 y 160, programados para julio y octubre.

De la OEA, la CIDH es tal vez lo único valioso. La OEA es una organización que más bien parece un “club de diplomáticos latinoamericanos y caribeños becados”. Los embajadores del hemisferio ante la OEA, para ser precisos y desde mi punto de vista, no hacen nada ni por la defensa de la democracia ni mucho menos por la defensa de los derechos humanos.

Cuando surge una crisis de democracia, en la OEA los embajadores se reúnen en el seno del Consejo Permanente. Se pasan horas interminables debatiendo resoluciones de papel para condenar una situación, que al final de cuentas no sirven para nada. Cuando se atoran en la redacción de la resolución, tienen que intervenir los cancilleres de los países, que hacen lo mismo que sus emisarios diplomáticos becados ante la OEA.

¡Cómo recuerdo el caso del golpe de Estado en Haití, el 30 de septiembre de 1991! En reunión urgente del Consejo Permanente, los embajadores becados llevaban más de 20 horas "negociando", cuando de pronto un embajador, molesto por la situación, nos contó a los reporteros que el atorón en las negociaciones se debía a que un embajador sudamericano (de Uruguay, cuyo nombre no recuerdo, ni me tomé la molestia de buscar) quería incluir “una frase en latín” en “la resolución”. La disputa lingüística duró un día más. Al final de cuentas, todas las resoluciones emitidas por la OEA fueron un verdadero fracaso. La crisis en Haití se resolvió cuando Estados Unidos envió a los Marines a reinstaurar a Jean Bertrand Aristide, como presidente constitucional de Haití.

Como este ejemplo de lo inservible que es la OEA para la defensa de la democracia y los derechos humanos en el hemisferio, hay decenas de casos. Lo mismo de lo importantísima y primordial que es la intervención de la CIDH para la protección de los derechos humanos en América Latina y el Caribe.

De no haber sido por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) que envió a México la CIDH, la Mentira Histórica del gobierno de México sobre el caso de la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, Guerrero, hoy seguiría siendo una “Verdad Histórica”, la farsa impuesta por la impunidad que aflora en la presidencia de Enrique Peña Nieto.

Sin la CIDH no se habrían emitido medidas cautelares para periodistas, defensores de los derechos humanos y activistas en todos los ámbitos sociales en México, lo cual es posible que les haya salvado la vida a muchos de los que se beneficiaron con ello.

No pidamos que en México se castigue a los violadores de los derechos humanos y mucho menos cuando se trate de militares, por pedido de la CIDH. Eso jamás lo permitirá un gobierno como el de Peña Nieto porque quedaría exhibido aun más ante la comunidad internacional. Pero sí que la CIDH siga exponiendo ante el mundo estas prácticas aberrantes en nuestro país. Para la impunidad gubernamental por violaciones sistemáticas a los derechos humanos, la CIDH es un enemigo mortal por el simple hecho de denunciarlas.

Tenemos para documentar esta afirmación casos históricos en la región como los de Argentina, Chile, Brasil, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, todos los países centroamericanos, Paraguay, Uruguay, Haití, Granada y México, por mencionar algunos.

El total del presupuesto para financiar las actividades de la CIDH en 2016 no llega ni a los 5 millones de dólares. Ni lo que le costó al Grupo HIGA la construcción de la Casa Blanca de Peña Nieto o de su esposa, Angélica Rivera “La Gaviota”, en Las Lomas, valuada en unos 7 millones de dólares.

El gobierno de México no aportó este año su cuota para financiar las actividades de la CIDH, lo mismo que muchos otros países miembros activos de la OEA.

“El Consejo de Europa destina el 41.5% de su presupuesto a la promoción y protección de los derechos humanos, la OEA destina el 6% de su presupuesto a la CIDH”, enfatiza el comunicado de este órgano en crisis financiera. ¿Y los 34 países del Sistema Interamericano ante este realidad? Como los avestruces.

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