La recta final de la carreta presidencial de EU
Las elecciones de ayer en el estado de Indiana acabaron por definir la candidatura de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, superó a Ted Cruz por poco más de 16% y se ganó a todos los delegados del estado alcanzando un total de 1,007, casi el doble de delegados que Ted Cruz, su competidor más cercano.
Con el desalentador resultado, Cruz anunció esa misma noche que abandonaba su campaña y el presidente del Partido Republicano, Reince Priebus, se vio obligado a aceptar a Trump como candidato tentativo a través de un tweet en el que también llamó a “unirse y enfocarse en derrotar a Hillary Clinton”.
La candidatura presidencial de Donald Trump ya estaba virtualmente definida desde las votaciones del pasado martes 26 de abril, donde Trump tuvo aplastantes victorias y amplió aún más su ventaja de delegados ya imposible de superar. Con esto, ya no hay nada que el movimiento anti Trump puedan hacer para evitar la candidatura de este polémico personaje.
En el lado demócrata, Bernie Sanders ganó la votación seis puntos por encima de Clinton, sobreponiéndose a todas las predicciones. Pero aún así le será casi imposible alcanzar el número de delegados necesario para asegurar la nominación. Lo que puede hacer es aspirar a superar a Hillary, con lo que la selección del candidato caería totalmente en manos de la Convención del partido, a celebrarse a finales de julio.
Para evitar que Hillary Clinton asegure la nominación, Bernie Sanders necesita ganar el 66% de los delegados restantes y esperar que los superdelegados voten como sus respectivos estados lo hicieron. El panorama es no es muy cómodo para este senador de Vermont pero aún puede complicar mucho las cosas para Clinton.
Todo parece indicar que el mes que resta de la carrera por la candidatura será un mero trámite para Donald Trump y Hillary Clinton, quienes de por sí son favoritos a ganar en la mayoría de los estados que faltan por votar, con lo que prácticamente tienen la nominación en el bolsillo -aunque a ella se le podrían complicar un poco las cosas.
Aparentemente los estadounidenses tendrán que escoger el próximo 8 de noviembre entre una controversial mujer con una carrera política rodeada de escándalos y actualmente investigada por el FBI, o un empresario con una carrera política inexistente y que insulta a mexicanos, musulmanes y mujeres.
¿Cómo demonios llegamos a esto?
Buena parte de la culpa la tienen los medios masivos de comunicación, que nunca tomaron en serio la candidatura Trump y más bien lo vieron como un chiste que les ganaría audiencia. Se estima que Trump recibió una cobertura gratuita equivalente a cerca de mil millones de dólares, mientras que Sanders tuvo una cobertura seis veces menor que la de Trump, y menos de la mitad de la que tuvo su oponente, Hillary Clinton.
Otro factor que alimentó la popularidad de Trump, pero que también levantó la campaña de Sanders, fue el hartazgo de la sociedad hacia “los políticos de siempre”. A pesar de este generalizado fastidio social la aparente candidata demócrata es la encarnación misma del establishment político que tanto detestan las nuevas generaciones.
¿Y ahora qué?
La nominación de Trump es un gran fracaso para el Partido Republicano, de los 17 candidatos que iniciaron campaña por la candidatura de este partido, el favorito y el más votado, por un enorme margen, fue un ridículo magnate racista sin nada de experiencia en política. Algo que evidencia el terrible estado actual de este partido conservador.
A juzgar por la terrible situación del Partido Republicano, lo más probable es que sea el Partido Demócrata el que gane la presidencia. Estas son buenas noticias para el progresismo político -si es que se considera a Clinton como tal- y para los férreos detractores de Trump que amenazaban con mudarse a Canadá -aunque si tampoco soportan a Hillary bien pueden empezar a hacer sus maletas.
Aún existe la posibilidad de que se apunte a la contienda un tercer candidato de forma independiente, pero en un enfrentamiento como Clinton vs. Trump no habrá gran cabida para nadie más, y quien se presente difícilmente conseguirá un porcentaje considerable de votos, aunque bien puede dividir el voto según su inclinación política.
Es una verdadera lástima ver a Trump como candidato a la presidencia mientras que la revolución política de Bernie Sanders falla en alcanzar la máxima victoria, pero este socialista ya ha logrado mucho: abrió la puertas para que los norteamericanos se inclinen sin miedo hacia políticas de izquierda más radicales. Hace apenas 50 años era todavía general el anticomunismo. Hoy, más de una tercera parte de los estadounidenses ve al socialismo de forma positiva.
Lo que Sanders debería hacer, con su enorme popularidad y su discurso inspirador de una creciente participación electoral, es apoyar las campañas de los senadores progresistas, sean demócratas o independientes, rumbo a las elecciones del 8 de noviembre, donde una tercera parte de las curules del senado serán disputados, con lo que la izquierda tiene una oportunidad única de arrebatar a los republicanos conservadores el control de la Cámara.
Quizá en algunos años Estados Unidos llegue a tener un presidente socialista, cuando los jóvenes que apoyan abrumadoramente a Sanders prediquen esta forma de hacer política a las generaciones por venir. Mientras tanto, tendremos que conformarnos con el “progresismo” conservador de Hillary Clinton, en el mejor de los casos. El hecho histórico de que pueda ser la primera mujer presidente de ese país nos quita un poco el pesimismo.
** Tinta Incógnita es un colaborador de la sección de Artículos de Opinión de Rompeviento TV. El anonimato es un juego y una pregunta: ¿vale más lo que escribe la pluma o la pluma que lo escribe?
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