Nuestros alumnos refugiados

  • 0

Manuel Ortiz Escámez

Sociólogo y fotógrafo documental. Profesor en la UNAM.

@ManuOrtizE

Nuestros alumnos refugiados

 

 

Área de la Bahía de San Francisco. La profesora Misla Barco comienza a pasar lista a las 13:00 horas en su salón de la escuela secundaria East Palo Alto Academy. Martínez, Hernández, Reyes, García, todos los apellidos correspondientes a familias de “latinos”. Todos, con excepción de unos cuantos, son jóvenes originarios de Michoacán. La mayoría son víctimas, directas o indirectas, de la violencia y la guerra contra el narcotráfico impuesta por Washington en México.

Barco, una carismática guatemalteca de rizos desperdigados, por cuya trayectoria docente ha sido premiada en múltiples ocasiones tanto a nivel local como nacional, tiene 20 años trabajando con jóvenes migrantes en zonas marginadas del norte de California. En los últimos 3 años, Barco ha podido observar con gran preocupación cómo se ha transformado la condición de los jóvenes latinos en la zona: de migrantes a refugiados.

Barco asegura: “hace años nuestros estudiantes venían a este país con sus familias; ahora muchos de ellos están llegando solos. A algunos ya les mataron a sus padres en México. Otros son enviados por sus padres, abuelos, primos o hermanos, para que no los maten allá. Una alumna, por ejemplo, me contó que a su hermano lo ejecutaron en Michoacán y lo fueron encontrando en la calle por pedazos: la cabeza aquí, un brazo por allá, y así. Es terrible lo que está pasando”.

Un migrante es una persona que se desplaza en búsqueda de una mejor vida; lo hace por razones económicas, sociales o culturales. Un refugiado es un sujeto que deja su lugar de origen para proteger su vida y la de su familia. La diferencia entre migrantes y refugiados podría ser difusa en algunos casos, porque las causas del desplazamiento suelen ser multifactoriales.

Saskia Sassen, un reconocida socióloga especialista en desplazamientos humanos, destaca la aparición de una nueva categoría llamada “pérdida masiva del hábitat” (ver entrevista a Sankia Sassen en El Diario, España, 21 de octubre de 2015). Por pérdida masiva del hábitat, Sassen entiende aquellas personas en movimiento, no tanto en búsqueda de una vida mejor, sino por causa de la violencia y el despojo territorial.

Parecería que la categoría de Sassen nos refiere únicamente a personas de Siria, Afganistán, Somalia o África. No obstante, gran parte de los alumnos de Barco, como muchos otros mexicanos dentro y fuera del país, también son víctimas de la pérdida masiva del hábitat. De acuerdo con la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de Derechos Humanos (CMDPDH), entre 2011 y 2015, 281 mil 418 personas se desplazaron internamente de manera forzada en México como consecuencia de la violencia. La cifra es alta, sin embargo, ésta podría quedarse muy corta comparada con la realidad, ya que el escenario de impunidad, vigente en toda la república mexicana, inhibe la denuncia. Por ende, no sabemos exactamente cuántos desplazados hay en el México actual.

El problema es grave y debemos actuar en consecuencia. Los alumnos de Barco son jóvenes que llegan a los Estados Unidos de manera indocumentada y con traumas severos. Jóvenes mexicanos que antes de poder continuar sus estudios, tienen que someterse a un tratamiento psicológico. Para colmo, suelen vivir en hacinamiento debido a los altos costos de vida y la acelerada gentrificación en el Área de la Bahía de San Francisco.

“Son alumnos que llegan aquí con mucha apatía, coraje, enojados con el mundo. Son en ocasiones muy agresivos. En el fondo, son personas con mucho miedo. Nosotros como docentes, primero debemos curar sus heridas, de lo contrario, no pueden estar listos para aprender”, afirma la profesora.

Desde los años 60, se generó un flujo migratorio de personas originarias de Tierra Caliente, Michoacán, al Área de la Bahía de San Francisco, particularmente de Aguililla a Redwood City (también conocido como Aguililla Dos o The Little Michoacán), y posteriormente a suburbios aledaños como East Palo Alto, en donde se encuentra la escuela de Barco.

No obstante, el fenómeno ilustrado por Barco y sus alumnos, más que formar parte de esta tradición migratoria, es una más de las desastrosas consecuencias de la guerra contra el narcotráfico, creada por el cártel de Washington desde los años 70, y endurecida por órdenes de ellos mismos durante el gobierno de Felipe Calderón y Peña Nieto.

Como es bien sabido, esta guerra contra el narcotráfico, más que combatir narcotraficantes, ha sido un sofisticado mecanismo para perseguir disidentes, justificar la compra venta de armamento, así como para la desarticulación del tejido social y el desplazamiento forzado, en comunidades cuyos recursos naturales son vistos como un manjar para empresas transnacionales. Dichas empresas, tanto en Michoacán como en otras regiones del país, logran operar extrayendo minerales y maderas, al margen de la ley y la ética, en una absoluta impunidad, gracias a que cuentan con el apoyo de grupos paramilitares como Los Caballeros Templarios, Los Zetas, el Ejército Mexicano, las corporaciones policíacas municipales, estatales y federales, así como políticos de todos los niveles.

Los alumnos de Barco son una viva expresión de la pérdida masiva del hábitat que sufrimos en México, producto de la guerra contra el narcotráfico. Los alumnos de Barco son también nuestros alumnos. Por ellos, y por los cientos de miles de asesinados y desaparecidos, esta guerra debe terminar.

Confirman muerte de la periodista Anabel Flores Salazar
Atrás Confirman muerte de la periodista Anabel Flores Salazar
Siguiente Video columna de Pietro Ameglio - 9 de febrero 2016
Entradas Relacionadas

Escribir comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *