El Huerto (25-Junio-2015)

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Personaje Podemos

Por Víctor García Zapata

Director de la Fundación para la Democracia.

@victorgzapata

 

El nerviosismo de Manolo Monereo y de Iolanda Mármol durante la edición del 24 de abril de Fort Apache (http://bit.ly/1LoqyTN), fue evidente cuando Pablo Iglesias, con la emoción de quien narra algún gol histórico de Maradona, desbordó consideraciones en torno a la construcción de su personaje político. Reconoció “la contradicción entre el Pablo Iglesias tertuliano y el presidenciable”; la utilidad del “personaje” tertuliano para “colarse” en el ambiente político y la necesidad de construir un perfil que no puede ser convencional pero tampoco echado para adelante de la misma forma.

 

Ni en México ni en España ha de ser la costumbre que un político hable confesionalmente, fuera del cuarto de guerra, sobre qué imagen proyectar públicamente. Difícil saber si a Pablo le ganó la emoción o si hubo en esa consideración pública una reflexión que intente poner sobre la mesa la franqueza como uno de los códigos distintivos de la nueva generación de políticos.

 

Ciertamente, parte del éxito de Podemos se debe a la irrupción en lo que llaman “el tablero político” de una fuerza conformada por políticos que no responden al modelo acartonado tradicional. La pinta desgarbada de Iglesias, y su citas a Evaristo de la Polla Records para entender al capitalismo; la potencia estimulante a la acción contrastante con la imagen de nerd de biblioteca de Iñigo Errejón; la fuerza, la franqueza y la inocencia de Teresa Rodríguez, el fanatismo por Ernesto Laclau, entre muchos otros aspectos, renuevan la imagen tradicional del gestor púbico y modifican la relación simbólica del político con el ciudadano común. Pero por más explícitos que sean sus códigos generacionales, no todo el éxito puede residir ahí. Incluso en esa arena se les plantea la disputa.  


Y es que si se trata de presentarse a las presidenciales con un personaje moldeado y delineado para responder al imaginario coyuntural del electorado, la designación de Pedro Sánchez como candidato del PSOE a las elecciones de noviembre le complica las cosas al nuevo partido.

 

La candidatura de Sánchez demuestra que el Partido Socialista decidió dar la batalla mediante la reconquista de las bases perdidas de izquierda y no continuando con el seguidismo al Partido Popular. Y lo hace construyendo a un personaje inédito a base de su inusual trajeado y el fondo de la bandera constitucional. Un personaje que podría cumplir las expectativas de giro progresista, eliminando los riesgos de la “radicalidad” y apuntando a la unidad nacional.

 

La verdad sea dicha, en estos tiempos de vorágine mediática una buena campaña publicitaria puede provocar cualquier cosa. Desde el México del 2000, por ejemplo, Fox recurrió a la reivindicación del movimiento de 68, a la figura de Heberto Castillo, a los muertos del PRD y a la lucha de Rosario Ibarra. En una de ésas, a la candidatura del Popular se le ocurre ahora posicionarse contra los recortes y convencer con un buen dispositivo publicitario.

 

Contradecir estas dinámicas requiere de renovar el imaginario con respecto a la política y no solo con respecto a los políticos. No solo se trata de romper los formalismos que inhiben y generan prejuicios, sino de promover la incorporación de la política a la definición de las dinámicas cotidianas, de integrar la micropolítica como componente de la política misma. Algunos pensamos que son tiempos de recuperar la acción política imponiendo una dinámica de afirmación de las diferencias, no de esconderlas o disimularlas, y de reconstruir las capacidades de ponerse de acuerdo tácticamente en función de programas y proyectos.

 

Ciertamente, Podemos ha avanzado mucho en la cuestión de fincar su identidad en la popularización de la discusión programática. Los círculos para el debate del programa y las confluencias como dispositivo estratégico para enfrentar las elecciones municipales, entre otros aspectos, hacen ver la disposición de la dirigencia y del proceso social en su conjunto, a explorar mecanismos de democratización que vayan más allá de lo electoral.

 

Pero pareciera que las disyuntivas definitorias están en camino, rumbo a las elecciones generales de noviembre y a la estabilización de la fuerza política para enfrentar las siguientes etapas. Por ahora, pensamos que esas disyuntivas presentan tres retos: 1) La horizontalización de su vida interna y la normalización del debate entre posturas encontradas propias de un proceso complejo. En este sentido hay que dar seguimiento a la manera en la que se procesa el manifiesto “abriendo Podemos” (http://abriendopodemos.org/). 2) Fortalecer su identidad en torno a la posibilidad de todas y todos, militantes y no, de incorporarse al debate cotidiano de proyectos y programas. Se trata de seguir siendo herramienta popular y no estructura cerrada. 3) Embonar de manera coherente todo lo anterior con la construcción de personajes atractivos para la disputa mediática electoral que, sin embrago, no estén desprovistos de sentido y contenido. Al tiempo.

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