New’s Divine, cero justicia y un Memorial incompleto

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Por Daniel Gershenson

@alconsumidor

El pasado viernes veinte de junio, cuando se conmemoraban siete años exactos del operativo policiaco que derivó en la muerte de nueve jóvenes y tres elementos de seguridad en la discoteca ‘New’s Divine’, en la Colonia Nueva Atzacoalco de la Ciudad de México, el jefe de gobierno Miguel Ángel Mancera ofreció disculpas –en reunión con los familiares de las víctimas, a la que no fue invitada la prensa-, precisamente en el lugar modificado, a petición expresa de la CDHDF, en octubre de 2008, tres meses después del asesinato perpetrado por la Secretaría de Seguridad Pública durante la gestión de Marcelo Ebrard, en un afán, rastreable y plenamente identificado, por presentarse ante la opinión pública capitalina y nacional, a alguien como ‘El Rudo’ Rudolf Giuliani pero en clave mexicana.

 

Hay enunciados de conducta en este país que serían sujetos a la burla y el escarnio en otros sitios donde se defienden realmente los Derechos Humanos y el Interés Público: inaplicables internacionalmente, pero comunes en México. Se refieren a la vinculación causal que predica que a mayor involucramiento en crímenes de Estado y sus secuelas, mayores posibilidades tienen los perpetradores de prosperar en la política, siempre y cuando estén debidamente apadrinados. Lo hemos visto con claridad en el estado de Sonora, donde cuando menos dos personajes priístas, íntimamente ligados al encubrimiento de los responsables directos de la muerte de cuarenta y nueve niños (y lesiones graves de decenas más) por el incendio de la Guardería ABC, en Hermosillo: Claudia Pavlovich Arellano y Abel Murrieta Gutiérrez, fueron ‘recompensados’ de nueva cuenta con puestos de elección popular –la gubernatura y una diputación federal, respectivamente-, que los blindan de cualquier investigación seria y garantizan que la impunidad seguirá siendo la norma nacional, por los siglos de los siglos.

 

El actual Jefe de Gobierno del DF, peñista seudo ‘sin partido’, que actúa en los hechos como si fuese un regente del PRI durante su Época de Oro y que, junto con sus compañeros de viaje perredistas, conduce (con firmeza digna de mejor causa) a la formación que lo apuntaló hacia el Palacio del Ayuntamiento -fundada en 1989 para ser contrapeso del Establishment, promover causas de izquierda en la Ciudad de México y constituirse en opción viable de gobierno- a la más absoluta irrelevancia.

 

Es del dominio público que siendo procurador local, Mancera (quien, reiteramos, debe su actual investidura en gran medida a su involucramiento como autoridad en la exoneración de cuadros manchados con el estigma del New’s Divine) decidió, en pleno uso de sus funciones, en diciembre de 2009, no ejercer acción alguna http://bit.ly/1qhsrIy contra su predecesor Rodolfo Félix Cárdenas, o el ex jefe de la Secretaría de Seguridad Pública –y falsificador serial de videos trucados-, Joel Ortega Cuevas-; o el ex delegado de la Gustavo A. Madero, Francisco Chiguil Figueroa (hoy, morenista convencido y 100 por ciento funcional a las aspiraciones de su actual caudillo). Es más: tres años más tarde, Mancera incluso nombró a Ortega Cuevas coordinador general de campaña http://bit.ly/1QMKTqt hacia la obtención de la jefatura de Gobierno. Después de los comicios que lo llevaron al triunfo, Ortega fue incrustado en el Metro como director general http://eluni.mx/1eF9blk. Curiosa forma de ‘procurar justicia’, la que encumbró otra vez, de la mano de #ManceraTapadera, a uno de sus principales aliados en un puesto donde, asimismo, su gestión hasta la fecha representa el peor de los fracasos en temas harto delicados: a saber, el transporte público en una condición de colapso total y sin voluntad expresa de mejoría.

 

Pero volvamos al New’s Divine: al Memorial parcialmente inaugurado, y los esfuerzos por parte del GDF y sus personeros de influir en la elaboración de sus contenidos. Resulta que el espacio fue abierto sin que existiera una museografía que reflejara la verdad de los eventos que se llevaron a cabo hace siete años y señalara que la impunidad sentó sus reales en toda la línea (sin excluir, por supuesto, el vergonzoso comportamiento del Poder Judicial que dirige un fósil de nombre Edgar Elías Azar, que se ha ostentado a lo largo de su atropellada gestión como ‘empleado’ de regentes en turno: Marcelo Ebrard, que lo hizo presidente del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal; y Mancera, encarnación más reciente).

 

Para el deficiente equipo del regente paleopriísta de esta gran urbe, el asesinato (a manos de la policía comandada por Joel Ortega, en una operación que contó con la participación directa de Luis Rosales Gamboa, represor por excelencia y hoy jefe de facto de la Secretaría de Seguridad Pública) de Erika Jannette Rocha Maruri, de trece años; Alejandro Piedras Esquivias, de catorce; Daniel Alan Ascorve Domínguez, de quince; y de Isis Gabriela Tapia Barragán, de dieciséis; junto con los de Rafael Morales Bravo (18), Mario Quiroz Rodríguez (18), Leonardo Amador Rivas (24) y Heredy Pérez Sánchez (29), civiles inocentes; así como de los policías Remedios Marín Ruiz, de 21 años (madre de una niña recién nacida); Pablo Galván González, de 55 años; y Pedro López García, de 65; aquella aciaga tarde del 20 de junio de 2008, sólo sirve para mostrar las miserias del Ebrardismo que alguna vez quiso aspirar a la Presidencia de México. En un afán por borrar las huellas de sus propios ‘aportes’, el Mancerato se derrumba entre escándalos y frivolidades, pero -aun en sus menguadas condiciones- busca censurar cualquier referencia que le resulte comprometedora.

 

La sociedad civil en esta gran ciudad capital no puede permitirlo. Las generaciones actuales, y las futuras, tienen la obligación de conocer el papel que jugaron Miguel Ángel Mancera y sus compinches en este crimen sin castigo. De lo contrario, el Memorial New’s Divine recién inaugurado, significará muy poco: uno podría decir que casi nada.

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