Margensur (22-Junio-2015)

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Imaginar es una rebeldía posible

Alejandro Saldaña

Sociólogo. Investigador, profesor Universidad Veracruzana

E-mail: [email protected]

 

No es lo que existe sino lo que podría y debería existir, lo que necesita de nosotros.

Cornelius Castoriadis

 

 

El México que puede ser está dibujado en el México que es, al igual que el país que fuimos es aún, al menos en parte, el país que somos. El tiempo social es muy distinto al de calendarios, almanaques y relojes, muy diferente desde luego, a los ciclos sexenales y sus efímeros cabecillas llamados presidentes. Y también, desde luego, México es muchos y variopintos países, vastos territorios donde el Estado está ausente y la nación es un referente abstracto, acaso una bandera desteñida en un edificio abandonado.

            Explorar y explicitar el país que imaginamos es condición obligatoria, verdad de Perogrullo, para construir el país que merecemos. Tarea impostergable y colectiva por antonomasia, la exploración del país imaginado se revela, no obstante, como una acción destinada a un improbable horizonte de realización, sino es que directamente al fracaso. La vida cotidiana y sus infinitas exigencias obliga a centrar toda la atención, el tiempo, la energía, en buscar el pan diario, las monedas para el metro, el dinero para el medicamento, el moche para el ministerio público. El día a día en el México de hoy es cinismo vuelto programa de gobierno. La imaginación está constreñida con mojoneras de reality show, con estadísticas electorales, con incrementos del PIB e indicadores de desempeño, sino es que de plano enterrada en fosas clandestinas.

            Este país nos mata, nos secuestra, nos desaparece, nos estafa, nos insulta, nos duele. ¿Cómo imaginarnos desde otro lado? ¿Cómo vernos libres, en paz, alegres, seguros? ¿Cómo construirnos desde lo que merecemos? ¿Cuál es la vía? ¿Por dónde hay que iniciar?

            Tenemos que reinventarnos todo: la democracia, el Estado, la economía, la cultura, la vida cotidiana, el amor, la nostalgia, el tiempo, la muerte. Tenemos que reinventar lo que soñamos y la forma en que soñamos, y la forma en que olvidamos. Estamos tan muertos de dolor que la muerte no descansa en paz. Hay que reinventar a México, pues.

            Necesitamos construir plataformas políticas, escenarios económicos, proyectos culturales, a partir de lo que el mismo país enuncia en sus estructuras y relaciones más profundas, en sus entrañas, en sus significados fundacionales que hilvanan sensibilidades colectivas. Hay que partir del imaginario que desde ya, desde ahora y desde varios territorios, manifiesta un México posible. Hacer del imaginario posible, sueño compartido, reclama incesante, juego compartido. O cambiamos las reglas del juego o el poder nos mata a fuerza de matarnos la imaginación.

            Imaginemos que usted, que tú, que nosotros ocupamos de nuevo las calles para hablar, pensar y reír, para estar. Que tus hijos y los míos y los nuestros se encuentran y se dicen, y se callan, y se miran. Que no haya una sola mujer ofendida, menos desaparecida, humillada o muerta. Que no haya niños trabajando ni viejos trabajando ni enfermos trabajando. Que no haya imbéciles que denigren tu trabajo, o el mío, o el de todos. Que nuestras hijas viajen en autobús, en metro, en pesero, que caminen o vayan en bicicleta con el orgullo de ser ellas y sólo ellas. Sólo ustedes. Que no exista una especie animal, mineral o vegetal en peligro de extinción. Que las playas sean del sol y de la piel para todas y para todos. Que las selvas no nos pertenezcan. Que los desiertos sean ajenos y los mares enigmáticos. Que el Otro sea motivo de pensar y de sentir, no de usar. Que México se vuelva a escribir con mayúsculas, y con orgullo.

            Imaginar es una rebeldía posible. Lo que sigue es actuar en consecuencia.

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