Privacidad para la democracia

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Ricardo González Bernal

Coordinador del Programa Global de Protección de Article 19

@R1card0G0nzalez

Privacidad para la democracia

 

¿Cómo es que, a pesar de las amenazas claras y documentadas que enfrenta el derecho a la privacidad, no existe un repudio generalizado acorde con la situación? ¿Por qué será que la protección de la privacidad continúa siendo un tema de especialistas?

La semana pasada, la Universidad de Arizona organizó un panel sobre el derecho a la privacidad en la era digital, moderado por Nuala O’Connor, directora del Centro para la Democracia y Tecnología. Los panelistas fueron Edward Snowden (ex-empleado de la NSA que filtró miles de documentos que revelaron la maquinaria estadounidense de vigilancia masiva), Glenn Greenwald (abogado constitucionalista convertido en periodista que fundó la revista digital The intercept) y, para cerrar con broche de oro, Noam Chomsky, el prominente lingüista que se ha convertido en una de las voces más lúcidas y críticas de la política exterior de los Estados Unidos. Dado el calibre de los participantes, las aportaciones fueron luminosas, sin embargo, gran parte de la discusión se concentró en discernir por qué, en general, a las personas no les importa el derecho a la privacidad.

Las explicaciones de cada uno de los participantes variaron en enfoques antropológicos y demográficos, pero coincidieron en un punto: el desinterés está basado en muchos mitos y preconcepciones. Por ejemplo, que sólo las personas que esconden algo malo están interesadas en proteger la privacidad. Algo así, como “el que nada tiene nada teme.” Además esta idea aberrante de transparencia (aberrante porque la transparencia es una obligación de las instituciones no de las personas, algunos inclusive la sustentan en aquel principio ético de los antiguos griegos que dictaba que “no se debía hacer nada en privado que no fuera susceptible de ser conocido públicamente”). Pero la historia, la literatura y hasta el periodismo están plagados de ejemplos de cómo la condición humana, requiere ese espacio de privacidad para explorarse a sí mismo y al mundo que nos contiene. En el panel organizado por la Universidad de Arizona, Noam Chomsky citó a Blaise Pascal quien, en el Siglo XVII, aseguró que muchas de las desventuras y calamidades de las personas eran resultado de la carencia de las personas de una habitación en donde cada quien pudiera convenir con su propia consciencia. Al escucharle esta cita a Chomsky, es inevitable recordar el gran ensayo de Virginia Woolf, “Una habitación propia” publicado en 1928 y que argumenta de manera magistral la necesidad de un espacio de aislamiento autoimpuesto para que la creatividad germine en las mujeres.

Es decir, tanto para Pascal, como para Woolf y Chomsky, existe una necesidad imperante de contar con una zona de colchón entre la sociedad y la personas, tanto para proteger a éstas de desvaríos pero también para permitirles el libre desarrollo.  

Los espacios de privacidad crean ciudadanos libres y autónomos, condición esencial de cualquier sistema genuinamente democrático. Si como sociedad aceptamos las intrusión injustificada a la privacidad, estaríamos de hecho transformando la base misma de la democracia. ¿Qué sentido tendría el voto si éste no es secreto? ¿Cómo podríamos garantizar un espacio cívico de discusiones y deliberación efectiva si las personas no tuvieran un espacio para formarse una opinión verdaderamente propia? Los espacios de privacidad no son un lujo o una cereza del pastel democrático sino que, por el contrario, son los caldos de cultivo de personas libres y autónomas. Y, además, los espacios de privacidad ofrecen la oportunidad para construir nuestras identidades de género y sexual, así como una opinión autónoma respecto a la espiritualidad (o ausencia de la misma) y una postura política. Sólo en la comodidad y seguridad que provee la privacidad, las personas podemos ver de frente nuestros deseos y anhelos.

La privacidad no es sólo el claustro de la impunidad personal, sino el espacio imprescindible para que las personas seamos verdaderamente personas.

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