El Huerto

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Llamar al voto

Por Víctor García Zapata

@victorgzapata

El Huerto

“¿Y con que fin/toda esta dialéctica en la historia/para que ir al paraíso estando muertos/para que alcanzar a la gloria estando vivos?/ si la gloria está muy lejos de este huerto…”

Llamar al voto

Muchas evaluaciones y proyecciones pueden hacerse después de las elecciones intermedias del pasado 7 de junio. Sucede, ciertamente, que el ala de izquierda del espectro electoral se recompone por un lado por la contundente irrupción de Morena y, por otro, por la posibilidad de que Guadalajara pueda volverse epicentro del progresismo con la presidencia municipal de Enrique Alfaro y la diputación local de Pedro Kumamoto.

Pero también es un hecho que la estrategia del voto como forma de hacer política y como vía transformadora de la realidad se puso en cuestión más que nunca. En torno a ello se abrieron debates que obligan a repensar la manera en que las fuerzas políticas, principalmente las pertenecientes a alguna de las izquierdas, apelan a la ciudadanía para obtener su confianza.

Los debates convencionales se enfocaron en los beneficios o afectaciones que el voto nulo o el abstencionismo provocarían a los distintos competidores. Otros apelaban al cumplimiento del deber cívico o al ejercicio del derecho político ganado. No faltaron quienes argumentaron en torno a las bondades de la democracia si acaso procedimental. Por su lado, Morena, considerado por muchos como principal afectado de las posiciones anulista o abstencionista, promovió el voto con un tufo de regaño a la ciudadanía por haber votado por Enrique Peña Nieto en el 2012, con el ahora famoso: “Se los advertimos”.

En todo caso, nadie llamó al voto poniendo por delante elementos programáticos que hicieran del ejercicio electoral un plebiscito sobre distintas maneras de entender la realidad y de resolver los problemas sociales. El debate, por el contrario, se situó, como viene sucediendo desde hace tiempo, en una lógica de “oposicionismo” y “spotización” que no hacen sino evidenciar con promocionales la dinámica mercantil -formal e informal– que domina la gestión de los instrumentos institucionales.

Con la falta de diagnóstico y de propuesta como base del llamado al voto, la proyección nacional de las campañas avanzó en una franja paralela a la de la mayoría de los lamentables acontecimientos que aquejan a la sociedad. Irrita, incluso, que el asesinato de Enrique Hernández, candidato a la presidencia municipal de Yurécuaro, Michoacán, no haya derivado en una acción de respuesta contundente de parte de los dirigentes nacionales de Morena para demandar justicia inmediata. Pareciera que si bien no hubo pacto sobre la mesa, sí lo hubo de facto en la estrategia de normalizar la lectura de la realidad y aislarse de los conflictos para viabilizar las elecciones que garantizarían la existencia del Partido.

Si lo que se quiere es la democratización de la sociedad, lo inmediatamente necesario es sacar el debate de las coordenadas de oposición entre buenos y malos, para recolocarlo en la perspectiva de preguntarnos y proponer qué es lo que hay que hacer para resolver los problema del país en términos de reformas constitucionales y marcos legales; reconfiguraciones de la arquitectura institucional; rescate del Estado de la corrupción y de la ocupación del crimen organizado; las políticas públicas y la relación gobierno–sociedad no mediadas por estructuras clientelares; la relación sociedad-naturaleza en medio de la necesidad de modificar modelos de desarrollo; los modelos de participación política para ir ampliando, así sea paulatinamente, la capacidad de las colectividades de ejercer poder sobre su entorno y sobre su propia vida, entre otras cuestiones.

Insistir en que lo que viabiliza a un actor de izquierda es solamente su oposición al “PRIAN” es esquivar el hecho de que la política partidaria está dominada por formas verticales, corrompidas y autoritarias y que sólo pueden ser revertidas mediante un proceso multifactorial que renueve la concepción popular de la política y de quienes la ejercen. Las fuerzas democráticas tienen la obligación de mirarse como parte de procesos de construcción de largo plazo, que involucran a muchos actores y luchas históricas dentro y fuera de los partidos, que no se agotan en el voto si no en el empoderamiento de la sociedad.

Hay tiempo. El buen resultado obtenido por Morena lo instala como principal –si no es que único- interlocutor partidario de amplios sectores populares y le brinda los recursos, el tiempo y la perspectiva para proponerse y proponer una renovación de la cultura política, de sus formas y sus programas. Se trata de ir contra las inercias y construir las condiciones para que el llamado al voto sea, más que un regaño o un emplazamiento contra la no participación, la expresión de los consensos, las certidumbres y los retos de corto y largo plazo que propicien la reconstrucción de horizontes democráticos.

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