Nuestra gran oportunidad

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Raúl Romero Gallardo

Sociólogo y Latinoamericanista. Miembro de la Red de Artistas, Intelectuales y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad.

@cancerbero_mx

Nuestra gran oportunidad

 

Desde hace por lo menos dos décadas, en los círculos del pensamiento crítico y militante se diagnostica que todo está en crisis. En ellos se habla de la crisis del capitalismo, de la crisis de la democracia, de la crisis del Estado-Nación, de la crisis de los paradigmas científicos, de la crisis energética, de la crisis alimentaria, de la crisis migratoria, de la crisis ecológica, de la crisis de la política, de la crisis de valores, de la crisis de las izquierdas, de la crisis de las ideologías, de la crisis de las alternativas y hasta de la crisis civilizatoria. Crisis, crisis, crisis. Todo está en crisis. La crisis pareciera ser el signo de nuestra época.

La crisis, nos dicen las ciencias médicas, es un momento en el que el sistema está enfermo; un momento en el que, dependiendo de los cuidados, el sistema puede morir o recuperarse.

Pero, ¿qué es precisamente lo que está en crisis y qué es lo que la ha causado?

A primera vista, podemos decir que la crisis que vivimos se manifiesta de dos formas: una que tiene que ver con los valores y las instituciones de la “civilización capitalista”, y otra relacionada con los efectos que esta forma de sociedad ha generado en el planeta.

La crisis de la civilización capitalista puede observarse más fácilmente desde algunos de sus efectos. Por ejemplo, el Estado-Nación, su unidad básica por excelencia, no es más lo que era antes. Dos fenómenos nos ayudan a ilustrar esta idea. El primero de ellos lo situamos en Bolivia, país en el que, como consecuencia de la intensa movilización social, el Estado-Nación fue reconstituido para convertirse en un Estado-Plurinacional; el primero de ese tipo en la historia de la humanidad reconocido jurídicamente.

El segundo efecto que nos permite ilustrar la crisis del Estado-Nación es el de la pérdida de su soberanía en el capitalismo global. Hoy en día, las corporaciones transnacionales pueden imponer su voluntad con o sin respaldo de los gobiernos nacionales. A esto hay que sumar los renovados impulsos neoimperialistas que, sea por guerras abiertas o encubiertas, o por presiones económicas, hacen que la soberanía nacional sea un elemento formal pero no real. Para muestra basta mirar los sucesos en Grecia a mediados de 2015.

El Estado-Nación tal como lo conocimos no existe más. Ya sea por las luchas de los pueblos o por la reorganización del capital, su forma clásica está en crisis. Pero el que esa forma de organización social viva profundos cambios no significa que podamos hablar de una “crisis terminal”. Este es precisamente uno de los grandes dilemas de las fuerzas emancipatorias: qué hacer frente al Estado-Nación. Algunas fuerzas optarán por transformarlo (desde adentro, desde afuera, o por ambas vías). Algunas más lucharán por desaparecerlo. Pero en ningún caso podemos ignorarlo. El Estado no es el centro del cambio social, desde luego, pero esto no implica que el “Estado como problema” desaparezca.

La democracia liberal es otro de los elementos que está en crisis. Los movimientos de los pueblos indios en Latinoamérica y las movilizaciones de 2010-2013 en diferentes lugares del mundo se encargaron de enunciarla. Frente a la democracia representativa-suplantativa, diferentes actores sociales reivindican una democracia participativa, radical o comunitaria. Los gritos de “democracia real ya” o “democracia auténtica” resonaron en todo el mundo. Mejor aún, la “nueva democracia” se piensa y practica desde diferentes ámbitos de la vida cotidiana, lo que hace que otras manifestaciones autoritarias y jerárquicas sean también cuestionadas.

Al igual que el Estado-Nación, la crisis de la democracia liberal tampoco es terminal: sigue siendo legítima y funcional para una gran parte de la población mundial. De hecho, algunas organizaciones de los pueblos combinan elementos de la “democracia occidental” con sus formas tradicionales o alternativas. Nuevamente aparece un reto para las fuerzas emancipatorias: cómo combinar la democracia representativa con la democracia participativa.

La ciencia racional moderna y su estructuración disciplinaria también han sido ampliamente cuestionadas últimamente. La emergencia de los saberes multi y transdisciplinarios, así como las ciencias de la complejidad, son prueba de que la división disciplinaria del conocimiento está en crisis. De igual forma, el reciente protagonismo de los pueblos originarios con sus saberes tradicionales y populares ha permitido cuestionar a la ciencia como forma única de conocimiento con “validez”.

De entre las muchas manifestaciones de la crisis que podemos observar, quizá la más urgente es la crisis medioambiental, causada por el modelo de producción y reproducción capitalista. Esta crisis representa hoy una amenaza para la vida humana en el planeta tierra.

La crisis que vivimos, en cierto sentido, es una oportunidad. Es quizá nuestra gran oportunidad. Vale aquí recordar a Walter Benjamín: “En realidad no hay un instante que no traiga consigo su oportunidad revolucionaria, sólo que esta tiene que ser definida en su singularidad específica, esto es, como la oportunidad de una solución completamente nueva ante un tema completamente nuevo”.

Los problemas que hoy enfrentamos como humanidad son completamente nuevos y nos sitúan en un momento extraordinario. Las respuestas que fueron válidas en el pasado hoy no son suficientes. Hoy tenemos el gran reto de imaginar, de reinventar, de hacer que lo nuevo que no ha terminado de nacer sea parido ya. El reto es grande y el tiempo poco.

¿Lo lograremos?

No me cabe la menor duda.

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