Cuando nadie vote (Margensur)

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Alejandro Saldaña Rosas

Sociólogo. Profesor Investigador de la Universidad Veracruzana

Twitter: @alesal3 / Facebook: Alejandro Saldaña

Cuando nadie vote 

 

Rara vez miro los diarios y me basta espiar los titulares para fortalecer mi vieja convicción de que la estupidez humana es inmortal. 

La única esperanza creíble que nos van dejando se llama nuclear. 

Juan Carlos Onetti 

 

“Cuando ya no importe” es el título de la novela de Onetti de la que extraje la cita que da inicio a este texto. Fue la última novela del escritor uruguayo, publicada un año antes de su muerte (1994). Se trata de un documento devastador, opaco, de una tristeza y languidez infinitas, pesimista y angustiante. “La única esperanza que nos van dejando se llama nuclear” dice Onetti a través del burócrata que narra en primera persona la grisura y el vacío de su existencia, detonados por el abandono de su mujer con la que compartía “casi exclusivamente el hambre”. Antes de la nuclear creo que hay otras opciones y un atisbo de esperanza. 

La remembranza de la novela me llegó como ráfaga de pesadumbre por los acontecimientos sucedidos en los últimos días en nuestro pobre y lastimado país. Como a muchos y muchas, las noticias de la semana me dieron inmensa tristeza, coraje, indignación, congoja y sobre todo, pesimismo. Aunque a decir verdad, las fatalidades de los últimos días no son más que el colofón de la violencia institucional disparada a mansalva en contra las y los mexicanos: la impunidad en que permanecen delitos como la corrupción de Lozoya por Odebrecht, la “verdad histórica” de la masacre de Iguala, la entrega de vastas extensiones del territorio nacional a compañías extranjeras, el despojo a millones de campesinos, los incesantes aumentos de la electricidad, la gasolina y el gas, los miles de desaparecidos o la violencia de género y los miles de feminicidios que ha provocado son sólo algunas de las expresiones de la violencia de Estado que tienen al país, literalmente, en la lona.  

Al igual que muchas personas, a veces siento que México va decididamente hacia el precipicio sin que las fuerzas democráticas y progresistas logren evitar –o al menos atenuar- la caída libre. El abismo siempre ha estado ante nosotros, quizás la diferencia sea que ahora succiona desde lo más oscuro de su tiempo más lejano.  

Un virtual golpe de estado está en marcha, ante nuestros ojos, ante nuestra impotencia, ante nuestra falta de organización para la lucha o la poca imaginación para resistir con mayores y mejores resultados, no lo sé. Lo cierto es que el asalto a nuestra raquítica democracia avanza a paso veloz con la sumatoria de los grupos de poder más cavernarios, con Trump moviendo varios hilos a trasmano, con la delincuencia organizada sacando tajo de los reacomodos estructurales (reformas, les dicen) e inclusive el golpe avanza con la aquiescencia de más de un ciudadano de buena fe, pero escasa información. Si es un golpe de estado (simulado) u otra cosa es un tecnicismo importante, pero secundario ante el sentimiento de indefensión, miedo e impotencia que embarga a amplias capas de la población. 

Los trazos de la dictadura se avistan nítidos en la Ley de Seguridad Interior que, con el argumento de la delincuencia organizada, en los hechos faculta a los militares a reprimir cualquier manifestación política reventada a fuerza de infiltrados. No hay nuevo: lo hicieron en 1968, en 1971, en 1989, en decenas de ocasiones en todo el territorio nacional. Pero para que la pinza cierre –y apriete- se requieren instituciones que legitimen al poder de facto construido a través del miedo a las bayonetas; y ahí están listas ya esas instituciones: la prensa adicta al chayote, las encuestas cuchareadas carentes de toda ética e imparcialidad, el INE y sus consejeros bien maiceados, la FEPADE con flamante fiscal carnal (Héctor Marcos Díaz Santana), la ley mordaza remozada, los gobernadores y secretarios de estado operando a favor de sus candidatos en evidente violación al marco jurídico, el Poder Judicial y su procaz ineficacia, las cámaras de diputados y senadores y el cinismo con el que la mayoría de “nuestros representantes” se comportan. Las instituciones para legitimar al virtual golpe de estado están listas, con garras y colmillos afilados y chorreantes. 

Por si el escenario no fuera suficientemente atroz, el Movimiento de Regeneración Nacional –pese a todo, rescoldo de esperanza- anunció su alianza con el Partido Encuentro Social. Entiendo bien la lógica sumatoria detrás de la alianza, sin embargo la noticia no la recibí con alegría. Y no fui el único, por el contrario, importantes personajes de la vida política, cultural, artística e intelectual de México señalaron innumerables objeciones para entablar tal asociación: la foto de Elena Poniatowska con Jesusa Rodríguez con una pancarta que dice “No al PES” es más que elocuente. No insisto en los argumentos que cuestionan tal alianza, simplemente subrayo el hecho de que al parecer generó más pesadumbre que entusiasmo. Y en política las emociones cuentan tanto o más que los argumentos. 

Por eso, por la pesadumbre, asocié la situación de la vida pública del país con la novela de Onetti: cuando nada importe, cuando nadie vote. Porque de pronto parece vacua y carente de sentido la opción electoral, toda vez que “nuestros” representantes representan a los suyos y sus cómplices. Asimismo, es claro que los poderes fácticos han mostrado sus cartas: su apuesta por el fraude electoral y la represión a cualquier atisbo de resistencia civil organizada es su principal opción. Cuando uno atestigua la procacidad de los “representantes” que aprueban atentados contra el país a través de la ley de biodiversidad que permite mimas en áreas “protegidas”, por ejemplo, dan ganas de no votar nunca más. ¡A la chingada todo! El problema es que los vacíos dejados por los berrinches y las pataletas son rápidamente ocupados por quienes están bien organizados y responden con disciplina monacal a mandatos superiores.  

En mi perspectiva no es opción no votar, al menos no en las elecciones en puerta. Y no lo es porque en el poliedro electoral una de las muchas caras es el ámbito local y ahí el voto puede representar una alternativa de cambio (acotado) real. Hago esta afirmación con base en lo que está ocurriendo en Xalapa, donde vivo y trabajo. En la otra cara de la moneda del voto corporativo, desinformado y esencialmente corrupto, está el voto lúcido, informado, alegre y esperanzador. Del otro lado de candidatos y candidatas que representan intereses de grupos y cofradías, están los y las candidatos que ponen el bien común por delante. 

El triunfo de Hipólito Rodríguez Herrero en las elecciones municipales de junio en Xalapa representa una bocanada de aire fresco en el turbio ambiente público en el país. Xalapa quiere a Hipólito, confía en él y ha depositado en su gobierno enormes expectativas: así se vive la democracia en corto, a nivel municipal. Son muchas las claves del triunfo de Hipólito Rodríguez, desde luego el hartazgo de los candidatos del PRI y del PAN-RD es una de ellas, pero no suficiente para explicar su contundente victoria. De enorme relevancia es el hecho de que Hipólito surge de la academia y las universidades y centros de investigación son instituciones que para los ciudadanos gozan de credibilidad.  Ante la pesadumbre a nivel nacional, a nivel local aún hay forma de construir alternativas.  

Ahora bien, las expectativas depositadas en el gobierno local no pueden prosperar sin la participación de la ciudadanía en la resolución de sus problemas y la puesta en marcha de los nuevos proyectos. Sin participación ciudadana, cualquier instancia de gobierno (ejecutivo y particularmente, legislativo) corre el riesgo de escindirse del tejido social para responder a intereses ajenos al colectivo que representa. De ahí que el voto no sea más que el inicio de un compromiso de co-gobierno entre sufragantes y quién recibió la mayoría de votos.  

Estimados y estimadas lectoras. Este es mi último artículo del año 2017. Agradezco el tiempo que han dedicado a leer esta columna, así como sus comentarios y críticas. Tomaré unos días de vacaciones, por lo que mi próxima colaboración en Rompeviento TV será el día 8 de enero. En esa fecha estaré integrado al gobierno de Hipólito Rodríguez, quien me ha confiado la responsabilidad de dirigir las políticas públicas municipales en materia de desarrollo económico en Xalapa. Responsabilidad que cumpliré con atingencia, ética y profesionalismo. 

¡Hasta el próximo año, cordial abrazo! 

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