Datos duros (Margensur)

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Alejandro Saldaña Rosas

Sociólogo. Profesor Investigador de la Universidad Veracruzana

Twitter: @alesal3 / Facebook: Alejandro Saldaña

 

 

Datos duros 

 

Con frecuencia se utiliza la expresión para enfatizar que se alude a realidades incontrovertibles, a hechos definitivos e incuestionables o a axiomas que, por antonomasia, no requieren explicación ni argumento alguno. En lo personal, no me agrada el término, ni en las ciencias (aborrezco la expresión “ciencias duras”) ni mucho menos en la política puesto que los datos duros se construyen en función de teorías y metodologías que tienen toda una intencionalidad, perspectivas del conocimiento y del quehacer político bien concretas y con intereses particulares. Los datos duros pretenden ocultar bajo un halo de cientificidad formas específicas de construcción de la “realidad” (el entrecomillado obedece a que en realidad, no hay una realidad sino variadas y hasta contrastantes perspectivas). 

Al mismo tiempo que dan luz sobre determinados fenómenos o procesos, los datos duros oscurecen otros; esto significa que son utilizados como dispositivos de control y dominación política: la ciencia al servicio del poder. Quizás el caso más evidente sea la economía y su inmenso andamiaje conceptual y herramental desplegados para justificar –“científicamente” desde luego- el neoliberalismo, la explotación, el neocolonialismo, la privatización de lo público y de la naturaleza. De esta forma las decisiones políticas instrumentadas a través de planes y programas se sustentan en teorías económicas con pretensiones científicas y por ende, incontrovertibles e incluso ineludibles. Así, por ejemplo, la destrucción de ríos y montañas bajo el pretexto de la generación de empleos a través de inversiones mineras no será ya solamente una decisión política, sino una acción derivada de una teoría científica expuesta, sustentada y defendida mediante datos duros.  

Si algo tienen de duros los datos utilizados como parte de una discusión o argumentación política es la obcecación en su insistencia, el fanatismo con el que se defienden. Al amparo de los datos duros y su pretendida irrefutabilidad se insiste en mantener políticas públicas erradas, estrategias de gobierno fallidas y/o programas carentes de resultados sustanciales. Si los datos duros son contumaz evidencia del éxito de un gobierno, es absurdo pensar siquiera en virar el rumbo, cambiar la estrategia, corregir la ruta o sustituir a uno o más funcionarios.  

En este contexto hay que leer e interpretar los datos duros aportados por Peña Nieto hace apenas unos días durante la 108ª Asamblea General Ordinaria del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), celebrada el día 15 de noviembre. De acuerdo a la información del IMSS Peña afirmó que en el pasado mes de octubre se crearon 194 mil 758 empleos en el país, con lo cual se lograron “imponer tres importantes récords”: 

El primero: se trata de la cifra más alta, de cualquier mes, desde que se lleva registro en el Seguro Social. Nunca ha habido un mes de tanto empleo como el registrado en octubre de este año”, dijo. 

Segundo: “haber generado esta cifra de empleo nos permite alcanzar otra cifra récord: por primera vez en la historia de México se generaron más de un millón de empleos en tan sólo 10 meses, en lo que va de este año”, agregó. 

“Y el tercero, llegar a la cifra más alta de empleo que hasta ahora se haya generado: 3 millones 328 mil empleos formales creados en esta Administración” (https://www.gob.mx/presidencia/prensa/comunicado-134610).  

Sin embargo, las cuentas alegres del inquilino de Los Pinos no coinciden con la percepción, el ánimo y las expectativas de las y los mexicanos. Si hay tanto empleo como presume Peña con los datos duros en la mano, ¿por qué seguimos tan jodidos? ¿Por qué no se siente en el bolsillo? ¿Por qué no se expresan en las economías locales ni en la nacional los más de 3 millones de empleos “creados” durante el sexenio de Enrique Peña? No hay más que dos opciones: o los datos son falsos o los datos ocultan al menos una parte de la realidad enunciada.  

Los datos duros del empleo “creado” durante el sexenio del mexiquense Peña son ciertos, de acuerdo a los reportes del IMSS, pero engañosos habida cuenta de la precariedad de los mismos. Al menos el 60 % de los empleados “creados” perciben entre uno y dos salarios mínimos, lo que significa en términos monetarios menos de 5 mil pesos mensuales, a todas luces insuficientes para satisfacer las necesidades básicas de una familia de digamos 4 integrantes. En otras palabras, los empleos “creados” responden a las mismas pautas de comportamiento económico de las últimas décadas por lo que no es absurdo conjeturar que añaden muy poco valor a las cadenas productivas. Y así, por esa vía, no se sale del estancamiento económico. 

Los datos duros del empleo “creado” pretenden ocultar lo que brilla por luz propia: no se trata de nuevos empleos sino los de siempre que amplían un poco su rango de inclusión. Obreros y obreras de maquila, cajeros de supermercado, vendedoras de piso, personal de mantenimiento, maestros albañiles, medias cucharas, asistentes de todo tipo, entre muchos más. Con todo lo digno que tienen estas actividades, los “nuevos empleos” ayudan a unas miles de familias pero es un hecho que sus bajas remuneraciones responden a la escasa calificación que se requiere para su desempeño y por lo mismo, poco abonan a la superación estructural de la pobreza. Continuar en esta senda significa generar miles, millones de “nuevos empleos”, sin que por ello las familias abandonen los umbrales de pobreza construidos, por supuesto, con metodologías llenas de datos duros. 

Aclaro las comillas: en sentido estricto no se trata de nuevos empleos puesto que responden a las mismas pautas laborales de antaño, esto es, no son resultado de innovaciones tecnológicas, sociales o científicas sino simples acomodos de más de lo mismo. No son “nuevos empleos” sino los mismos de antaño con unos pocos miles de integrantes más. Nuevos empleos serían, por ejemplo, ingenieros aeronáuticos trabajando en Los Mochis, agroinformáticos en Saltillo o biomatemáticos insertos en el mercado laboral de Xalapa.  

Los datos duros que llevan a Peña Nieto a esponjarse al grado de afirmar, presuntuoso y copetudo, que el suyo es el “sexenio del empleo” son tan frágiles e insustanciales como el merengue: brillantes y edulcorados por fuera, huecos por dentro, duros nomás en la costra: https://www.eleconomista.com.mx/politica/Este-es-el-sexenio-del-empleo-Pena-Nieto-20170711-0057.html  

Los datos duros que presume Peña encubren no sólo la falsedad de su administración, sino sobre todo los muertos que la cimientan. Detrás de cada dato duro hay dolor, ausencia y muerte.  

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