Margensur (5 de octubre 2015)

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Alejandro Saldaña Rosas

Sociólogo. Profesor Investigador de la Universidad Veracruzana

Twitter: @alesal3

Populismo tecnócrata


 

El discurso de Peña Nieto en la asamblea de la ONU mueve a la chanza, habida cuenta de la incapacidad del mexiquense para decir multilateralismo, pero también a la reflexión. Más allá de que se haya trabado al decir multilateralismo, ¿sabrá su significado? ¿Y sabrá Peña Nieto qué significa populismo? ¿Qué piensa usted?

            Cuatro elementos llaman la atención de su tartamudeante rollo: a) el foro, b) el tono, c) el destinatario y d) la incongruencia. Veamos.

  1. El discurso fue pronunciado en el marco del setenta aniversario de la Organización de las Naciones Unidas. Peña tuvo sus quince minutos de fama y los echó a perder de la manera más absurda. Mencionó asuntos de enorme relevancia internacional: combate a las drogas, bloqueo económico a Cuba, migración, entre otros, sin embargo, dilapidó su tiempo abriendo demasiado el abanico temático y, sobre todo, haciendo boxeo de sombra frente al populismo. No sé qué entienda Peña por populismo pero lo cierto es que en muchas de las naciones ante cuyos representantes habló el mexicano, la “intervención” del Estado es decisiva para la salvaguarda del interés común. En Noruega, por ejemplo, todos los trabajadores tienen derecho a un contrato laboral, cuatro semanas de vacaciones al año (cuando menos) y a un salario durante el periodo de aprendizaje. Si eso es populismo, la perorata de Peña fue contra uno de los países con mayor desarrollo económico, integración social, paz y equidad, algo muy lejano a México.
  2. Peña Nieto no bufó contra el populismo (hubiese sido menos penoso), sino que pretendió dictar cátedra. ¿Se imagina usted a Putin o a la Merkel, (viejo lobo y vieja loba de mar de las relaciones internacionales), escuchando al bien peinado y con los calcetines al derecho de Enrique hablar docta y tartamudeantemente sobre populismo y multilateralismo? El que cobra como presidente de México parecía más en un concurso de oratoria entre estudiantes de secundaria de Atlacomulco, que en el máximo foro internacional. Y no sólo por el tono docto, circunspecto, con ceño fruncido y vocesita modulada de acuerdo a los ensayos, sino porque abrió fuego verbal con dedicatoria al peligroso tabasqueño que va por su tercera candidatura presidencial, en la tribuna equivocada. Toda la asamblea de la ONU sabía perfectamente bien lo que sucede en México: brutal crisis en materia de derechos humanos (Ayotzinapa en primer que no único lugar), corrupción galopante, estancamiento económico, control del narco de prácticamente toda la estructura de gobierno en el país, etc. En lugar de asumir su responsabilidad como jefe de Estado y encarar los temas acuciantes del país que afectan al menos a la región (Norteamérica), el “profe” Peña escurrió el bulto con su titubeante cátedra contra el populismo. Estoy seguro que más de un presidente o primer ministro recordó el viejo cuento titulado “El traje nuevo del emperador”.
  3. El destinatario del mensaje no fue López Obrador, mucho menos el pueblo de México o la comunidad internacional, sino los poderes fácticos que gobiernan al país: grandes capitales nacionales e internacionales (EU, Canadá, España, Alemania, Inglaterra, etc.), narcos, militares, iglesia católica, clase política. Peña anunció que el tercer fraude electoral contra El Peje se ha puesto en marcha. Ya sea a través de broncos candidatos de mansedumbre “independiente”, de caídas sistemáticas o de porcentajes mínimos construidos en cibernéticas catacumbas, Peña fue a la ONU a decir que hará todo lo posible (y hasta lo imposible) para que AMLO no gane las elecciones de 2018. Campaña adelantadísima que evidencia el ocaso del sexenio peñista, un crepúsculo que será muy duro para todos nosotros: tinto en sangre en derechos humanos, gris en crecimiento económico, negro en equidad social.
  4. La incongruencia del discurso es evidente. Un poder que construye su base de legalidad en la asistencia social hacia los millones de pobres es escandalosamente populista. No sólo por los programas asistencialistas (la fracasada Cruzada contra el Hambre se lleva el primer lugar en el escalafón de la ignominia) sino porque es un poder que produce pobres sistemáticamente. Así lo evidencian los más de ochenta años de dominación del triunvirato PRI, PAN, PRD y acólitos verdes que les han acompasado. Los fundamentos del PRI son de estirpe populista sin ninguna duda y el hecho de que desde hace poco más de treinta años se hayan decantado por esquemas tecnocráticos de gobierno no cambia nada en lo absoluto. Por el contrario, la llamada Nueva Gestión Pública no ha hecho sino dotar de un discurso “modernizador” a viejas y nuevas burocracias que construyen su legitimidad (o al menos pretenden) sobre la base de la caridad y el asistencialismo social. En México el populismo es tecnócrata y lo encabeza el primer copete de la nación.
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