Margensur (29 de septiembre 2015)

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Alejandro Saldaña Rosas

Sociólogo. Profesor Investigador de la Universidad Veracruzana

Twitter: @alesal3

 

 

La máscara y la piedra

 

“Dijimos a EPN que se quite la máscara. Seremos su piedra en el zapato”.

Madre de normalista

 

Esta frase sintetiza el resultado de la reunión entre Peña Nieto y los familiares de los estudiantes de Ayotzinapa: un gobierno de máscara, una estrategia de piedra.

 

La máscara

El gobierno de Peña Nieto se ha caracterizado por la opacidad y por el franco ocultamiento de las irregularidades, yerros y delitos cometidos por él y sus subordinados. Desde los delitos electorales mediante acarreo o tarjetas Soriana, hasta la invención sistemática de verdades históricas para encubrir las infracciones de su gobierno. Así ha sido desde el primer día de su mandato y no hay evidencias que indiquen que será diferente hasta el final (un final que quizás sea más breve de lo estimado).

            Luego del Pacto por México (máscara inicial del régimen), las mascaradas gubernamentales se han prodigado al punto de constituir un patrón, un esquema de regularidades, una pauta para la impunidad. Este patrón de construcción de la impunidad se ha hecho evidente en los crímenes de Apatzingán, Tanhuato, Tlatlaya y Ayotzinapa, al menos. En estos crímenes cometidos por el gobierno de Peña es posible observar una serie de regularidades que, como bien dijo la madre de uno de los normalistas, son una máscara. Veamos el arquetípico caso de Ayotzinapa:

  1. Las víctimas son culpabilizadas sistemáticamente. Se les atribuyen adscripciones con el crimen organizado o se les inventan delitos, como a los normalistas a los que se les pretendió imputar vínculos con cárteles de la droga (falsa acusación que ha sido evidenciada).
  2. Las fuerzas de seguridad, sobre todo ejército y marina son exculpados sistemáticamente de los delitos. La “verdad histórica” del gobierno federal adjudicó al crimen organizado y a policías municipales de Iguala y Cocula los ataques contra los estudiantes de Ayotzinapa. Como ha quedado en evidencia, policías federales y militares sí participaron en los crímenes de Iguala.
  3. Las investigaciones de las autoridades sistemáticamente carecen de profesionalismo y ética, si no es que son francamente ridículas, como el absurdo de la incineración de 43 cuerpos en el basurero de Cocula, o la siembra de “pruebas” en el mismo sitio: ¡41 casquillos percutidos debajo de una piedra!
  4. Los altos mandos sistemáticamente son exculpados de los delitos cometidos por sus subordinados, quienes cumplen órdenes, por cierto. La negativa a investigar al 27º Batallón de Infantería con sede en Iguala es más que elocuente. Si el ejército no tuvo nada que ver en la masacre de Iguala, ¿por qué la resistencia a que el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes interrogue a los militares?
  5. Sistemáticamente se fabrican culpables a fuerza de tortura, como lo ha señalado Amnistía Internacional. Al parecer, muchos de los 111 detenidos (y ningún consignado) del caso Ayotzinapa son inocentes, se trata de albañiles a quienes se les fabricaron delitos.
  6. Sistemáticamente se filtra información durante las investigaciones a fin de dar un cariz de veracidad a las versiones oficiales. Recordemos que antes de que Murillo Karam sentenciara la “verdad histórica” muchos de los datos aportados en esa lamentable rueda de prensa ya corrían en los medios de comunicación preferidos del régimen.
  7. La avalancha de noticias, reportajes, artículos de opinión y supuestos debates en medios de comunicación y redes sociales, constituye un patrón sistemático para influir en la percepción ciudadana. Televisa, TV Azteca, Milenio, El Universal, La Crónica son algunos de los medios preferidos del régimen. Y los “periodistas” a sueldo los conocemos bien, pero mejor no desperdiciar el espacio nombrándolos.

            Grosso modo, esta es la máscara del gobierno (una de tantas). Este patrón de comportamiento institucional se observa en prácticamente todas las “investigaciones” emprendidas por la PGR en crímenes en los que han participado el ejército, la marina, la policía federal o la ministerial.

 

La piedra

La estrategia de resistencia se sintetiza en esta idea: seremos su piedra en el zapato. Aunque quizás sea más justo decir que no sólo está en el zapato (en ambos) sino en calles, carreteras, oficinas, en las redes sociales, en la conciencia ciudadana, en la comunidad internacional y, sobre todo, que la piedra se ha convertido en un verdadero monolito que ha descarrilado al régimen de Peña, al punto que los tres años que restan de su gobierno le será imposible andar con paso firme, vamos, ni siquiera cojeando.

            En tanto estrategia de resistencia, la piedra en el zapato es contundente, pero no suficiente para transformar al país. Lo que sigue es bastante más complicado: hacer que la piedra germine.

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