El huerto (24 de septiembre 2015)

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Por Víctor García Zapata

Director de la Fundación para la Democracia

@victorgzapata

Nociones de paz

 

 

México amaneció el pasado 21 de septiembre, Día Mundial por la Paz, según la ONU, ubicado en el sitio 144 de 162 del Índice Global de Paz (Global Peace Index – GPI). Si bien el informe señala que entre los indicadores más influyentes para la obtención de dicha calificación se encuentran la militarización, la inseguridad pública y los conflictos internos, una mirada rápida al resto de categorías deja ver que el grado de violencia, el número de homicidios, el acceso a armas pesadas y ligeras, la duración de los conflictos y la debilidad de las fuerzas armadas y las fuerzas policiales, son componentes importantes de la situación que atraviesa nuestro país

Ahora bien, aunque la radiografía mostrada por GPI es ya de por sí preocupante y mucho se podría y debería abordar sobre cada uno de sus indicadores, lo cierto es que, por un lado, no da cuenta de la crisis humanitaria que vive nuestro país en prácticamente todos sus ámbitos de desarrollo y convivencia y, por otro, parece estar elaborado con base en una noción de paz anclada en la ausencia de conflicto violento o de elementos que faciliten la confrontación directa (ejército, armas, policías y criminales).

Si bien la lucha por la paz ha sido una constante de los movimientos sociales en México, lo cierto es que siempre aparece asociada a perspectivas de cambio estructural o, al menos, de solución de problemas profundos que impactan la calidad de vida de las mayorías.

Para la generación que ha vivido el ciclo político de la transición fallida, la lucha por la paz estuvo muy vinculada al conflicto en Chiapas. Primero, para frenar la represión militar al EZLN y luego, para comprender que la paz exigida por los zapatistas tenía –y tiene– que ver con superar de fondo las condiciones que facilitan, promueven, provocan y ejecutan la discriminación, el racismo y la opresión contra los pueblos indios. De la mano de la lucha por la paz en Chiapas, han ido, entonces, demandas para modificar la relación de la nación con las comunidades originarias: otro país y otra democracia.

Del apoyo a las tareas de mediación durante los diálogos de San Andrés, entre el EZLN y el Gobierno Federal, surgió, en 1996, la organización Servicios y Asesoría para la Paz (Serapaz). Desde entonces, ha constituido el espacio de referencia para la lucha por la paz en México. El interlocutor del trabajo de Serapaz lo constituyen los pueblos y comunidades que enfrentan situaciones de conflictividad que afectan o ponen en riesgo cualquiera de sus derechos. El conflicto se entiende como la posibilidad de transformación positiva que pasa necesariamente por el fortalecimiento de las comunidades en una situación de falta de equilibrio estructural para hacer frente al Estado, los gobiernos o los actores del mercado. Si hay desigualdad, no puede haber paz.

El otro esfuerzo emblemático en torno a la paz, ha sido, sin lugar a dudas, el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD). Desencadenado por el acompañamiento a familiares de víctimas –asesinadas o desaparecidas– de la guerra contra las drogas de Felipe Calderón, el MPJD asumió la tarea de proponer un programa de 6 puntos para construir un piso mínimo para reconstruir la democracia en el país: Esclarecer asesinatos y desapariciones y nombrar a las víctimas; Poner fin a la estrategia de guerra y asumir un enfoque de seguridad ciudadana; Combatir la corrupción y la impunidad; Combatir la raíz económica y las ganancias del crimen; Atención de emergencia a la juventud y acciones efectivas de recuperación del tejido social; Democratización de los medios de comunicación.

Hoy, atendiendo estos bagajes y dando cuenta de la emergencia humanitaria que vivimos, la lucha por la paz en México tiene que equilibrar sus perspectivas para, al mismo tiempo, fijarse objetivos que entiendan el conflicto estructural, atacar sus causas de raíz y disputar el modelo de desarrollo, cuando no el sistema. También resulta indispensable parar la guerra y acompañar a los familiares de víctimas -que también son víctimas- en sus acciones y reclamos por verdad, por justicia y por la inmediata aparición con vida de los 43 y de todos los desaparecidos.

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