Dos escenas de un espectáculo deprimente

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Ricardo González Bernal

Coordinador del Programa Global de Protección de Article 19

@R1card0G0nzalez

Dos escenas de un espectáculo deprimente

Egipto y México tienen varias cosas en común. Por ejemplo, el esplendor del pasado de los imperios que gobernaron estas tierras, y que sedujo por igual a las potencias coloniales que les conquistaron, como a quienes hoy en día las perciben como tierras de un valor esotérico incalculable. Esto último fue la razón por la que 14 ciudadanos mexicanos decidieron viajar a Egipto en busca de una conexión espiritual que, al parecer, sólo podría lograrse pisando esas tierras.

Conscientes de los riesgos que implica salirse de las rutas turísticas en un país sumido en la inestabilidad política y la represión generalizada, quienes organizaron el viaje se aseguraron que fueran escoltados por la policía local. Sin embargo, el 13 de septiembre, el convoy de turistas fue atacado por varios helicópteros del ejército durante tres horas a unos 400 km. de la capital, El Cairo, cuando se dirigía al oasis de Bahariya. Ocho ciudadanos mexicanos murieron y el resto aún continúa recuperándose de las heridas.

La noticia dio la vuelta al mundo dando pie a un espectáculo diplomático poco visto antes, ni siquiera cuando ciudadanos mexicanos han sido condenados a muerte en Tailandia o Estados Unidos, o cuando la policía de este último país ha dado rienda suelta a la brutalidad que le caracteriza en contra de mexicanos y mexicanas incluyendo niñas. El gobernador de Jalisco, Aristóteles Sandoval, exigió airadamente que se rompieran las relaciones diplomáticas con Egipto, al tiempo que la canciller mexicana, Claudia Ruiz Massieu, se trasladó a El Cairo para supervisar la atención de los sobrevivientes.

Al parecer, cuando se trata de violencia en contra de “connacionales” es necesaria la supervisión directa de la canciller, pero cuando se trata de un “paisano” común y corriente que cruza la frontera norte, un cónsul cualquiera puede encargarse de todo.

El espectáculo ha ido creciendo, en gran medida gracias a los despropósitos de legisladores como Gabriela Cuevas, la flamante presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, que insiste en sus declaraciones ante medios de comunicación de que hay que llevar el asunto ante la Organización de Estados Americanos y convocar a una reunión de emergencia de los ministros. Lo cual sólo demuestra, por un lado, la ignorancia de qué es y para qué sirve ese mecanismo y, por otro, las carencias para entender cómo se solucionan situaciones semejantes.

El clasismo que caracterizó su activismo en la Ciudad de México, parece que aún sigue presente, ya que sólo así podemos explicar el silencio que ha mantenido en los casos de mexicanos condenados a muerte en Estados Unidos y Tailandia.

Si bien sería imposible comparar los procesos políticos de Egipto y México, hay varios elementos que pueden ayudar a hacer un paralelo, por ejemplo las condiciones deplorables para el ejercicio de la libertad de expresión y prensa, la criminalización del derecho a la protesta, la represión del disenso, la violencia generalizada en contra de las mujeres, la corrupción, etcétera. Pero encima de estos rasgos se encuentra el hecho de que ambos países se encuentran militarizados (Egipto de manera abierta) so pretexto de combatir enemigos sin rostro: narcos en México, terroristas en Egipto, en donde la población civil, egipcia y mexicana, es el sector más afectado por todo esto.

Aunque una ejecución extrajudicial como la que tuvo lugar el 13 de septiembre en Egipto es absolutamente inaceptable, es una cuestión que no le es del todo ajena al gobierno de México.   Recordemos, por mencionar algunos ejemplos, el asesinato de 18 turistas en Acapulco. O si queremos ejemplos aun más graves, el asesinato del defensor de derechos humanos Jyri Jaakkola en 2011, o Brad Will, en 2006.

Por ello, una escena de este espectáculo egipcio-mexicano que vale la pena destacar, es la carta abierta enviada al pueblo mexicano por parte del Ministro de Relaciones Exteriores de Egipto, Sameh Shoukry, en donde plantea un paralelo entre la situación de violencia que viven ambos países.

"México, al igual que Egipto, ha sufrido de violencia a gran escala, aunque por diferentes motivos. La guerra contra las drogas en México ha causado la muerte de decenas de miles de personas inocentes, una gran parte de ellos agentes del orden.”

"Sería un desafío a la razón pensar que las fuerzas de seguridad de Egipto podrían dañar deliberadamente turistas inocentes", dijo Shoukry.

"Más importante aun, les aseguro que los agentes encargados de hacer cumplir la ley de Egipto operan bajo un estricto código moral, ético y legal que busca evitar las bajas civiles. Esta es una característica que distingue nuestra humanidad y compasión. Con el trágico incidente del 13 de septiembre no tenemos nada que ganar, por el contrario, tenemos todo que perder."

La trama de este espectáculo deprimente se complica, al gobierno mexicano le acaban de dar una cucharada de su propio chocolate.

 

 

 

 

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