Lo tóxico del apego

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Claudia Soriano Segoviano. Psicoterapeuta Gestalt y Psicocorporal

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Lo tóxico del apego

La raíz del sufrimiento es el apego

Buda

 

El apego es un estado emocional que puede tener dos enfoques, uno positivo y otro negativo. El primero, el positivo, tiene que ver con la alegría, y la tranquilidad que sentimos cuando logramos tener en nuestra vida aquello que hemos querido tener, y a lo que por consiguiente estamos apegados. El enfoque negativo, tiene que ver con la sensación de amenaza y la tensión que lo acompañan, lo cual nos vuelve vulnerables  a la amenaza que representa la posibilidad de perder eso a los que estamos apegados.

El apego se define como un adherirnos a algo o a alguien que deseamos tener en nuestra vida. Y sentir eso es normal,  sin embargo, cuando ese lazo se convierte en algo que de alguna manera determina nuestra vida, que nos hace preocuparnos menos por nosotros al poner nuestra atención y necesidad en otras cosas o personas dejándonos de lado, entonces es importante y necesario reconsiderar si dicho aferramiento es realmente algo que beneficia y nutre nuestra vida, o no.

Desde que nacemos vamos creando vínculos de apego hacia lo que nos rodea, afectos, situaciones, cosas. Desde ese instante se va manifestando una clara división entre un afecto sano hacia algo o alguien,  y el momento en el que esto se transforma en algo que no lo es. Por ejemplo, un niño que no consigue compartir el afecto con sus hermanas o hermanos,  o sus juguetes con las demás niñas y niños, es muy probable que tendrá que enfrentar futuros problemas en los entornos en que se desenvuelva. Conforme vamos creciendo, el sentimiento de “propiedad” se acentúa: sabemos perfectamente cuál es nuestra ropa, nuestros útiles escolares o la casa en que vivimos. Y cuando llega la hora en que dejamos de depender de nuestros padres o de las personas que nos criaron, la sensación de aferrarnos a lo que nos ha costado trabajo adquirir es, hasta cierto punto, normal. Conforme vamos consiguiendo eso que tanto hemos anhelado, de pronto puede suceder que comenzamos a sufrir por el miedo de perderlo. Y este temor nos contamina con dosis diarias de ansiedad, colocándonos nosotros mismos en un callejón sin salida, pues no podemos vivir felices con eso que logramos obtener, pero tampoco,  sin ello. Al obsesionarnos con el objeto de nuestro deseo, de forma inconsciente terminamos idealizándolo. Cuando la situación no es aferrarnos a las cosas materiales, sino a las personas (llámese familia o una relación de pareja, o a una amistad), aparecen entonces los celos excesivos e injustificados y el sentimiento de miedo a perder lo que se tiene. Los celos destruyen el bienestar y la libertad. Y aunque pueda parecer lo mismo, el apego, en este contexto,  es lo contrario al amor. Y es entonces cuando apegarse a una persona con la que no se pudo tener una relación, empieza a rayar en lo obsesivo;  aferrarse a una ex pareja con quien ya no tenemos nada, no poder superar la pérdida de un familiar o de alguien a quien amábamos,  resulta igual de dañino.

En general, el principal síntoma de apego es el mismo en cualquiera que sea tu caso, cuando no puedes concebir la vida sin la presencia de esas cosas o de esas personas. Entonces, es claro que el simple afecto se ha transformado en dependencia. 

Cuando perdemos a nuestros seres queridos por el motivo que sea, lo sano sería vivir una etapa de duelo;  pero cuando dicha condición sigue con nosotros de modo permanente, entonces sabremos que estamos ante una situación de apego insano, que debe ser atendida, tal vez por un especialista.

En la medida en que de alguna manera  te das cuenta de que estás viviendo con un apego nada saludable, y no sabes de qué manera aclararte y resolverlo, la mirada de una persona externa, capacitada profesionalmente para acompañarte, es lo indicado para que puedas encontrar la manera de encarar la vida liberándote de tus apegos tóxicos. Se trate del apego al dinero, a un ser querido, al fracaso de una relación sentimental, a un estatus… Encerrarnos en nuestro propio dolor,  y preguntarnos una y otra vez qué hicimos mal o qué pudo ser diferente, nos genera un sentimiento de culpa que no nos permite seguir adelante. Aferrarnos a cualquiera de esas situaciones, nos impide abrir nuestro corazón y darnos cuenta de una realidad, que antes de cualquier persona o factor externo, estamos nosotros.

Para empezar a liberarnos de los apegos,  es indispensable asumir el control de nuestra  vida, nuestras decisiones y la responsabilidad que de ello resulte.  Asumir que nada nos pertenece. Dándonos cuenta que los apegos coartan nuestra libertad.

Para desapegarnos de algo o alguien que ya no está en nuestra vida, es también necesario un cierre. Lo que quedó atrás, quedó atrás y no es sano alimentarlo con la energía del pensamiento por más tiempo. No es posible avanzar por el camino con la mirada fija en el pasado.

¿Quieres vivir tu vida sin apegos tóxicos? ¿Consideras que puedo acompañarte para hacerlo? Entonces,mándame un whatsapp al 5522558551 y hagamos una cita.

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