Margensur (31 de agosto 2015)

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Alejandro Saldaña Rosas

Sociólogo. Investigador, profesor Universidad Veracruzana

Twitter: @alesal3

Un país gobernado por el miedo

 

“Dejadme expresar mi firme convicción de que a lo único que debemos temer es al propio miedo –un terror innombrable, irracional, injustificado que paraliza los esfuerzos necesarios para convertir la retirada en avance”

Franklin D. Roosevelt

 

El 30 de agosto se conmemora el Día Internacional del Detenido–Desaparecido. Las ominosas y aplastantes cifras que cubren de tristeza y dolor a México permiten afirmar que en nuestro país gobierna el miedo. Más de 26 mil personas desaparecidas y más de 80 activistas y defensores de derechos humanos detenidos ilegalmente son datos que evidencian la enorme distancia que separa al actual “sistema político” mexicano de un régimen democrático con un estado de derecho vigente y vigoroso. En México, la desaparición forzada, las detenciones ilegales, la represión contra los movimientos sociales, la criminalización de la protesta y la estigmatización del activismo social son recurrentes: forman parte de la producción institucional del miedo.

            El miedo es una emoción que nos permite ponernos en alerta en situaciones de peligro. Forma parte de la “condición humana”, si se me permite la expresión. El miedo político es otra cosa. Es un miedo que se integra como parte de los dispositivos de dominación y busca desactivar la participación de la sociedad en los asuntos de interés público. El miedo político inmoviliza, atenaza, cohíbe, encierra. Todos los sistemas de dominación recurren, en mayor o en menor medida, al miedo. Iglesias, gobiernos, religiones e ideologías se instituyen desplegando dispositivos que en cierta medida se articulan en torno al miedo. Digamos que es una práctica institucional socialmente legitimada. Pero hay distancias, niveles, densidades. Cuando el miedo político se convierte en la única fuente de legitimación de un sistema de dominación, estamos ante un régimen autoritario, incluso dictatorial.

            El miedo político es vertebral en el sistema de dominación en México desde hace muchas decenas de años, si bien en los tres últimos años se ha radicalizado hasta niveles intolerables, insostenibles. El miedo habita en México: silencia, oscurece, ensordece, enferma, achica, aplasta.

            Las expresiones del miedo político en México son muchas: asesinato de periodistas (Rubén Espinosa el más reciente, crimen cometido por el gobierno de Javier Duarte), asesinato de activistas (Nadia Vera el más reciente, crimen cometido por el gobierno de Javier Duarte), ataques a los medios de comunicación (el cometido por la dupla Rubalcava-Zaragoza quizás el más reciente), represión a las manifestaciones políticas (como la del viernes 28 de agosto cuando granaderos de Mancera golpearon a jóvenes tras la manifestación por los 43), golpizas a estudiantes (en Puebla, Xalapa y otras ciudades), desapariciones en todo el país, ejecuciones sumarias (Tanhuato, Tlatlaya), Ejército, Marina y policías de todo tipo amedrentando y reprimiendo ciudades, carreteras, pueblos, entre las más evidentes, que no las únicas.

            El miedo está en la base de las políticas públicas en todos los órdenes, en todas las áreas de la vida pública, desde la “evaluación” de la reforma educativa basada en el pánico, hasta la reforma laboral y su terrorismo disfrazado de flexibilidad y estímulo al “primer empleo”; desde el terrorismo fiscal contra los pequeños contribuyentes (exonerando a los grandes), hasta las campañas electorales que demonizan candidatos y alertan de los “peligros” para México; desde el infame chantaje para privatizar el petróleo, hasta la destrucción del sistema de salud público, irónicamente desmantelado para evitar su “debacle”.

            El miedo político se nutre de impunidad porque es la ausencia de justicia la que incentiva a masacrar, a golpear, a robar, a desaparecer, a delinquir. La impunidad impulsa al homicida, encubre al corrupto, incentiva al pedófilo, exonera al feminicida, alienta al ladrón, estimula al sobornado. Sustituya usted los anteriores sustantivos por los siguientes: gobernador, presidente, cardenal, diputado, empresario, secretario de Estado y verá que la frase tiene completo sentido porque vivimos en un país gobernado por el miedo.

            En la producción y distribución del miedo político participan gobiernos, iglesias, empresarios (especialmente los dueños de medios de comunicación de masas), partidos políticos, pero no toda la población. No todos somos partícipes del terror, por el contrario, muchos hacemos esfuerzos individuales y colectivos para construir lazos sociales basados en la confianza y la solidaridad, en el diálogo y la inclusión, en el respeto a la diferencia, en la tolerancia, la ternura y la alegría. La autonomía, la libertad y la democracia se construyen luchando contra el miedo, contra la pasividad, contra el aislamiento, contra la ignorancia, contra la miseria en todas sus expresiones. Nuestra lucha es contra el miedo.

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