J. Jesús Esquivel
Corresponsal de la revista Proceso en Washington
@JJesusEsquivel
Utopía ideológica para 2018
Washington – En cada proceso electoral, los partidos políticos, pero en especial sus dirigentes, nos toman a los mexicanos como si fuéramos retrasados mentales.
La corrupción política es tan descarada y rampante que los dirigentes partidistas no tienen recato en demostrar que no tienen el menor interés por los mexicanos, por la democracia y por la estabilidad de México.
Las alianzas partidistas en un proceso electoral son el común denominador de casi cualquier elección. A los partidos y a sus dirigentes se les olvidó la ética, la ideología y los valores de la sociedad mexicana.
Este fin de semana, cuando Ricardo Anaya, presidente del PAN, y Alejandra Barrales, del PRD, usaron a los medios de comunicación para promover su coquetería con la posibilidad de establecer una alianza para disputar la presidencia en 2018, los mexicanos fuimos testigos de una utopía ideológica.
Sí, somos conscientes de que ni en el PAN y mucho menos en el PRD existe en estos momentos una figura política con posibilidades de reemplazar a Enrique Peña Nieto el 1 de diciembre de 2018. No obstante, también sabemos que el PAN es la antítesis ideológica, cultural y social del PRD, o a la inversa.
Nadie puede mezclar el agua con el aceite, punto.
Anaya y Barrales le apuestan a la ausencia de memoria histórica en la sociedad mexicana, que cierto es que en ocasiones no existe, pero que resucita en tiempos electorales.
Las encuestas de opinión que se han realizado hasta el momento -y tomando en cuenta que ningún sistema de medición es confiable- colocan a Andrés Manuel López Obrador, el líder de Morena, como el más viable candidato a ganar la presidencia en 2018.
A López Obrador lo odian los panistas y desde el punto de vista ideológico se entiende y se acepta. En el PRD ya no hay lógica, ni razón, ni confianza, ni ideologías y mucho menos ética política, solo intereses económicos y de unos cuantos. Anaya se aprovecha de Barrales, que ya no va a ningún lado después de que se conociera que tiene muchos de dólares, sacados de quién sabe dónde y que con algunos de los billetes verdes compró un departamento en Miami, por ello intenta amarrar la alianza con un PRD tan desacreditado como Peña Nieto y su partido, el PRI.
Soy un reportero apolítico y ahora más que nunca por lo que pasa en el país, pero recuerdo con nostalgia los tiempos en que por lo menos sentía que en México había debates por las fuerzas ideológicas que pretendían gobernarnos, arrebatarle el poder a la torrente de corrupción hegemónica que ejerció el PRI por más de siete décadas consecutivas.
Las corrientes y disputas ideológicas provocaron nuestra Revolución. ¡No me vayan a decir que eso ya se nos olvido o que no lo leyeron en los libros de historia!
De Anaya y el PAN se acepta la aberración; de Barrales y el PRD, no. En las filas del partido del sol azteca hay priistas reprimidos, olvidados resentidos, y posiblemente uno que otro político con dignidad e ideología.
Lo que molesta es que los políticos y los partidos se burlen de nosotros ocultando sus intereses económicos detrás de una presunta bandera de democracia. Si Anaya y Barrales dicen estar unidos contra del Sexenio de la Corrupción y la Sangre de Peña Nieto, porqué pretenden hacerle el caldo gordo al PRI.
Se necesita estar ciego, tonto o sordo para no entender que de ese matrimonio político contranatura puede engendrarse una monstruosidad, otro sexenio tanto o más corrupto que el llevó a Los Pinos al PRI hace 4 años con el hijo predilecto de Atlacomulco.
Pensar diferente ya no cuenta en México para defender los principios democráticos. A los partidos políticos el interés económico es lo único que los mueve.
El puritanismo ideológico es la utopía mexicana del siglo XXI.
