Javier Duarte: denominación de origen y un grito necesario (Margensur)

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Alejandro Saldaña Rosas
Sociólogo. Profesor Investigador de la Universidad Veracruzana
Twitter: @alesal3 / Facebook: Compa Saldaña

 

 

 

 

Javier Duarte: denominación de origen y un grito necesario

 

Javier Duarte es la denominación de origen, la marca, el sello del PRIANISMO: violencia estructural, impunidad sin precedentes. PRI, PAN, PRD y sucedáneos han transitado por las mismas vías que llevaron al exgobernador de Veracruz a enriquecerse bestialmente a costa de la pobreza, el hambre, la enfermedad, los estudios abandonados, los feminicidios, los viejos sin pensiones, los periodistas asesinados, los miles de desaparecidos. El desvío de recursos como parte de la delincuencia organizada no ha sido inocuo: al robar, Javier Duarte empobreció, vulneró, asesinó. Por eso no basta con procesarlo por ladrón: debe ser juzgado por asesino. Y con él, sus cómplices.

            Javier Duarte no robó miles de millones de pesos tan solo para beneficiarse a sí mismo y a los suyos: lo hizo por consigna, por encargo, por obligación. En esta tesitura es claro que la corrupción no es una falla del sistema, sino pilar fundamental para la reproducción del mismo. Gobernar en el México PRIANISTA obliga a robar, desviar recursos, simular licitaciones, inventar proyectos, etc.

            Decir Javier Duarte es nombrar más de setenta años de dominación, explotación, represión e impunidad, no sólo en Veracruz sino en todo el país. Cuando uno pensaba que la rapiña no daba para más, el PRI procreó a Javier Duarte, porque era –y sigue siendo- una botarga inmensamente redituable: ahí están los más de 2 mil millones de pesos que desvió (¿del presupuesto de la UV?) para la campaña de Peña Nieto. Botarga en desgracia que gracias a los grilletes es muy redituable, o al menos eso intenta el gobierno de EPN al ofrendar a Duarte como “prueba” de que la lucha contra la corrupción va en serio. El problema es que nadie compra la versión de la botarga en prisión, cuando la denominación de origen destila pus por todas partes.

            Javier Duarte es la denominación de origen de la corrupción, que es lo mismo que decir Arturo Montiel, Fidel Herrera, Elba Esther Gordillo, Andrés Granier, Carlos Romero Deschamps, Rafael Moreno Valle, Felipe Calderón, Carlos Salinas o Enrique Peña Nieto… más los miles de operadores y escuderos que les cuidan las espaldas y que se hinchan de dinero a costa de los y las trabajadores, los empresarios, los comerciantes, los científicos, los migrantes, las mujeres, los jóvenes.

            Por derecho propio el cordobés admirador de Francisco Franco se lleva con aclamación la denominación de origen de la más brutal violencia estructural que se haya ejercido en México: la del PRIANISMO y sus achichincles. Javier Duarte es la denominación de origen del régimen que busca perpetuarse a través de Alfredo del Mazo, Josefina Vázquez Mota o Margarita Zavala.

            “Deslindarse” de Javier Duarte es ratificar que la sangre llama, que la estirpe reclama su lugar, que por más que se quiera la denominación de origen se impone. De allí la indignación que provoca la bufonada por intentar proteger a Tarek Abdalá, a Alberto Silva, a Moisés Mansur a José Juan Janeiro, a Gina Domínguez o a quienes se sumen en los próximos días. A todas luces, el régimen depredador protege a los suyos puesto que todos son sus cachorros.

            La corrupción es evidentemente estructural, de allí los obstinados y obtusos esfuerzos por acallarla, por enceguecerla, por intentar hacerla sombra. La marca Javier Duarte es indeleble: acompaña al PRIANISMO desde antes que naciera Javier Duarte. En el grotesco y brutal personaje llamado Javier Duarte miles de militantes, oportunistas, desorientados y delincuentes encontraron cobijo, pretexto, guía e inspiración. Hoy mismo hay cientos, quizás miles, de jóvenes con aspiraciones políticas cuyo ejemplo a seguir duerme esta noche en una prisión de Guatemala.

            De allí que ante la denominación de origen llamada Javier Duarte es imprescindible recuperar la memoria, la palabra, la denuncia, la alegría. Recuperarla desde lo inmediato, lo cotidiano, lo afectivo. Si la denominación de origen es Javier Duarte, nos corresponde, con carácter de urgente, subvertir la raíz y renombrar todo aquel espacio, toda aquella grieta, todo aquel aliento, para dar un sentido de pertenencia que abrigue lo posible.

            Javier Duarte es la denominación de origen de la violencia, el miedo, la estupidez. Ante ello es imprescindible gritar a todo pulmón “chinga tu madre Duarte”, una y otra vez, un mantra que no conduce a nada, repetitivo, absurdo quizás, un grito informe, carente de sentido, grito visceral, sin “contenido político” ni proyecto de nada: un grito nomás, pero un grito honesto.

            Y después del grito empezar a darle la vuelta a la historia. Con pequeños-enormes actos de dignidad, orgullo y esperanza: nichos de la memoria.

            Recordar que en Xalapa despachó el peor gobernador en la historia del estado y probablemente de México, el más corrupto, el más sanguinario, el más funesto. Desde aquí Javier Duarte desplegó su amplia red de operadores financieros, ordenó reprimir a manifestantes, planeó los asesinatos de periodistas y líderes opositores.

            En esta ciudad fue asesinada Regina Martínez el 28 de abril de 2012: a cinco años de su asesinato, el crimen permanece impune. El corazón político de Veracruz, la Plaza Lerdo de Xalapa, fue renombrada en su memoria como Plaza Regina Martínez, entre otros por Rubén Espinosa, fotógrafo que salió huyendo de Xalapa por temor a Duarte y fue asesinado en la ciudad de México el 31 de julio de 2015, junto con Nadia Vera, Alejandra Negrete, Mile Martín y Yesenia Quiroz, delito que también sigue impune.

            A cinco años del asesinato de Regina Martínez el crimen permanece en la impunidad. Como impunes siguen los asesinatos de Gregorio Jiménez, Moisés Sánchez y al menos otros 13 periodistas que ejercían su oficio en el estado “gobernado” por el criminal Javier Duarte.

            Javier Duarte, denominación de origen del PRI y sus cómplices.

 

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